El hombre actual es como el de antaño en cuanto a que –si quiere- puede pensar clara y racionalmente. Basta tan sólo con sacar las conclusiones de la verdad que nos rodea, que no se acopla a los abusos de poder y a la ausencia de ética gubernamental.
ENTRE EL DICTADOR Y EL CHAVISMO
CONTRA EL PODER PERSONAL
-Alberto Rodríguez Barrera-
El dictador comienza por querer hacer todo él mismo, procediendo primero cuasilegalmente para imponer su voluntad contra lo que se le oponga, cuestión que tarde o temprano deja de lograr, llevándolo a olvidarse del derecho y mandando a ejecutar a la oposición (con diversificadas “sutilezas”), cosa que acarrea reacciones en cadena (protestas por todas partes).
Entra entonces en escena el muy importante juego del azar. Ateniéndose a sí mismo, cual superhombre hitleriano, va deslizándose en decisiones que le pesarán, productos del descarte de una racionalización acorde con la realidad, con delirios carentes de información. Pasan así asuntos tras asuntos, con el dictador incrementando –erróneamente- su poder, aumentándolo a cualquier precio para dominar a los adversarios (con pitazos, encarcelamientos, expropiaciones).
El dictador apela a la “organización” anónima de hombres intercambiables para encubrir el dominio exacerbado, haciendo éstos un triste papel de “ceros a la izquierda” o "sigüíes” (cual gérmenes del chavismo). Lo mismo pasa o da que esta administración o monopolio sea capitalista o comunista, ya que tal magna plenitud de poder no suministra soluciones adecuadas debido a que están excesivamente alejados de las cosas que pueden decidir, influir y regular coherentemente. A esto se agrega lo impersonal, lo infame infamiliar, el anonimato del chavismo que es enemigo de la responsabilidad moral.
El dictador, como su “organización”, no respetan ni atienden a las personas como tales; se les cosifica, tratándolas como cosas, materiales, cuestión que exalta lo demoníaco y delata que no es el espíritu ni la razón lo que mueve a quienes ejercen el poder; los cabalga Belcebú, sin darles descanso.
“Tan pronto como la conciencia de la persona ya no se responsabiliza de la acción en el sentido ético, surge en el que actúa un espacio peculiarmente vacío. Ya no se tiene el sentimiento de que es él quien actúa; de que la acción comienza en él y, por tanto, tiene que responder por ella. Parece que él como sujeto desaparece y que la acción pasa a través de él.” (Guardini) Pasan a través del dictador debido a que las exigencias y los acontecimientos lo atropellan, se enfoca sólo en las resistencias externas y pierde las internas, de las que dependen las decisiones morales. De ahí lo grotesco demoníaco que sucumbe por debilidad de poder.
El chavismo entonces deja de atacar los vicios y males que lo circundan, entra en “consideraciones situacionales” para evitar los peligros en su propio “poder”. Porque el mal corrompe y lleva al desprecio de los justos derechos de los individuos, quienes –consecuencialmente- buscan un cambio.
El chavismo, en lugar de ennoblecer el poder, de enriquecerlo con moral, falsifica la moral, y ya es francamente inmoral. Su falta de visión los va hundiendo en la insignificancia. Para decir lo menos: el azar interviene y evita la desintegración, ya que la vida contemporánea se encuentra ante una enorme ampliación del potencial terrenal del poder.
Tenemos conciencia desde hace décadas que debemos domesticar y limitar este potencial para servir a todos, a la humanidad. No se trata de que la fuerza demoníaca del poder fije su meta en sí misma ni de que la fuerza demoníaca de la tecnología se ostente como absoluta y finalidad en sí misma. Se trata de no contradecir al espíritu del hombre ni dejarse seducir por lo aparentemente ilimitado.
La autosuperación no debe consistir en depositar el potencial de poder en menos manos disfrazadas de superhombres. La supervivencia está en que el poder, por regla general, debe ser distribuido y descentralizado. Es lo que ayuda a avanzar.
Es falso que el espíritu humano haya enfermado y que haya dejado de dirigir nuestra evolución. Aunque sea imperfecto y débil, sostiene el atractivo especial hacia el progreso, y se entrega a él con gusto, porque busca la paz interior y reflexiona sobre lo que acontece en torno al núcleo de su persona.
Es el chavismo lo que se ha vuelto insano, enfermo, porque no cede a la exigencia de su alma tranquila y no permite que su espíritu llegue a un estado de paz.
La verdad es que el hombre actual es como el de antaño en cuanto a que –si quiere- puede pensar clara y racionalmente. Basta tan sólo con sacar las conclusiones de la verdad que nos rodea, que no se acopla a los abusos de poder y a la ausencia de ética gubernamental.
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