martes, 22 de noviembre de 2016

ENTRE EL DICTADOR Y EL CHAVISMO -CONTRA EL PODER PERSONAL-


El hombre actual es como el de antaño en cuanto a que –si quiere- puede pensar clara y racionalmente. Basta tan sólo con sacar las conclusiones de la verdad que nos rodea, que no se acopla a los abusos de poder y a la ausencia de ética gubernamental.

ENTRE EL DICTADOR Y EL CHAVISMO
CONTRA EL PODER PERSONAL
-Alberto Rodríguez Barrera-

     El dictador comienza por querer hacer todo él mismo, procediendo primero cuasilegalmente para imponer su voluntad contra lo que se le oponga, cuestión que tarde o temprano deja de lograr, llevándolo a olvidarse del derecho y mandando a ejecutar a la oposición (con diversificadas “sutilezas”), cosa que acarrea reacciones en cadena (protestas por todas partes).

   Entra entonces en escena el muy importante juego del azar. Ateniéndose a sí mismo, cual superhombre hitleriano, va deslizándose en decisiones que le pesarán, productos del descarte de una racionalización acorde con la realidad, con delirios carentes de información. Pasan así asuntos tras asuntos, con el dictador incrementando –erróneamente- su poder, aumentándolo a cualquier precio para dominar a los adversarios (con pitazos, encarcelamientos, expropiaciones).

     El dictador apela a la “organización” anónima de hombres intercambiables para encubrir el dominio exacerbado, haciendo éstos un triste papel de “ceros a la izquierda” o "sigüíes” (cual gérmenes del chavismo). Lo mismo pasa o da que esta administración o monopolio sea capitalista o comunista, ya que tal magna plenitud de poder no suministra soluciones adecuadas debido a que están excesivamente alejados de las cosas que pueden decidir, influir y regular coherentemente. A esto se agrega lo impersonal, lo infame infamiliar, el anonimato del chavismo que es enemigo de la responsabilidad moral.

    El dictador, como su “organización”, no respetan ni atienden a las personas como tales; se les cosifica, tratándolas como cosas, materiales, cuestión que exalta lo demoníaco y delata que no es el espíritu ni la razón lo que mueve a quienes ejercen el poder; los cabalga Belcebú, sin darles descanso.

     “Tan pronto como la conciencia de la persona ya no se responsabiliza de la acción en el sentido ético, surge en el que actúa un espacio peculiarmente vacío. Ya no se tiene el sentimiento de que es él quien actúa; de que la acción comienza en él y, por tanto, tiene que responder por ella. Parece que él como sujeto desaparece y que la acción pasa a través de él.” (Guardini) Pasan a través del dictador debido a que las exigencias y los acontecimientos lo atropellan, se enfoca sólo en las resistencias externas y pierde las internas, de las que dependen las decisiones morales. De ahí lo grotesco demoníaco que sucumbe por debilidad de poder.

    El chavismo entonces deja de atacar los vicios y males que lo circundan, entra en “consideraciones situacionales” para evitar los peligros en su propio “poder”. Porque el mal corrompe y lleva al desprecio de los justos derechos de los individuos, quienes –consecuencialmente- buscan un cambio.
El chavismo, en lugar de ennoblecer el poder, de enriquecerlo con moral, falsifica la moral, y ya es francamente inmoral. Su falta de visión los va hundiendo en la insignificancia. Para decir lo menos: el azar interviene y evita la desintegración, ya que la vida contemporánea se encuentra ante una enorme ampliación del potencial terrenal del poder.

   Tenemos conciencia desde hace décadas que debemos domesticar y limitar este potencial para servir a todos, a la humanidad. No se trata de que la fuerza demoníaca del poder fije su meta en sí misma ni de que la fuerza demoníaca de la tecnología se ostente como absoluta y finalidad en sí misma. Se trata de no contradecir al espíritu del hombre ni dejarse seducir por lo aparentemente ilimitado.

     La autosuperación no debe consistir en depositar el potencial de poder en menos manos disfrazadas de superhombres. La supervivencia está en que el poder, por regla general, debe ser distribuido y descentralizado. Es lo que ayuda a avanzar.

     Es falso que el espíritu humano haya enfermado y que haya dejado de dirigir nuestra evolución. Aunque sea imperfecto y débil, sostiene el atractivo especial hacia el progreso, y se entrega a él con gusto, porque busca la paz interior y reflexiona sobre lo que acontece en torno al núcleo de su persona.

     Es el chavismo lo que se ha vuelto insano, enfermo, porque no cede a la exigencia de su alma tranquila y no permite que su espíritu llegue a un estado de paz.

     La verdad es que el hombre actual es como el de antaño en cuanto a que –si quiere- puede pensar clara y racionalmente. Basta tan sólo con sacar las conclusiones de la verdad que nos rodea, que no se acopla a los abusos de poder y a la ausencia de ética gubernamental.

CÓMO DISIPAR LAS DIFICULTADES DEL MENTIROSO


Para evitar ser como los mentirosos de la política, Descartes fundamentó toda su filosofía sobre cuatro reglas: 
“La primera regla es no aceptar como verdad nada que yo no conozca como evidentemente así: eso es, evitar cuidadosamente la precipitación y el prejuicio, y aplicar mis juicios a nada sino a aquello que se mostró a sí mismo tan claramente y precisamente a mi mente que nunca debería tener ocasión de dudarlo.
La segunda era dirigir a cada dificultad que debía examinar en tantas partes como fuera posible, y como se requiriera para mejor resolverla.
La tercera era conducir mis pensamientos de manera ordenada, comenzando con lo que era más simple y más fácil de saber, y subiendo poco a poco al conocimiento de lo más complejo, hasta suponiendo un orden donde no hay precedencia natural entre los objetos de conocimiento.
La última regla era hacer una enumeración tan completa de los nexos en un argumento, y pasar todos tan completamente bajo revisión, que yo pudiera estar seguro de no haber errado en nada.”

CÓMO DISIPAR LAS DIFICULTADES DEL MENTIROSO
-Alberto Rodríguez Barrera-

     “No es suficiente, antes de comenzar a reconstruir la casa en que uno vive, simplemente derrumbarla, proveer materiales de construcción y arquitectos, o convertirse uno mismo en el propio arquitecto, y, además de todo esto, tener un cuidadoso plan previsto para la nueva construcción, sino que uno debe tener algún otro lugar conveniente en el cual residir mientras el trabajo de construir se adelanta; y, de la misma manera, para poder permanecer irresoluto en mis acciones mientras la razón me obligaba a suspender mi juicio, para continuar viviendo tan feliz como pudiera, yo tracé una moralidad provisional para mi mismo, compuesta de sólo tres o cuatro máximas...”

     Descartes estaba contento con su método, ya que sus cuatro reglas le aseguraban el uso de su razón, si no perfectamente al menos en lo que tenía al alcance de su poder. No era el atropello y la improvisación con que proceden ciertos gobernantes, obviamente, ya que Descartes tenía la honradez de reconocer su ignorancia y de prepararse para obtener mejor conocimiento.

     Figuraba primero entre sus máximas la obediencia “a las leyes y costumbres” de su país y –pese a que llegaría a ser el “gran innovador”- quería gobernarse a si mismo “en todo de acuerdo a las opiniones más moderadas”, aquellas menos dadas al exceso y comúnmente aceptadas en la práctica “por los más sensatos de aquellos con quienes tendría que vivir”, seguro de que no había nada mejor que eso. Por ello es que para conocer sus sentimientos reales observó “sus acciones en vez de sus palabras”, no sólo por la corrupción de maneras y costumbres, también porque la gente no declaraba aquello en que creían y “porque muchos no lo saben ellos mismos”.

     Creyendo en las opiniones más moderadas, Descartes veía que era más fácil ponerlas en práctica y que tenían así más posibilidades de ser mejores, “ya que todo exceso es generalmente malo”, y se extraviaría menos del “camino correcto”. Descartes incluía entre las formas del exceso “todas aquellas promesas mediante las cuales nos privamos de algo de libertad”. No veía en el mundo nada que permaneciera igual, y se esmeraba constantemente en incrementar sus poderes de juicio, no empeorarlos.

     Así, su segunda máxima era ser firme y resoluto en sus acciones, “imitando a los viajeros perdidos en el bosque” que no deberían deambular de uno a otro lado ni quedarse estancados en un solo lugar, sino ir derecho hacia adelante en la misma dirección, ya que de otra manera, aún cuando no llegara a su destino, llegaría a algún lado mejor que el medio del bosque.

     Cuando no se está en capacidad de distinguir las más ciertas opiniones, debemos elegir las más probables, y si no hay posibilidades entre ellas, debemos elegir las que sean más verdaderas, las más ciertas, y de tal manera evitamos los ataques de arrepentimiento y remordimiento que comúnmente agitan a los espíritus débiles mal balanceados, que practican inconsecuentemente como bueno lo que después juzgan como malo. (Constituye esto último una de las características del chavismo actual en su proceder absolutista e improvisador, incapaz del proceder coherente.)

     La tercera máxima cartesiana era intentar siempre el dominio sobre si mismo en vez de depender de la fortuna, intentar alterar los deseos en vez del curso del mundo, acostumbrarse a la creencia de que no hay nada que esté totalmente bajo nuestro poder excepto nuestros pensamientos, para que –habiendo hecho el mejor esfuerzo con lo que nos es externo- consideremos lo que fallamos en lograr como absolutamente imposible. La idea aquí era que si vemos los bienes externos fuera de nuestro poder, no lamentaríamos pérdidas como “estar en posesión de los reinos de China y México”; haciendo una virtud de la necesidad, no desearíamos estar bien cuando enfermos ni libres cuando en prisión, ni desear “cuerpos tan incorruptibles como diamantes, o anhelar alas para volar como un pájaro”.

     Para ello se requiere de una constante meditación, la capacidad de los filósofos de la antigüedad para sustraerse del imperio del “chance”, tristeza y pobreza, para reclamar la felicidad de los dioses, con pensamientos que los hacían más ricos, más poderosos, más libres y felices. Perseverar en la razón y el conocimiento de la verdad requiere de un método con las tres máximas que para Descartes eran “toda la riqueza que por siempre estarían a mi alcance”; porque la voluntad siempre busca (o evita) lo que el entendimiento califica como bueno o malo, y “es suficiente juzgar bien para hacer el bien, y juzgar tan bien como uno pueda para hacer lo mejor que uno pueda, para adquirir... todas las virtudes junto con todos los demás bienes que seamos capaces de adquirir. Y cuando uno tenga la certeza de que todo esto es verdad, uno no puede fallar en ser feliz”.

     “Pero todo este entendimiento es arduo, y una cierta indolencia me lleva imperceptiblemente de vuelta a mi ordinario estilo de vida. Al igual que un esclavo, felizmente soñando que es libre, teme ser despertado en cuanto sospeche que su libertad no es más que sueño, y conspira con su deliciosa ilusión para prolongar el engaño, y así me recuesto sin saber de mis viejas opiniones, y temo ser despertado de mi sopor a no ser que las laboriosas vigilias que deben seguir a este tranquilo descanso, tan lejos de traer luz a mi mente en su búsqueda de la verdad, probaran ser inadecuadas para disipar toda la oscuridad causada por las dificultades que acaban de ser planteadas”.

A veces nos sentimos como en las luchas interiores de Descartes, pero a la vez conscientes de que sin pensar y dilucidar los dilemas no podríamos salir adelante...

domingo, 20 de noviembre de 2016

LA PERFECTA MEDIOCRIDAD DEL CHAVISMO


El chavismo ataca a todos los sentidos, como lo pueden entender todos los que hacen uso de la imaginación, y el sonido es malo, el olor es malo y lo que vemos es un detritus que nos hace sentir tan triturados, que no hay otro camino, para el entendimiento y la acción, que el desbordamiento dinámico de la imaginación. Sobre lo que tenemos certeza moral no hay dudas y tenemos suficientes causas sociales y filosóficas para una confrontación más realista, que no sueña con ser poseída por la pesadilla de un cuerpo extraño como el chavismo. 
Pero más que de sentidos e imaginación, hablamos de la razón.


LA PERFECTA MEDIOCRIDAD DEL CHAVISMO
-Alberto Rodríguez Barrera-

     Hemos deambulado por años como espectadores –más que como actores- del mundo que nos rodea, entre dudas y aprehensión, como escépticos ante la secuela de errores, dudando por el gusto de dudar, indecisos ante la certeza de las evidencias, como hurgando sobre la arena movediza en busca de una solidez subterránea. Parecieran a veces esfuerzos sin recompensa en torno al descubrimiento de la falsedad. Flacas conjeturas pese a la solidez de todos los razonamientos. Y justo cuando la vieja casa es demolida, destruyendo hasta lo que estaba bien cimentado, seguimos buscando establecer certidumbres más allá de lo evidente, continuamos ejercitando métodos para las dificultades, olvidándonos a veces de los precipicios consolidados, como si no tuviéramos otro empleo que el desgaste, el dolor de distinguir entre el placer y el vicio, ocio sin tedio, honesta diversión, cuando lo que se requiere es una perseverancia de acción machacando las verdades evidentes. 

     Lo que ha sido suficiente es la confrontación de las dificultades con cartuchos de salva, con balas frías sin acento social, cuando hasta los rumores han llegado a conclusiones de certeza y canonización. La ignorancia e indolencia del chavismo está confesa y su ingenua mediocridad ya es un hábito de anestesia, que se despliega con jactancia irracional, no requiriendo siquiera ser digno de su reputación, esa capacidad de distanciamiento y retiro de la realidad social fundamental, cual enriquecido ejército en fuga de los más elementales sentidos de la paz, con unos pocos miles de “habilidosos” ocupados en sus extraños negocios, sin perder oportunidad para el trastorno del medio ambiente del grueso de la colectividad, acampando en “carpas” remotas de una soledad que no debe ser molestada. (Muchos rincones citadinos pueden ser símbolos del país actual, impregnados de pobres durmientes, refugiados de un sobrevivir escaso entre atracadores desaforados, cloacas públicas, desfachatez de indolencia.) 

     La soledad del chavismo es ocupada por un discurso sin meditaciones que no va más allá de una cháchara que gusta a pocos y un sentido de la moralidad altamente opuesto a la verdad, impregnado de errores lógicos cuyas razones fracasan hasta en las más simples materias geométricas, falibles y rechazadas por su concluyente falsedad. “Finalmente, en vista del hecho de que esas mismas ideas, que nos llegan cuando estamos despiertos, nos llegan también cuando estamos dormidos sin que ninguna de ellas sea verdad...” Descartes calificaba de “ficciones de mis sueños” lo que entraba como falso a su mente; para nosotros ya es un tráfico de pesadillas.

     Los azotes en el cuerpo social van más allá del “pienso, luego existo”: estamos existiendo con el pensamiento enroscado bajo un cuerpo adolorido. Está claro y precisamente confirmable que nuestra existencia no depende de una verdad única únicamente con vida en la imaginación del chavismo, y no es posible concluir en la tesis cartesiana de que somos “una sustancia cuya sola esencia o naturaleza consiste en pensar. Y cuya existencia no depende de su locación en el espacio ni en ninguna cosa material”. Nuestra existencia o realidad física no es así, aunque valga la necesidad de asegurarnos la verdad y la certeza mental y social ante el hundimiento a que nos arrastra el chavismo.

     ¿Qué tipo de estupidez es la creencia del chavismo de que son una especie de perfección superior a la contundencia con que la realidad refuta? La ceguera hecha en casa hace de la imperfección una invisibilidad; de ahí que el debate que se da es sobre ser más perfectos que ellos mismos, o sea: la idea de la nada. Dios parece ser un detalle de la perfección que colocaron en la mente del chavismo para que creyera el mundo que sólo ellos existen, ajenos a la carencia de perfecciones y absolutamente entregados a la creencia de que no hay nada más perfecto que una mente con boina roja, existiendo solos y totalmente independientes de cualquier otro ser humano, cual poseedores de las pocas cualidades requeridas para ser perfectos. No de otra manera puede entenderse el derecho exclusivo sobre lo infinito, eterno, soberano, inconmovible y todopoderoso con que adornan su escualidez. La duda, la inconsistencia, la melancolía y demás, que fueron excluidas de la naturaleza de Dios, para ellos fueron también materias eximidas. ¿Qué se hace con algo así compuesto, que ha concluido que no hay otra inteligencia tan pura u otros seres humanos tan totalmente perfectos? ¿Entregarnos porque sin eso no podemos vivir ni un minuto?

     Los pensadores armados con algo más que balas frías consideran que la gran dificultad de la gente es elevar sus mentes por encima de sus sentidos, ya que están acostumbrados a pensar con la ayuda de sus imaginaciones, y que lo que no pueden imaginarse parece ininteligible. Es como decir que nada hay en el entendimiento que no pase primero por los sentidos. El chavismo ataca a todos los sentidos, como lo pueden entender todos los que hacen uso de la imaginación, y el sonido es malo, el olor es malo y lo que vemos es un detritus que nos hace sentir tan triturados, que no hay otro camino, para el entendimiento y la acción, que el desbordamiento dinámico de la imaginación. Sobre lo que tenemos certeza moral no hay dudas y tenemos suficientes causas sociales y filosóficas para una confrontación más realista, que no sueña con ser poseída por la pesadilla de un cuerpo extraño como el chavismo.

   Pero más que de sentidos e imaginación, hablamos de la razón.

martes, 1 de noviembre de 2016

INTRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL CHAVISMO


El hombre profano se remite a sus límites; la persona común es expresión de la humanidad. El hombre no puede vivir sin una trascendencia auténtica. La trascendencia del chavismo es artificial; el propio yo no es instancia única del conocimiento verdadero... Al centrarse en la mezquindad inmanente del yo, se aparta el sano entendimiento humano y de muchos hombres razonables multidisciplinarios que podrían decir si lo trascendente y los valores objetivos serían posibles, y cómo. Eso se llama solidaridad, solidaridad trascendental; y no es posible confundirla con la descarada manipulación insensata que caracteriza al chavismo... La medida del juicio no debería aceptarse de antemano, sino “primero que nada” -como señaló Kant- debería buscársele, con la tolerancia necesaria y la necesidad comunitaria. 

INTRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL CHAVISMO
-Alberto Rodríguez Barrera- 

En momentos en que la libertad y la moralidad se encuentran amenazadas por un aparato de improvisación política jamás visto, la autonomía de consciencia y pensamiento adquieren preponderancia, junto a la intuición y la experiencia sensibles. Así también nos encaminamos a establecer los derechos de la humanidad, porque la sensibilidad, la revelación, la tradición, la lengua, son elementos verdaderamente fundamentales de la razón. La historia de la humanidad va en su desarrollo de los comienzos más bajos hasta el ideal de lahumanitas: del desenvolvimiento y activación armónicos de todas las capacidades humanas. En relación con el chavismo, el pensamiento oscuro debe elevarse a la consciencia clara por medio de la reflexión.

El principio básico de la ética es la fe, que surge de nuestro corazón, en la realidad de lo bueno “como de algo eternamente valioso, por lo tanto, en la capacidad de determinar los valores de las cosas; su tarea más elevada, el ennoblecimiento de la humanidad”. (Fries.) Por ello al chavismo hay que echarle en cara que el ladrón “ordinario” acostumbra a ponerse en contradicción con el contenido de su acción, porque de ninguna manera quiere renunciar a la protección del orden de propiedad que infringe en lo particular.

Cabe recordar una famoso frase de Kant contra el totalitarismo: “El hombre, y absolutamente todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para el uso arbitrario de esta o aquella voluntad, sino que siempre debe ser considerado al mismo tiempo como fin en todas sus acciones, tanto en las que se dirigen a sí mismo como en las que se dirigen a otros seres racionales”. (En esto no se pueden hacer trampas, puesto que no hay ningún entendimiento que mire inmediatamente la verdad.)

Todo a lo que el chavismo pretende hacernos renunciar completamente, para encajonarnos en su achicharrada metafísica única, es como si para no aspirar siempre aire impuro dejáramos mejor de respirar completamente. Tal cosa es imposible. Por eso hay que rechazarlo, criticarlo, porque la pureza del corazón, la mansedumbre y la solidaridad son valores superiores a las restricciones psíquicas que pretende encasquetarnos sin justificación científica, moral y política alguna. Se nos hace difícil e imposible renunciar al método crítico que conjuga el conocimiento, aunque el hombre no esté compuesto solamente de las fuerzas de su entendimiento; la esencia del hombre consiste en el hecho de ser para sí mismo y para su alrededor el mayor enigma.

No debemos dejar que el chavismo degrade al hombre, que elimine la consideración inmediata de los valores y aplique la matematización del estancamiento; en su afán por alcanzar la cuadratura del círculo, termina derritiéndose en la utopía del absurdo. El chavismo, al afirmar la existencia masiva del hombre como su existencia concreta, como hizo Kant, representa o encamina el materialismo craso de un marxismo-leninismo (el materialismo de un Lenin se hizo posible partiendo del autonomismo kantiano). Pero es el caso que el sano entendimiento humano tiene consciencia general que se engaña menos que la individual; cuatro ojos ven mejor que dos, se requieren dos buenos testigos para establecer las circunstancias de un hecho... Porque el entendimiento también tiene su medida en las cosas que debemos juzgar mejor en comunidad.

El hombre profano se remite a sus límites; la persona común es expresión de la humanidad. El hombre no puede vivir sin una trascendencia auténtica. La trascendencia del chavismo es artificial; el propio yo no es instancia única del conocimiento verdadero. La fe o la incredulidad no se pueden demostrar científicamente. Pero declarar al hombre autónomo o soberano ha llevado al hombre por generaciones al caos de la nada, o a la divinización de la Razón, el Universo, la Naturaleza, etc. Al centrarse en la mezquindad inmanente del yo, se aparta el sano entendimiento humano y de muchos hombres razonables multidisciplinarios que podrían decir si lo trascendente y los valores objetivos serían posibles, y cómo. Eso se llama solidaridad, solidaridad trascendental; y no es posible confundirla con la descarada manipulación insensata que caracteriza al chavismo.

Si toda trascendencia es incierta, lo sería menos ampliando nuestras bases, buscando y creando interrelaciones que se han descuidado, y que nos han impedido resultados asegurados. Pero la entronización de la razón sola puede ser un extravío.
Hoy es una necesidad el más sano entendimiento humano del hombre común y corriente, cuya orientación no es individualista sino solidaria, hacia la meta de los valores por todas partes reconocidos, tales como los derechos humanos de las Naciones Unidas. 

La medida del juicio no debería aceptarse de antemano, sino “primero que nada” -como señaló Kant- debería buscársele, con la tolerancia necesaria y la necesidad comunitaria.

martes, 25 de octubre de 2016

DEMOCRACIA Y DEMÓCRATAS, SÍ VOLVERÁN

                                      

Para despertar conciencia cívica: futuro, nación, solidaridad y esperanza constituyen una válida plataforma de recuperación o renacimiento político para ejercitar una democracia más avanzada, la participación institucional directa y la elevación político-cultural del pueblo. Se trata de un cambio cualitativo con transformaciones y democratización suficientes en instituciones, poderes públicos, empresas, partidos, movimientos asociativos… Se trata de no encorsetar a la sociedad con estructuras que no reflejan lo que la gente quiere. Se trata de una perspectiva más fluida. 


DEMOCRACIA Y DEMÓCRATAS, SÍ VOLVERÁN
-Alberto Rodríguez Barrera-

     El camino de notables avances democráticos iniciado en 1958, interrumpido por el chavismo para convertirse en una vivencia anacrónica que busca afanosamente regresar a una dictadura, nos impide resignarnos a vivir en una realidad política enrarecida que aplica fantasmales y degradantes controles a la democracia, secuestrando a las instituciones y ajena al hecho de que la democracia es una forma de vida, y no un “método electoral” para que una izquierda trasnochada, mediocre y satelital se eternice en el poder y congele en un estanque el empuje de transformaciones logradas hasta 1998. Hoy la lucha es por el renacimiento de una democracia avanzada. Mucho más avanzada que la experimentada hasta el presente. 

     Los sueños de libertad y progreso se han frustrado, se han desmantelado hacia la triste destrucción del fracaso, impregnándose de sumisiones y absolutismo: año tras año vemos la colocación de frenos, guerritas retrógradas, incremento del centralismo, del sectarismo, del caradurismo. Es hora de cambiar esta ruta de militarismo regresivo, de finalidades excedidas e imposibles. Debemos retomar la senda de la evolución moderna, de la razón, de la instrucción general, de las obras públicas, del progreso agrario, del fomento industrial. En su falta de visión, con la politización fanática de todo, el casiquismo oligárquico no ha hecho más que precipitar a Venezuela a nuevas calamidades, como es el ayuno cultural centrado en un gran atraso; una política de abandono y egoísmo social; otra vez la imposición militar y la impotencia lógica para resolver autoritariamente los problemas del país.

     La “quinta república” de incertidumbres e ineficacias debe enfrentarse en la democracia y en la gestión social, no llevándonos a la crueldad destructiva de una guerra civil. Ya no es posible seguir atribuyendo los males del presente a los tiempos idos. En esta ardua coyuntura política, la democracia está amenazada por sus eternos enemigos, actuando también contra ella el desánimo, la ineficacia y la indecisión para la defensa constitucional diaria. Hay carencia de entusiasmo para impulsar las transformaciones requeridas, escasea para las decisiones resueltas, sin temor. 

     El camino hacia el futuro no es la repetición de amarguras pasadas. Los males de Venezuela se resolverán con el esfuerzo solidario y tenaz para construir un renacimiento democrático moderno que habilite una sociedad más libre, más eficaz. La clave para esto es una mayor incorporación a los movimientos e instituciones que inciden en la realidad social que queremos cambiar. Incrementar la participación de muchos más acaba con la inaceptabilidad de los fatalismos, revivifica la amenaza de hermetizar y bloquear la vida pública, recrea la esperanza. No podemos cerrar los ojos al aliento promisorio. Debemos acabar con las falsas ilusiones, tanto de uno como de otro lado.

     Los partidarios de regresar al fascismo son una minoría que no puede avanzar con su nuevo autoritarismo. Pedir racionalmente entusiasmo para el trabajo y el esfuerzo de todos, lejos de fatalismos, no es supeditarlo todo a la decisión de algunos pocos poderosos, rígidos ultramesiánicos que erosionan el dinamismo creador, que hacen de la utopía una quimera. Racionalidad, tenacidad, entusiasmo creador e imaginación colectiva –como un solo paquete- deben quitarse las ataduras de dogmas, clichés y burocratismo. 

     Hablar del futuro de Venezuela es recuperar las libertades públicas esenciales -nominales y reales- y las autonomías que la integran; con una unidad superior respecto a las preocupaciones ciudadanas que están cargadas de lo mejor de la política como quehacer colectivo. Venezuela no es producto sólo de historia, relaciones interiores y exteriores; lo que es de todos contrasta con la sistemática idea minoritaria que confunde patria con patrimonio. “Viva Venezuela” es un grito proveniente de los desheredados, una fuerza superior a las posesiones feudales, superior a la sumisión autoritaria, a un amo de amos.

     Por venir está la construcción de un futuro en común, con todo lo que haya de innovador para el cambio, que de la ignorancia pase a la culturalización. No resulta de meras inercias ni le caben fantasías, triunfalismos; quizás sí globalidad, coherencia, verosimilitud. Porque hemos de plantearnos el sentido superior de los intereses generales, para relegar mezquindades; detener intenciones paralizantes que burocratizan los poderes públicos y las más recónditas instituciones de la sociedad civil.

     Debemos valorar mejor los activos presentes, como el mayor conocimiento individual, el más elevado nivel general de cultura, una más amplia información, el reencuentro con el orgullo del trabajo bien hecho; potenciados, dan factibilidad a las aspiraciones creíbles. Estamos bajo coordenadas favorables; por la necesidad de libertad cotidiana, por la conciencia pública en cuanto a la igualdad de oportunidades, por la fraternidad que se amplía; potencialidades que debemos multiplicar, exaltando la francesa “libertad, igualdad y fraternidad”, lema de progreso y democracia, libertades públicas y derechos del hombre. 

     Para despertar conciencia cívica: futuro, nación, solidaridad y esperanza constituyen una válida plataforma de recuperación o renacimiento político para ejercitar una democracia más avanzada, la participación institucional directa y la elevación político-cultural del pueblo. Se trata de un cambio cualitativo con transformaciones y democratización suficientes en instituciones, poderes públicos, empresas, partidos, movimientos asociativos… Se trata de no encorsetar a la sociedad con estructuras que no reflejan lo que la gente quiere. Se trata de una perspectiva más fluida. 

     Cabe recordar el muy obviado mensaje de los ecologistas, hoy más claro y evidente: más allá de la individualidad humana, todos formamos parte de un mismo ecosistema de la Naturaleza, sin excluir nuestras manifestaciones sociales y políticas. Ahí es posible alcanzar nuevos y superiores equilibrios, que resultan mucho más alentadores para la mayoría de la gente; equilibrios que no pueden encontrar los incapaces en su ignorancia inmensa y en su desprecio por las realidades culturales contemporáneas.

lunes, 24 de octubre de 2016

¿POR QUÉ VIVE TODAVÍA, PARA QUÉ? FALSEDAD Y VERDAD DEL PODER [Revisitando a Nietzsche]


Quizás fueron gritos desesperados de un espíritu enfermo, que se consumía en sufrimiento... un superratón que se cree superhombre en el delirio del poder, que no quiere abarcar la sociedad anónima que es el Estado sino que anima a un “dominatrix” individual a fin de que someta a los hombres y a la tierra. Aquí el poder deja de ser una posibilidad humana y neutral y se utiliza como fin en sí mismo, con lo cual se convertiría en un valor absoluto. Y con ello en un poder demoníaco de consecuencias incalculables. Tal poderío lleva al hombre a situaciones que no puede prever y considerar racionalmente. Con alma y voluntad divididas, sucumbe al peligro del abuso de poder, tanto más cuanto más grande su dominio descocado... 

¿POR QUÉ VIVE TODAVÍA, PARA QUÉ?
FALSEDAD Y VERDAD DEL PODER
[Revisitando a Nietzsche]
-Alberto Rodríguez Barrera- 


“No sé lo que amo
no tengo paz ni descanso,
no sé lo que creo, 
¿por qué vivo todavía, para qué?”
Nietzsche

Está comprobado que Nietzsche –racionalista e irracionalista bajo la influencia de las musas- cambió con frecuencia sus opiniones en su vida y en sus trabajos. Sus grandes contradicciones podrían entenderse mejor concibiéndolo como poeta, en lo que era más (¿o mejor?) que un filósofo. Con su pregón de que se debe aspirar al poder por el poder, su obra “La Voluntad del Poder” (subtitulada “Ensayo de una transmutación de todos los valores”) buscaba sustituir el nihilismo total que a todos nos sale al encuentro con un movimiento contrario, “en algún futuro”.

Para Nietzsche la voluntad de poder aparece a) entre los oprimidos como voluntad de libertad, b) en una especie más fuerte como voluntad de superpoder y c) entre los más fuertes, ricos y valientes como amor a la humanidad, al pueblo, al evangelio, a la verdad, a Dios, etcétera. Escribe que la vida, como un caso aislado, tiende a un sentimiento máximo de poder, que es “esencialmente una tendencia a más poder; lo más profundo y más íntimo sigue siendo esta voluntad”. Difícilmente. Y hay frases baratas para alentar: la virtud es tontería, igualdad de derechos para los “fracasados” -es decir, derechos humanos para todos- sería la más profunda inmoralidad (sería la contranaturaleza misma como moral); un orden humano escalonado en rangos (“Cuanto poder tienes, eso eres; el resto es cobardía”). Concibe todo lo que existe –hasta el hallazgo de la verdad- como fenómeno de la voluntad de poder...

Quizás fueron gritos desesperados de un espíritu enfermo, que se consumía en sufrimiento, lo que impidió a Nietzsche ver claro para entender y clasificar el poder. Su ateísmo lo llevó –al declarar muerto a Dios- a llenar el vacío con el “superhombre”. “...si había dioses, cómo soportaría yo no ser un dios”. Pura emoción y sentimiento poético (“Así hablaba Zaratustra”). Tanto es lo que todo el mundo ha sacado de lo que escribió Nietzsche, que tener una visión total -”redonda”- de él, de su filosofía, es casi imposible. En símil del chavismo, por ejemplo, manifestó que las vueltas que el juicio moral ha realizado permiten que lo “malo” sea rebautizado como “bueno”. 

En “La Voluntad del Poder” se afirman otros símiles con el chavismo: la moral “envenena toda la concepción del mundo” y “corta el camino hacia el entendimiento”; el carácter es una forma de la estupidez; el matrimonio es totalmente “deplorable e indecoroso”; el hombre virtuoso es una especie inferior porque no es una persona... El dualismo moral de Nietzsche –única manera de entenderlo como un todo- se divide en una moral de señores y una moral de esclavos, una vida más allá del bien y del mal y una para que la manada obedezca. El Estado, despreciado por él como monstruo frío, debe regular el trato de los sexos para evitar hombres indeseables...Hola, Hitler. 

El chavismo pretende reducir toda la realidad al poder, para determinarlo todo. Pretende poner las fuerzas naturales como uso del poder. Esto no es posible, hay que diferenciar. Las fuerzas de la naturaleza animada e inanimada no son emanación del “poder”, la energía no es poder. El concepto de poder es algo personal, humano; significa la posibilidad del hombre de ejercer influencia, sobre personas y cosas. Para Max Weber el poder es “la posibilidad de imponer la voluntad propia dentro de una relación social aun en contra de una oposición, sin importar aquello en lo que esta posibilidad se basa”. Hay coacción, aunque el poder se basa en muchas causas, porque el hombre es complicado. 

El poder puede venir de la superioridad, la fuerza, el saber, el prestigio social, la posesión o disposición de bienes materiales o servicios, etcétera. El hombre se puso a someter más de lo que el Génesis señaló, ya que en principio el poder es tan ilimitado como todas sus posibilidades. Hoy se dispone de instrumentos de poder –gracias a la tecnología- antes insospechados. El poder militar se ha usado para fines buenos y malos. Agréguese a esto el aporte de “El Príncipe” de Maquiavelo pretendiendo que el poder estatal sea el ideal último al que todo debe subordinarse, y el poder –que es neutral en sí- se pone al servicio del estado únicamente con el fin de levantar su pirámide lo más alto posible. Los resultados de esto han asustado, asustan y asustarán a todos. 

El chavismo está poseído por un superratón que se cree superhombre en el delirio del poder, que no quiere abarcar la sociedad anónima que es el Estado sino que anima a un “dominatrix” individual a fin de que someta a los hombres y a la tierra. Aquí el poder deja de ser una posibilidad humana y neutral y se utiliza como fin en sí mismo, con lo cual se convertiría en un valor absoluto. Y con ello en un poder demoníaco de consecuencias incalculables. Tal poderío lleva al hombre a situaciones que no puede prever y considerar racionalmente. Con alma y voluntad divididas, sucumbe al peligro del abuso de poder, tanto más cuanto más grande su dominio descocado. Nace el dictador.

jueves, 13 de octubre de 2016

LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EN EL POSTCAPITALISMO


Hoy se está mejor que hace un siglo. Sabemos lo que Marx y sus contemporáneos ignoraban: la productividad se puede elevar. También sabemos cómo elevarla. Esto es mejor que el trabajo donde la necesidad social es más urgente: la tarea no especializada o semiespecializada (mantenimiento de fábricas, escuelas, hospitales, oficinas; en restaurantes y supermercados; administración de empresas de todo tipo). En esencia, este es el trabajo de producción; con autoestima y orgullo de los trabajadores. 
La tarea es conocida y realizable, y de gran urgencia. Y no se puede depender totalmente del gobierno o de las políticas. Es tarea del liderazgo, de gerentes y ejecutivos de empresas y organizaciones sin fines de lucro. En realidad, es la primera responsabilidad social en la sociedad del conocimiento. 


LA RESPONSABILIDAD SOCIAL 
EN EL POSTCAPITALISMO 
Alberto Rodríguez Barrera 

   La organización moderna, o postcapitalista, tiene y debe tener una gran cantidad de influencia social, y debe tener poder para establecer reglas, disciplinas y producir resultados. Y las organizaciones no comerciales tienen el mayor poder social, mucho más que las empresas comerciales. El poder de la organización (sea de estudios, de medicina o sindical) puede ser restringido por el poder político, puede ser llevado a tribunales, pero esto debe ser ejercido por organizaciones individuales más que por las autoridades políticas. Por ello es que la sociedad postcapitalista exalta las responsabilidades sociales de la organización.

   Hoy en día una empresa va más allá de la responsabilidad “única” del rendimiento económico, aunque sea su “primera” responsabilidad, ya que una compañía que no muestra “ganancias” al menos equivalente a su coste de capital es una irresponsabilidad que está derrochando los recursos de la sociedad. El rendimiento económico es la base sin la cual una empresa no puede cumplir ninguna otra responsabilidad, no puede ser una buena empleadora, ni una buena ciudadana, ni una buena vecina. 

   Pero el rendimiento económico no es la única responsabilidad de una empresa, como tampoco la labor educativa es la única responsabilidad de una escuela o la atención médica es la única responsabilidad de un hospital. Cuando el poder no está equilibrado por la responsabilidad, se convierte en una tiranía. Además, sin responsabilidad el poder siempre degenera en el no rendimiento, y las organizaciones dejan de producir. El chavismo es prueba fehaciente de esta situación.

   Toda organización debe asumir la responsabilidad social de su impacto sobre sus empleados, el medio y con quienquiera que se relaciona con ella. Esta es su responsabilidad social.

    Para resolver los problemas graves, la sociedad recurre a sus organizaciones más importantes, sean lucrativas o sin fines de lucro, aunque las buenas intenciones no siempre son socialmente responsables.

   Para una organización es una irresponsabilidad aceptar y perseguir responsabilidades que inhiban su capacidad para hacer su tarea y misión principales o para actuar donde no tenga ninguna competencia. (Piénsese en el descalabro de PDVSA.) 
   A diferencia de la “comunidad”, la “sociedad” o la “familia”, las organizaciones están deliberadamente concebidas y son siempre especializadas. La comunidad y la sociedad se definen por los vínculos que mantienen unidos a sus miembros (idioma, cultura, historia o ubicación geográfica). Una organización se define por su tarea. La orquesta toca música, no cura enfermos; el hospital atiende al enfermo, no interpreta a Mozart.

   Una organización es eficaz sólo si se concentra en una tarea. La diversificación destruye la capacidad de rendimiento, sea empresa, sindicato, escuela, hospital, servicio comunitario o templo religioso. La sociedad y la comunidad son ambientes, multidimensionales. Una organización es una herramienta: a mayor especialización, mayor su capacidad para realizar una tarea determinada.

   La organización moderna se integra con especialistas, cada cual con su área de destreza limitada, con misión transparente y un solo propósito para no confundir a sus miembros. Solamente una misión común y concentrada une a la organización, permitiéndole producir. Sin esa misión, perderá credibilidad.
   Otra realidad valiosa es que las organizaciones tienen que competir por el personal, atraerlo, , retenerlo, reconocerlo, premiarlo, motivarlo, servirlo y satisfacerlo.

   Cuando una organización consiste en especialistas instruidos, tiene que ser una organización de iguales, de colegas asociados; ningún conocimiento es superior a otros, cada uno se estima por su contribución a la tarea común. La organización moderna no puede ser una organización de un jefe y sus subordinados. Debe estar organizada como un equipo, más si pretende un alto rendimiento.

   Las organizaciones modernas surgieron en los últimos años del siglo XIX: un modelo militar prusiano, como fue luego la línea de montaje de Henry Ford; era un esquema de mando y control. 

   Hoy vamos hacia organizaciones basadas en la responsabilidad con personas que toman decisiones si han de producir algo, personas responsables de la misión, su espíritu, su rendimiento y sus resultados.
   La sociedad, la comunidad y la familia pueden tener “líderes”, pero solamente las organizaciones cuentan con una “gerencia”, cuya tarea en la organización moderna no es mandar sino inspirar.

   Los problemas de responsabilidad social contienen una tensión entre la necesidad de continuidad y estabilidad de la comunidad, y la necesidad de innovación y desestabilización de la organización.

   Si bien son necesarios el “personal instruido” y los “gerentes”, la división está en que los primeros producen el conocimiento y los últimos aplican el conocimiento y lo hacen productivo; los primeros se concentran en las palabras y las ideas, los segundos en el personal, el trabajo y el rendimiento.

   En el mundo postcapitalista el desafío más grande y difícil es el que presenta el nuevo pluralismo de la sociedad. Nunca antes hubo tantos centros de poder como hoy, aunque la Edad Media se compuso de centros de autonomía, señores feudales, caballeros, obispados, monasterios y ciudades independientes, “libres”, autónomas.
   Irónicamente, el totalitarismo del siglo XX, especialmente el comunismo, representó el último intento desesperado para salvar la vieja doctrina en la que sólo había un centro de poder y una organización más que un pluralismo de organizaciones autónomas y competidoras. El intento fracasó, pero el fracaso de la autoridad central,en y por sí mismo, no contribuye en nada a enfrentar los problemas que surgen de una sociedad pluralista.

   Pocos dudan hoy de que la diversidad es característica evidente de las sociedades desarrolladas, cuestión que proporciona una gran ventaja que ha sido posible gracias a las organizaciones especializadas desarrolladas desde la Revolución Industrial. Y las características que les da la capacidad de producir es precisamente su autonomía, información y especialización. Basada en sus valores, su misión y su visión estrechas, y no en la sociedad y la comunidad.

   Esto nos remite al viejo problema jamás resuelto de la sociedad pluralista: ¿quiénes se hacen cargo del bien común; quiénes lo definen; quiénes equilibran las metas y valores independientes y a menudo competidores de las instituciones de la sociedad; quiénes toman las decisiones al respecto, y sobre qué bases deberían tomarlas?

   El feudalismo medieval fue reemplazado por el estado soberano unitario precisamente porque no se podía responder a estas preguntas. Y ahora ese estado es reemplazado por un nuevo pluralismo (de función más que de poder político), porque ese estado no pudo satisfacer las necesidades de la sociedad ni cumplir las tareas necesarias de la comunidad.

   Esta es la lección fundamental aprendida del fracaso del comunismo, el fracaso en la creencia en el Estado omnímodo y todopoderoso.

   El desafío que ahora enfrentamos es hacer que el pluralismo de las organizaciones autónomas basadas en el conocimiento refunde tanto en el rendimiento económico como en la cohesión política y social.

LA ORGANIZACIÓN ESTRELLA Y LA PRODUCTIVIDAD
   En estrategia y eficacia, las organizaciones sin fines de lucro son pioneras en el desarrollo de políticas y prácticas que las empresas sólo predican. El sector sin fines de lucro es el mayor empleador de los Estados Unidos, cosa que pocos saben.

   Uno de cada dos adultos (más de 80 millones de personas) trabaja como voluntario cinco horas semanales en una o varias organizaciones sin fines de lucro (equivale a 10 millones de empleos de tiempo completo). Muchos trabajos requieren de escasa habilidad (recabar para el fondo de caridad, ventas de puerta en puerta, acompañar a ancianos al médico), integrando un “personal no remunerado” para las tareas gerenciales y profesionales.

   El Ejército de Salvación, por ejemplo, recibe de las prisiones y toma bajo su custodia a 25.000 jóvenes en libertad condicional, y rehabilita el 80 por ciento con un estricto programa de trabajo, manejado principalmente por voluntarios. “Hacer el bien” comprende que las buenas intenciones no sustituye a la organización y el liderazgo, ni a la responsabilidad, ni al rendimiento ni a los resultados. La gerencia comienza con la misión de la organización.
   Aunque siempre tienen mucho menos dinero del que necesitan. No basan su estrategia en el dinero, no es el centro de sus planes. Comienzan con el cumplimiento de su misión. En esto es mucho lo que pueden aprender las empresas de las organizaciones no comerciales exitosas (las Girl Scouts, la Cruz Roja...). Concentran la organización en la acción, definen las estrategias específicas necesarias para alcanzar las metas cruciales, exaltan la disciplina y atienden una muy reducida cantidad de esfuerzos productivos. Consagran gran cantidad de esfuerzo intelectual a definir la misión...

   Una misión bien definida sirve como un recordatorio permanente de la necesidad de buscar fuera de la organización sólo a los “clientes”, sino que también las medidas del éxito. Porque una misión claramente definida alentará las ideas innovadoras y ayudará a comprender por qué es necesario llevarlas a la práctica.

   Se requiere también de una junta directiva operativa, donde la clave de la eficacia es no hablar de su función sino organizar su tarea. 
   La Cruz Roja norteamericana es probablemente la institución no gubernamental más grande del mundo, y de las más complejas, responsable de la asistencia en catástrofes, con miles de bancos de sangre, piel y huesos... Las Girl Scouts emplean sobre 700.000 voluntarios con un personal de 6.000 miembros remunerados para más de 3,5 millones de niñas exploradoras...

   Detrás de todo ello está la responsabilidad de los voluntarios profesionales. Dentro de la desintegración y disolución de la familia y la comunidad y de la pérdida de valores, las organizaciones sin fines de lucro generan una poderosa contracorriente, forjan nuevos vínculos en la comunidad, nuevos compromisos con la ciudadanía activa, responsabilidad social, valores...

   Las instituciones sin fines de lucro muestran caminos de productividad: misión clara, un empleo cuidadoso y un aprendizaje y enseñanza permanentes, con una dirección por objetivos, autocontrol, altas exigencias con responsabilidades acordes, y una responsabilidad sobre el rendimiento y los resultados.
   La productividad en la fabricación y transporte de bienes –en la industria fabril, la agricultura, la minería, las construcciones y el transporte- ha tenido una gran expansión en las naciones desarrolladas. En este crecimiento explosivo estriban todas las ganancias que han disfrutado esas naciones y sus ciudadanos: grandes incrementos en el ingreso disponible y el poder adquisitivo; un acceso cada vez más amplio a la educación y la asistencia médica; y la disponibilidad de tiempo libre.

   Hoy la prioridad económica número uno para las naciones desarrolladas es incrementar la productividad de los servicios y del trabajo basado en el conocimiento; es la manera de enfrentar las tensiones sociales, la polarización y radicalización, y las luchas de clases.

   Estos hombres y mujeres siempre serán una minoría, ya que serán siempre superados por las personas que carecen de aptitudes para otra cosa que no sean puestos de baja capacitación en los servicios, lo que hace más de 100 años se calificaba de “proletarios”.

   Karl Marx predecía que la “pauperización” del proletariado conduciría inevitablemente a la revolución; el conservador Benjamin Disraeli estaba igualmente convencido de la inexorabilidad de la lucha de clases...

   Lo que frustró estas profecías fue la revolución de la productividad, el vigor para mejorar la eficiencia del trabajo industrial, esa chispa que permitió a los trabajadores industriales ganar salarios y estatus de clase media. Hacia 1930, cuando según Marx la revolución del proletariado habría sido un hecho consumado, el proletariado había llegado a ser la burguesía. Hoy estamos ante otra revolución de la productividad.

   Hoy los trabajadores de los servicios y del conocimiento incluyen a científicos investigadores, cirujanos cardiacos, diseñadores, gerentes de tiendas y jóvenes que despachan hamburguesas, así como los “operadores de máquinas”: lavaplatos, conserjes, procesadores de datos...

   En su diversidad en el conocimiento, habilidad, responsabilidad, condición social y sueldo, los trabajadores de los servicios y del conocimiento son notablemente parecidos en dos aspectos cruciales: los que no contribuyen a aumentar su productividad y los que sí contribuyen.
   Aquí costó entender lo que no surte efecto. El capital no puede ser sustituido por la mano de obra. Tampoco la nueva tecnología por sí misma genera mayor productividad. El capital y la tecnología son factores de producción. En la tarea de los servicios y del conocimiento, sonherramientas de producción. La diferencia es que un factor puede reemplazar a la mano de obra, mientras que una herramienta puede o no sustituirla. El hecho de que las herramientas contribuyan o dificulten la productividad depende de lo que la gente haga con ellas.

   Los aumentos masivos de productividad sólo pueden provenir del “trabajo más ingenioso”, de trabajar más productivamente. Inversión de capital y tecnología fueron abundantes en los primeros 100 años de la Revolución Industrial, y así es en sus segundos 100 años. Pero el ascenso vertiginoso se debe al trabajo ingenioso.

   Los incrementos más fáciles en la productividad provendrán de la definición de la tarea y especialmente de la eliminación de lo que no es necesario hacer. 

   Incrementar la productividad en los servicios y en el trabajo basado en el conocimiento toma en cuenta: “¿Cuál es la tarea? ¿Qué estamos tratando de lograr? ¿Por qué hacerlo ahora?”
   Cuando se fabrican o distribuyen bienes, se hace una tarea a la vez; se evita la atención dispersa que aleja de la estación de trabajo y empobrece la tarea, destruyendo la productividad, debilitando la motivación y la moral.

   El segundo paso hacia un trabajo más ingenioso es concentrar el trabajo; “¿Para qué estamos pagando? ¿Qué valor se supone que agrega esta tarea?”

   Las tareas del conocimiento y el servicio no deben ser consideradas “simplemente trabajo”, y tampoco debemos suponer que son homogéneas. Pueden dividirse en tres categorías diferentes de acuerdo con el rendimiento productivo que muestran en una función dada. Este proceso -la determinación del rendimiento- es el tercer paso hacia un trabajo más ingenioso. 

   Rendimiento significa calidad. Debemos aprender a analizar el proceso que produce resultados de calidad: “¿Qué surte efecto?”. La segunda categoría incluye las tareas en las cuales la calidad y la cantidad juntas constituyen el rendimiento. Finalmente, en las tareas de “producción”, la calidad es principalmente una cuestión de criterios externos, por lo que es esencial definir los estándares e incorporarlos en el proceso laboral; el análisis de la tarea y de la combinación de las operaciones individuales simples en una tarea completa.

   Estos tres pasos: definir la tarea, concentrar el esfuerzo en la tarea y definir el rendimiento, producirán un aumento sustancial de la productividad, una revolución de la productividad en las tareas basadas en el conocimiento y el servicio.
   Un cuarto paso hacia el trabajo más ingenioso es formar una asociación con el personal que debe llegar a ser más productivo; una responsabilidad que vaya más allá del nivel, la dificultad y la habilidad. Freud, Marx y Lenin no consideraron preguntarle al paciente ni a los trabajadores lo que pensaban. Esto comenzó después de la Segunda Guerra Mundial.

   A fines de la década de 1950 y comienzos de los 60 del siglo XX, esta perspectiva fue adoptada para dejar de lado a las autocracias, huelgas sangrientas y amagos de guerra civil. Pero el conocimiento de los trabajadores respecto a su tarea es el punto de partida para el mejoramiento de la productividad, la calidad y el rendimiento.

   El aprendizaje permanente debe acompañar a los incrementos en productividad, ya que el mayor beneficio del entrenamiento no es aprender algo nuevo sino de hacer mejor lo que ya hacemos bien. También es un hecho importante que los trabajadores y empleados industriales aprenden más cuando enseñan. 

   La productividad es la verdadera fuente de las ventajas competitivas, y también la clave para la estabilidad social.

   Los trabajadores de los servicios que utilizan la ventaja numérica para obtener salarios superiores de lo que justifica su contribución económica, pueden empobrecer a toda la sociedad haciendo declinar el ingreso real de todos y subir el desempleo. Alternativamente, el ingreso de los no especializados o semiespecializados seguiría decayendo en relación con los instruidos, y conduciría a una brecha aun mayor entre los dos grupos, con creciente polarización. 

   Hoy se está mejor que hace un siglo. Sabemos lo que Marx y sus contemporáneos ignoraban: la productividad se puede elevar. También sabemos cómo elevarla. Esto es mejor que el trabajo donde la necesidad social es más urgente: la tarea no especializada o semiespecializada (mantenimiento de fábricas, escuelas, hospitales, oficinas; en restaurantes y supermercados; administración de empresas de todo tipo). En esencia, este es el trabajo de producción; con autoestima y orgullo de los trabajadores.

   La tarea es conocida y realizable, y de gran urgencia. Y no se puede depender totalmente del gobierno o de las políticas. Es tarea del liderazgo, de gerentes y ejecutivos de empresas y organizaciones sin fines de lucro. En realidad, es la primera responsabilidad social en la sociedad del conocimiento. 

lunes, 10 de octubre de 2016

LA LIBERTAD ANTE EL CHAVISMO SALIENTE



Vencer a cualquier tipo de autoritarismo será posible sólo si la democracia no retrocede y toma la ofensiva para alcanzar la meta de quienes lucharon por la libertad a través de los siglos. Las fuerzas nihilistas caen por la fuerza de la fe, de la vida y de la verdad, por el peso de las ideas (más que por su alcance), ya que las ideas son fuerzas poderosas cuando responden a necesidades humanas específicas, adaptadas para las tareas objetivas que el individuo debe realizar en una sociedad funcional.

LA LIBERTAD ANTE EL CHAVISMO SALIENTE 
(ESENCIALIDADES EN TORNO AL VOTO)
-Alberto Rodríguez Barrera- 

   El carácter social se moldea en concordancia con la forma de existencia de una sociedad dada. Así es que el hombre se moldea por la estructura de necesidades económicas y sociales de una sociedad, aunque no es infinitamente adaptable. Hay necesidades fisiológicas y psicológicas que deben ser satisfechas; son cualidades inherentes que generan ciertas reacciones cuando son frustradas; y son cualidades como la tendencia a crecer, a desarrollar y realizar potencialidades que el hombre ha desarrollado en el curso de la historia, como la facultad de pensar creativa y críticamente y de haber diferenciado experiencias emocionales y sensuales; potencialidades que tienen dinamismo propio. Esta tendencia puede ser suprimida y frustrada por impulsos destructivos.

   La tendencia general a crecer –idéntica en las tendencias biológicas y psicológicas- resultan en tendencias como el deseo por la libertad y el odio hacia la opresión, ya que la libertad es la condición fundamental para crecer. Pero también el deseo por la libertad puede ser reprimido, puede desaparecer en la consciencia del individuo; aún así no deja de existir como una potencialidad, y evidencia su existencia por el odio consciente o inconsciente que tal reprimir genera. Igualmente reprimida y pervertida puede ser la lucha por la justicia y la verdad, que también es inherente a la naturaleza humana. 

   En la situación que actualmente vivimos los venezolanos cabe recordar que el adelanto de la libertad humana no es algo que puede ser realizado sólo en términos políticos y económicos. El único criterio para la realización de la libertad es si el individuo participa activamente o no en determinar su vida y la de la sociedad, y esto no es sólo en al acto formal de votar sino también en su actividad diaria, en su trabajo y en su relación con otros.

   La democracia política moderna, si se restringe a la esfera puramente política, no puede contrarrestar suficientemente los resultados de insignificancias económicas del individuo común; tampoco son suficientes los conceptos puramente económicos como la socialización de los medios de producción, ya que se genera una poderosa burocracia que manipula a la vasta masa de la población, impidiendo el desarrollo de la libertad, aún cuando sea efectivo el control gubernamental.

   Nunca como hoy han sido las palabras tan mal utilizadas para ocultar la verdad. A las creencias contrarias de los aliados se les llama traición, la agresión militar es camuflada como defensa ante un ataque, la asimilación o conquista de naciones pequeñas lleva el nombre de pacto de amistad, y la represión brutal de la población se perpetra como un neo-socialismo. 

   Las palabras democracia, libertad e individualismo también se vuelven objetos de tal abuso. Pero la realidad es que la democracia es un sistema que crea las condiciones económicas, políticas y culturales para el total desarrollo del individuo; y el fascismo es un sistema que, independientemente del nombre que adopte, subordina al individuo a procesos extraños y debilita el desarrollo de la genuina individualidad.

   Existe una contradicción entre economía planificada y la cooperación activa de cada individuo. Una economía planificada requiere de centralización, de una burocracia que administre esta máquina centralizada. Por otra parte, la cooperación activa individual y de pequeñas unidades de todo el sistema requiere de una gran cantidad de descentralización. La gran tarea, entonces, es combinar coherentemente centralización y descentralización. Lo cual se hace con el interés real de cuidar los intereses de los seres humanos, y abriendo espacios para innumerables economías independientes. 

   Hoy –como lo podemos ver claramente- tal espacio ha disminuido porque sólo un grupo muy pequeño ejerce la iniciativa individual. Y el objetivo de que todo el carácter social pueda ser libre, es algo que sólo será posible sobre la base de un esfuerzo racional y concertado de toda la sociedad, y con una cantidad de descentralización que garantice una cooperación real, genuina y activa, y control por parte de las unidades más pequeñas del sistema. 

   El hombre debe adquirir dominio de la sociedad y subordinar la máquina económica para los propósitos de la felicidad humana, porque sólo participando activamente en el proceso social superará lo que lo lleva a la desesperación, ahí donde sufre más al ubicársele como un autómata vacío y sin sentido. 

   Vencer a cualquier tipo de autoritarismo será posible sólo si la democracia no retrocede y toma la ofensiva para alcanzar la meta de quienes lucharon por la libertad a través de los siglos. Las fuerzas nihilistas caen por la fuerza de la fe, de la vida y de la verdad, por el peso de las ideas (más que por su alcance), ya que las ideas son fuerzas poderosas cuando responden a necesidades humanas específicas, adaptadas para las tareas objetivas que el individuo debe realizar en una sociedad funcional.

   Los cambios de las condiciones sociales generan nuevas necesidades y ansiedades. Estas nuevas necesidades generan nuevas ideas que tienden a estabilizar e intensificar el nuevo carácter social que determina las acciones del hombre. Es decir, las condiciones sociales influencian los fenómenos ideológicos por medios del carácter, no es el resultado de adaptación pasiva a las condiciones sociales, sino una adaptación dinámica sobre la base de elementos que son biológicamente inherentes a la naturaleza humana, o que se han vuelto inherentes como resultado de la evolución histórica.

   El hombre moderno, en vez de ser empujado a obedecer lo que le ordenen, es impulsado a trabajar duro por una compulsión interior, una autoridad interior de consciencia y deber que opera más efectivamente en controlarlo a él, como jamás podrá hacerlo cualquier autoridad externa.

   Este hombre también cree en ideales como la verdad, la justicia y la libertad, aunque sean frecuentemente meras frases o racionalizaciones, pero que pueden ser luchas genuinas, ya que cualquier análisis que no trate con ellas como factores dinámicos es falaz. Estos ideales no tienen carácter metafísico; están enraizados en las condiciones de la vida humana, y en el presente contienen una abundancia de problemas morales. 

   Los actos de libertad son también siempre un fenómeno de abundancia. 

viernes, 7 de octubre de 2016

EL PRESIDENTE SALIENTE PERDIÓ EL TREN DE LA ÉTICA



“Eso es robar” es un juicio de valor (apropiadísimo para el chavismo y su presidente saliente), ya que “robar” quiere decir lo mismo que “tomar incorrectamente”. Por otra parte, la presencia de un puro valor-palabra no es una marca infalible de juicio de valor. “El tren debió llegar ya a esta hora”, dicho a distancia de la estación y en ignorancia de los hechos reales, es sólo rudimentariamente evaluativo, significando simplemente que es razonable creer que el tren ha llegado. Y en cuanto al presidente saliente y el chavismo, el tren de la ética nunca llegó. 


EL PRESIDENTE SALIENTE PERDIÓ EL TREN DE LA ÉTICA
-Alberto Rodríguez Barrera-

     Al igual que la persistencia del oficialismo casi que rogando para que la oposición declarara que respetaría cualquiera que fuese la decisión del “árbitro” CNE o de la misma manera en que el chavismo zafio acusa de violencia a los pacíficos manifestantes de la oposición, la ética sigue siendo una de las primeras y más graves bajas del presidente saliente, cuya diarrea de odios e insultos desparrama indiscriminadamente, como si fuera la razón de ser de su gobierno o la única defensa posible del monumental fracaso de su robolución.

     Así es que el presidente saliente llega al reino de la falsificación, magno escudo encubridor que delata el abuso y la rapacidad canalla, como sin duda quedará retratada su gestión ante la historia. 

     La ética, esa rama de la filosofía que investiga la moralidad y -en particular- las variables del pensamiento por las cuales la conducta humana se guía y puede ser evaluada, no es más que pamplinas para el presidente saliente, como otras realidades que acostumbra a enfocar a la inversa, como lo contrario a lo que es, a la diabla. Para el 99 por ciento de sus descalificados voceros, la ética ya es también algo sin significado ni justificación en sus acciones, para ellos lo correcto y lo incorrecto son elementos de utilería para manejar a conveniencia. (Tal es el caso, de paso, con los cuatro gatos que tienen regados de a poquito por el país y que pagan y empaquetan en autobuses para transportarlos a sus octavitas caraqueñas, buscando hacer creer que tal bultico escuálido representa el apoyo de las mayorías nacionales.)

    Ya es política oficial del presidente saliente la sustitución de virtudes por vicios; lo digno de alabanza no existe y los créditos valiosos van todos para sus agentes vueltos campeones de la distribución realenga de inculpaciones hacia los demás; olvidados del bien y el mal, ya ni siquiera atienden e ignoran las consecuencias que su degenerada moralidad genera. Y cada vez que el presidente saliente se asusta, por el destruccionismo de sus propias irracionalidades, sus amenazas reaccionarias salen de su jeta como vomitivos de baja ralea. 

    El problema fundamental de la ética –que es si las afirmaciones morales son realmente declaraciones de hechos, verdaderas o falsas, como parecen ser gramaticalmente- es algo que los tiene sin cuidadoal presidente saliente y a sus adláteres; da lo mismo lo que sea que fuese cualquier cosa, les rueda, se desatiende, es otra cosa la bastardizada desintegración que los motiva. Para nada importa si declaran sobre un hecho como algo cierto o falso, son militantes de la falacia consuetudinaria cuya corona es la mentira, y como en toda emotividad farsesca lo que diga y haga el presidente saliente le interesa más como orden de mando a ser cumplida sin chistar que como expresión de algún razonamiento coherente, justificado, ético.

    Del presidente saliente no se puede esperar la visión medianamente correcta de los hechos que suceden en la realidad, tampoco le interesan las afirmaciones empíricas sobre las características observables que podrían conducir a la felicidad general, que es lo que mantienen los naturalistas éticos. ¿Le interesa lo a priori de todo ello, la posición de los racionalistas éticos? ¿Existe tal cosa como el radicalismo ético? ¿Tiene conciencia de los problemas concernientes a la relación que los conceptos morales mantienen entre ellos? ¿Lo correcto de las acciones pueden ser algo que se infiera por sus consecuencias? ¿La virtuosidad de un motivo debe ser inferida de las acciones que típicamente precipita? (¿Qué hay de todo ello en la militarización deshonrosa, la justicia desvirtuada, el culto a la personalidad, el triunfo de las balas...? )

    El presidente saliente tampoco distingue el valor moral de los valores de otros tipos; estéticos, técnicos, prudenciales, hedonistas... ¿Es marca diferencial la naturaleza fáctica (basada en los hechos, verdadera) de los fines por referencia, con los cuales los mandatos morales se justifican, como la felicidad de la humanidad en general, o es el carácter formal de los mandatos mismos?
El presidente saliente enfrenta el problema de las condiciones bajo las cuales los juicios morales pueden ser apropiadamente aplicables a la conducta. ¿Para ser moralmente responsable, estar sujeto a las sanciones de culpa y castigo, debe un agente ser libre en el sentido de que sus acciones son sin causa, o es suficiente que lo que hizo no estaba totalmente causado por factores que no pueden influenciar las sanciones? Sorpresas te da la vida, dijo el cantante. 

    En ética existe algo llamado falacia naturalista que se refiere al error de definir “bueno” en términos de expresiones empíricas ordinarias, tales como “placentero” o “deseado”, o de dar cualquier análisis de “bueno” para definir su significado. Por encima de análisis de falacias, estaría el intuicionismo ético, donde se toma lo bueno como una característica del estado situacional que no puede ser discernido por observación empírica ordinaria, sino que sólo por una facultad moral autónoma. Según ello, se da pie a un punto de partida negativo para el emocionalismo y otras teorías éticas que clasifican a los juicios de valor* como una forma del discurso que no es de proposiciones. Esto es el chavismo: falacias, emotividades y carencia de proposiciones.

     *Juicio de valor: una afirmación que asevera o implica que algo, una persona o situación, es buena o mala, donde una acción debería o no debería ser tomada. Los juicios de valor no necesitan contener explícitamente el puro valor-palabras: bueno, malo, correcto, incorrecto, debería, y otros obvios sinónimos y afines. “Eso es robar” es un juicio de valor (apropiadísimo para el chavismo y su presidente saliente), ya que “robar” quiere decir lo mismo que “tomar incorrectamente”. Por otra parte, la presencia de un puro valor-palabra no es una marca infalible de juicio de valor. “El tren debió llegar ya a esta hora”, dicho a distancia de la estación y en ignorancia de los hechos reales, es sólo rudimentariamente evaluativo, significando simplemente que es razonable creer que el tren ha llegado. Y en cuanto al presidente saliente y el chavismo, el tren de la ética nunca llegó. 

VOLVERÁN SIEMPRE LOS VALORES PISOTEADOS


Pese a los límites ideológicos impuestos por la sociedad de esclavos en que él vivía, le corresponde a Aristóteles el duradero crédito de que reconoció la trascendencia característica de todos los sistemas políticos y sociales; de que tienen que involucrar una anterior consideración de algún principio o estándar del bien, y que la política, por tanto, presupone un sistema de ética... Aristóteles comprendía que el hombre contiene dentro de sí mismo las semillas del bien y del mal. Se preocupaba más por sugerir las condiciones que exaltarían el bien y reprimían el mal. Eso es quizás lo más importante que la Política nos ofrece a todos hoy: enfrentar a las cosas como son y hacer lo mejor posible para corregir los abusos. Esto es realismo, y no el más cerrado sentido platónico.


VOLVERÁN SIEMPRE LOS VALORES PISOTEADOS
-Alberto Rodríguez Barrera-

   El lector moderno resuelve el dilema sobre las clases de esclavo y amo existente en tiempos de Aristóteles recordando que la esclavitud hizo posible el florecimiento del Helenismo en el mundo antiguo. Sin la esclavitud no hubiese existido ningún estado griego, ningún arte o ciencia griega, ningún Imperio Romano. Y sin Helenismo e Imperio Romano, no hubiera podido ser ninguna civilización moderna. 

   La esclavitud en aquél período representó un gran paso adelante, un bárbaro y casi bestial medio mediante el cual el hombre se extrajo a sí mismo de entre las bestias. El lector que se preocupa con la afirmación de Aristóteles de que toda la sociedad humana debe fundamentarse sobre el principio de la esclavitud, además de preocuparse también por las intenciones del chavismo, podría igualmente reprocharle a los griegos su carencia de antibióticos y de poder nuclear.

   Pese a los límites ideológicos impuestos por la sociedad de esclavos en que él vivía, le corresponde a Aristóteles el duradero crédito de que reconoció la trascendencia característica de todos los sistemas políticos y sociales; de que tienen que involucrar una anterior consideración de algún principio o estándar del bien, y que la política, por tanto, presupone un sistema de ética. Este concepto, como se verá también en la Poética, se observa a través de todo el pensamiento de Aristóteles. Deja claro que no sólo cuestiones ordinariamente reconocidas como morales sino cada problema de la política es, en cada sentido real, un problema moral, una visión a la que cada filosofía científica moderna, después de siglos de preocupación con el concepto tradicional de la virtud, está lenta pero inevitablemente regresando.

   La discusión de Aristóteles de los estados ha influenciado todo el pensamiento político moderno a través de su concepto de qué constituye un buen o un mal estado. Un buen gobierno, dice, es la libertad bajo la ley. "Los gobiernos que tienen consideración por el interés común están constituidos bajo estrictos principios de justicia, y aquellos que consideran sólo el interés de los gobernantes son despóticos".

   Aunque cree que el hombre nunca logrará una forma perfecta de gobierno, Aristóteles postula tres formas de buen, o tolerable, gobierno: reino, que define como un estado en que una persona gobierna por el interés común; aristocracia, el gobierno de los mejores por el interés común; y mancomunado o de comunidad, "la más tolerable forma de gobierno", representado por la democracia constitucional de hoy, en que los ciudadanos administran el estado por el interés común (como no es el caso con el chavismo hoy).

   Todos los malos gobiernos, continúa Aristóteles, son meramente perversiones de estas tres formas básicas. Los reinos degeneran hacia tiranías cuando la monarquía se vuelca a servir sólo al interés del rey y sus satélites; las aristocracias degeneran hacia oligarquías cuando los ricos se vuelcan para gobernar en su propio interés; y hasta las mancomunidades degeneran hacia la tiranía del gobierno del vulgo, "una tiranía no menos temible que el gobierno de los pocos".

   Para evitar estas formas de degeneración gubernamental, Aristóteles proponía moderación, restricción y temperancia en cada nivel. Un hombre que actúa virtuosa y honorablemente y que ejecuta las tareas más nobles para el bienestar común puede encontrar una gran satisfacción tanto para sí mismo como para "la gente que se asigna a sí misma la parte más grande de la riqueza, honores y placeres corporales". Como total antiimperialista después de su desengaño con Alejandro, Aristóteles predica que hasta las naciones tienden a perder su virtud nacional y todas las características de su cultura cuando se sobrepasan políticamente.

   El Aristóteles de la Política es primordialmente un hombre racional, ansioso para la observación y la ponderación, creyente de que la virtud consiste no necesariamente en moralidad absoluta, pero en pensamiento razonable; y que el pensamiento razonable ocurre no sólo a alguien sentado en algún lado de la soledad, sino que también se deriva del continuo cruce-fertilización de las ideas y de una observación interminable.

   Aristóteles comprendía que el hombre contiene dentro de sí mismo las semillas del bien y del mal. Se preocupaba más por sugerir las condiciones que exaltarían el bien y reprimían el mal. Eso es quizás lo más importante que la Política nos ofrece a todos hoy: enfrentar a las cosas como son y hacer lo mejor posible para corregir los abusos. Esto es realismo, y no el más cerrado sentido platónico.

miércoles, 5 de octubre de 2016

MARIPOSAS POR ENCIMA DE LOS ASESINATOS O DEL SUBDESARROLLO AL ANTIDESARROLLO


...la acción política eficaz comienza con la realidad, no con la ideología; la verdadera rebelión no busca una justicia absoluta ni una libertad imposible; y que se aproximará a sus metas sin conflictos con la solidaridad humana; y el rebelde, reconociendo la relatividad de sus conocimientos, no sacrificará a los hombres vivos por una promesa de ideal futuro.
El castromadurismo promete un futuro que no puede alcanzar y sacrifica la vida presente de los venezolanos llevándonos del subdesarrollo al antidesarrollo, y contoneándose con la coquetería de un mariposeo que no tiene ningún efecto...


MARIPOSAS POR ENCIMA DE LOS ASESINATOS 
O DEL SUBDESARROLLO AL ANTIDESARROLLO
-Alberto Rodríguez Barrera-

“Y todos vemos que los hombres se agarran de la vida aun al costo de soportar grandes infortunios, porque encuentran en la vida dulzura y felicidad naturales.” 
Aristóteles

     En los tiempos de estancamiento que desde su llegada al poder le ha impuesto el castrocomunismo a Venezuela, caracterizado por un fracaso monumental que omite la palabra desarrollo, se exalta más una verdad que muchos parecen ignorar: entre 1958 y 1998, los famosos cuarenta años de democracia, obtuvimos un desarrollo social y económico –en tan grande escala y extensión- como en ningún período anterior de nuestra historia. La exacerbación crítica hacia ese período contiene una sola verdad: no se logró todo lo que debía haber realizado, pero se logró un desarrollo integral que nadie esperaba, que realmente ocurrió y que batió todo record previo. 

      Tras el saqueo de los 10 años de militarismo del dictador Marcos Pérez Jiménez, tan parecido a la actual voracidad del castrocomunismo, Venezuela llegaba más allá de la primera mitad del siglo 20 sin industrias, sin gente entrenada e instruida, sin siquiera producir un litro de petróleo porque no había una sola empresa petrolera nacional, ni hablar de refinerías, petroquímicas, infraestructuras de salud, comunicaciones, etc.; algo sumamente diferente a lo que encontró el castrochavismo cuando arribó al poder, cuando ya PDVSA figuraba entre las empresas petroleras más efectivas del mundo, como no lo es hoy. 

     En aquellos años y hasta el presente, lo que no se desarrolló en todas partes del planeta fue el comunismo, ya que ahí se dio el “antidesarrollo”; ahí el tiempo se detuvo en un estancamiento, a la espera de su caída. Pero Venezuela surgía de la nada heredada en más de un siglo de ineficiencia militarista, aunque no se llegó a la derrota de la pobreza, ya que esto sólo es posible cuando se conquista el desarrollo económico plenamento. Y a Venezuela había que integrarla con herramientas básicas ausentes: sistemas de comunicación, salud, educación...

     Es lo que llamamos la “alfombra roja” sobre la cual se posó el castrochavismo, cuya única obra anterior fue el golpismo y sus muertos. Con las manos vacías, las alforjas sin talento y una lengua larga, el grupito rústico y escaso de conocimientos, conformado por los últimos de la clase y las ambiciones de la frustración, inició la aplicación de su “plan sovietizante”. La planeación soviética era el estilo que –desde 1990, cuando cayó- demostró al mundo que su crecimiento no eran más que ficciones de la fantasía y de la imaginación burocrática. Ejemplos: la URSS, después de 70 años de comunismo, estaba por debajo de la mayoría de los países del Tercer Mundo en todas las categorías de salud; Cuba, después de más de medio siglo, hoy produce menos que antes de Castro; Checoslovaquia, antes de ser sometida al plan soviético, igualaba a Alemania Occidental en productividad y tecnología, por encima de Francia, pero luego de décadas de comunismo –y sin haber sufrido sus industrias daños tras la Segunda Guerra Mundial- la producción checa por obrero bajó a menos de la cuarta para de Alemania Occidental o Francia, que sí sufrieron daños debido a la guerra... Con la planeación soviética, la productividad se va al demonio porque asigna los recursos equivocadamente, y tampoco los coordinan. Al ocuparse más de la politización burocrática y militar, destruyen, impregnándose de corrupción y precipitando la inflación.

     Porque la mecánica del castrocomunismo, heredada de fracasos comunistas para ellos invisibles, yerra en lo que es “estadísticamente significativo”; es ahí donde lo que es macro se vuelve micro, y el resultado es una evidencia de su incapacidad para lidiar con las complejidades de la Venezuela que requiere del desarrollo. La teoría de la complejidad, que es la que más rápido crece en las matemáticas modernas, no entra en la fanatización cerebral del castrofascismo. La teoría de la complejidad ha demostrado con rigurosas pruebas, que los sistemas complejos no admiten predicción, y que son controlados por factores que no son estadísticamente significativos, y es lo que se conoce como el “efecto mariposa”: un teorema caprichoso pero matemáticamente riguroso y probado demuestra que el aleteo de una mariposa en el la selva amazónica puede determinar y determina el tiempo que va a hacer en Chicago algunas semanas o meses después. Esto implica que en los sistemas complejos, el “clima” es predecible y tiene gran estabilidad; pero el “estado del tiempo” es impredecible y es totalmente inestable. 

     Aunque a veces se crea que el “mariposeo” es una exclusiva del castrofascismo, la realidad del castromadurismo es que excluye todo lo “externo” y su carencia de sistema los lleva al caos. Por eso los intentos de controlar, dirigir y regular la economía no les dan resultados. No han entendido el “efecto mariposa”. Y por contraste, sus maripositas son teñidas de rojo sangre...
Cabe recordar aquí a Albert Camus, el ensayista y artista rebelde que también superó y se alejó del comunismo, cuando afirmaba que la rebelión debe estar basada en la aceptación de límites, el rechazo a la injusticia y tener una medida para lo que consiente. Primero, Camus creía necesario reconocer la imperfección del hombre, más cuando fundamenta su ideología sobre culpas absolutas, sin comprender su irracionalidad y aspirando a dirigir el curso de la historia. La segunda fuente de medida es conseguir un balance entre la naturaleza y la historia, entre el mundo que el hombre consiente y sus intentos por cambiarlo. Para Camus, la acción política eficaz comienza con la realidad, no con la ideología; la verdadera rebelión no busca una justicia absoluta ni una libertad imposible; y que se aproximará a sus metas sin conflictos con la solidaridad humana; y el rebelde, reconociendo la relatividad de sus conocimientos, no sacrificará a los hombres vivos por una promesa de ideal futuro.

     El ccastromadurismo promete un futuro que no puede alcanzar y sacrifica la vida presente de los venezolanos llevándonos del subdesarrollo al antidesarrollo, y contoneándose con la coquetería de un mariposeo que no tiene ningún efecto...