APUNTES SOBRE EL ALFABETO
-Alberto Rodríguez Barrera-
Los fenicios inventaron el alfabeto moderno alrededor del año 1000 a.C. La mayor parte de las letras de nuestro alfabeto son simplificaciones de antiguos dibujos de animales u objetos. Una Q mayúscula, por ejemplo, representa un mono. La CH, de la palabra “acerca”, se transformó en H. La M fue primero una lechuza y, después, “agua”.
Yendo al principio o lo más cerca de él que se pueda, los historiadores coinciden generalmente en que nuestro alfabeto proviene de los antiguos jeroglíficos egipcios, conocidos como “escrituras sagradas” porque los usaron sacerdotes por primera vez hace más de 5.000 años. Los jeroglíficos eran simples dibujos grabados en piedra o escritos en papiros. Un pequeño círculo con un punto en el medio significaba “sol”. Una figura mostrando dos brazos, uno sosteniendo un escudo y el otro una lanza, quería decir “batalla”.
Cuando nuevas palabras entraron en el vocabulario se crearon otras figuras simbólicas; hasta que, finalmente, la escritura de algunos documentos llegó a ser más complicada que un programa de computadora moderna. Entonces, los egipcios comenzaron a combinar algunos dibujos para representar sonidos en lugar de cosas. Por ejemplo, en el lenguaje hablado la palabra egipcia que significaba “lapislázuli” era khesteb. No existía su representación, pero había un símbolo llamado khesf que significaba “detener” y un dibujo de un teb, o sea “cerdo”. De este modo, un dibujo combinado de un hombre sosteniendo un cerdo por la cola significaba khesteb o “lapislázuli”.
Siglos después de la declinación de la cultura egipcia, el significado de los jeroglíficos descubiertos en Egipto desconcertó a los exploradores, hasta que, en 1799, un oficial del ejército napoleónico descubrió, cerca de la aldea de Rosetta, una piedra lisa, gruesa y negra cubierta con grabados y dividida en tres secciones diferentes. Una sección relataba una historia en griego; las otras dos estaban escritas con jeroglíficos y en demótico (jeroglíficos simplificados). El relato griego decía lo mismo que el egipcio, lo cual permitió a los eruditos descifrar los misteriosos grabados antiguos.
La escritura ideográfica presentaba una gran dificultad, ya que un mismo material se prestaba a diferentes interpretaciones cuando se leía. Un vieja historia cuenta cómo Darío el Grande, rey de los persas, dirigió un ejército contra las fuerzas escitas al norte del mar Negro, alrededor del año 512 a. C. Cuando los ejércitos estuvieron cerca uno de otro, un emisario enemigo trajo un mensaje a Darío. En lugar de dibujos grabados en piedra, el comandante enemigo le envió objetos reales: un ratón, una rana y algunas flechas. Darío, entonces, convocó a sus oficiales.
-Hemos ganado- les dijo-. Estas flechas indican que el enemigo se rendirá. El ratón y la rana significan que nos dará su tierra y el agua. Y el pájaro, que sus ejércitos escaparán ante nuestras legiones victoriosas.
Esa noche los escitas se precipitaron sobre los persas y los vencieron.
-Mi mensaje fue claro- dijo el general escita-. Decía que nunca escaparían a la muerte de nuestras flechas, a no ser que pudieran transformarse en pájaros y volar, o en ratones y cavar una madriguera, o en ranas y ocultarse en los pantanos.
Alrededor del año 1000 a.C., la escritura ideográfica se convirtió en algo complicado para el uso cotidiano, especialmente para los comerciantes. El comercio no sólo fue activo para los mercaderes locales, sino también para quienes se encargaban de las exportaciones e importaciones entre las naciones que bordeaban el Mediterráneo. Los más importantes de estos últimos eran grupos semitas, llamados fenicios o caananitas, que venían de las tierras que ahora conocemos como el Líbano y Siria. Sabían leer y escribir, eran creativos e intercambiaban mercancías y conocimientos con sus clientes, especialmente con los griegos.
Los animales, objetos y sonidos representados por los jeroglíficos egipcios no cubrían las necesidades de los fenicios, que precisaban utilizarlos en los registros, contratos de venta, recibos y otros documentos. En consecuencia, concibieron la idea del uso de los símbolos que representarían sólo sonidos y que podrían ser combinados para formar palabras. Por ejemplo, la palabra aleph, que significaba “buey”, se indicó con un simple trazado de la cabeza del animal. Pero en lugar de usar este croquis para decir “buey”, eligieron para representarlo sólo el sonido de la primera letra de la palabra aleph, o sea la A. La palabra beth, que quería decir “casa”, perdió ese significado y representó entonces el sonido de B, la primera letra de la palabra. Otras palabras fenicias que provienen del lenguaje ideográfico son:
Palabra Sonido Significado ideográfico
Gimel o Gamal G - Camello
Daleth D - Puerta
He H - Ventana
Vau V - Gancho o uña
Zayin Z - Balanza
Cheth CH - Cerca
Teth T - Ovillo de hilo
Yod Y - Mano
Kaph K - Palma de la mano
Lamed L - Látigo (vara de la justicia)
Mem M - Aguas
Nun N - Pez
Sameth S - Correo
Ayin A - breve Ojo
Pe P - Boca
Tsade Ts - Palo
Qoph Q - Mono
Resh R - Cabeza
Shin Sh - Dientes
Tau T - Marca o cruz
A partir de las dos primeras palabras, aleph y beth, este arreglo proporcionó 22 símbolos que representaban 22 sonidos diferentes. Los vocablos no fueron representados, excepto la A breve y posiblemente la Y.
Los griegos adoptaron el alfabeto fenicio porque lo encontraron más eficiente y útil que el antiguo sistema ideográfico, pero necesitaban vocales en su vocabulario. Entonces hicieron algunos cambios y agregados. Tomaron 19 letras fenicias y les agregaron vocales y otros caracteres hasta forjar un alfabeto de 24 letras. Entre los cambios, el aleph fenicio se convirtió en la alfa griega y beth en beta; y de la combinación de estas dos proviene la palabra alfabeto.
Los historiadores coinciden en que quizás este alfabeto llegó a los romanos a través de los misteriosos etruscos y que también aquéllos hicieron unos cuantos cambios, resultando 23 letras: A, B, C, G, D, E, F, H, I, K, L, M, N, O, P, Q, R, S, T, V, Y, X, Z.
El alfabeto romano y la lengua latina se extendieron a otras naciones durante la conquista de los Césares. En Inglaterra, sin embrago, los escribas normandos se encontraron con la necesidad de una nueva letra, la W. Se dice que agregaron a la letra U otra más y formaron una doble U, o doblaron la V (W), ya que era usada como una U.
En el siglo XV se agregó la letra 26 del alfabeto. La I, cuando era usada al principio de algunas palabras tenía el sonido de lo que se convirtió en la J.
Herodoto, el historiador griego, dijo: “Los fenicios introdujeron en Grecia el conocimiento de las letras, por lo que me parece que los griegos fueron hasta ese momento ignorantes”.
Plinio el Viejo, estadista y escritor romano, hizo algunas observaciones interesantes: “Siempre tuve la opinión de que las letras eran de origen asirio, pero otros escritores, Gillius por ejemplo, suponen que fueron inventadas por Mercurio en Egipto. Otros también creyeron que fueron descubiertas por los sirios y que Cadmus trajo 16 letras de Fenicia a Grecia. Se dice que durante la guerra de Troya, Palamedes le agregó 4 letras, Th, X, Ph y Ch. Simónides, el poeta lírico, añadió más tarde un número igual, Z, E larga, Ps y O larga, sonidos que han sido asimilados a nuestro alfabeto”.
Por otro lado, Aristóteles es de la opinión de que había originalmente 18 letras, A, B, G, D, E, Z, I, K, C, M, N. O. P, R. S, T, U, Ph, y que 2, Th y Ch fueron introducidas por Epicarmio y no por Palamedes. Arístides dice que en Egipto un tal Menos inventó letras 15 años antes del reinado de Phoroneus, el más antiguo de todos los reyes griegos, e intenta demostrarlo a través de testimonios allí existentes. Mientras tanto, Epígenes, un escritor de mucho prestigio, nos informa que los babilonios hicieron una serie de observaciones sobre las estrellas para un período de 720.000 años y las inscribieron en ladrillos cocidos. Berosus y Cristodemus hacen el período más corto y le dan 490.000 años. De esto se desprendería que las letras han sido usadas durante toda la eternidad. Los pelasgos fueron los primeros en introducirlas en Lacio, un antiguo país de Italia central.
El doctor Isaac Taylor, canónigo de York, famoso erudito y autor de un trabajo en dos volúmenes, “La Historia del Alfabeto” (1899), escribió: “El arte de escribir puede ser llevado al alcance de la mano de todos solamente gracias a la simplicidad poderosa del alfabeto. Los ejemplos familiares de Egipto, Asiria y China son suficientes para probar que sin el alfabeto…la ciencia y la religión necesariamente se inclinan a permanecer en la propiedad exclusiva de una casta sacerdotal, se hace imposible cualquier cultura nacional entendida y difundida; la religión degenera en magia; aumenta el abismo que separa a los gobernantes de los gobernados y se hace más infranqueable; y el verdadero arte de escribir, en vez de ser el más efectivo de todos los medios del progreso, se convierte en uno de los más poderosos instrumentos por medio del cual las masas humanas pueden ser esclavizadas”.