viernes, 30 de septiembre de 2016

EL CHAVISMO, FALLA DE EDUCACIÓN, INTELIGENCIA Y AMOR





La “educación” que el chavismo pretende uniformar con tintes rojos es “política”, cosa que es igual a “insuficiente escolaridad”, que no genera “ilustración” y que –por el contrario- tiene una marcada preferencia por los fracasados, los desertores escolares, los deficientes de segunda y los problemáticos, que se acomodan al facilismo del dinero sin estudiar, atropellando su dignidad. Lo que realmente camina por América Latina y el mundo no es una espada, es la necesidad ineludible de “moral y luces”, tanto en técnicas superiores como universitarias, una ampliación del trabajo basado en conocimientos, para todas las áreas del acontecer social.

EL CHAVISMO, FALLA DE EDUCACIÓN, INTELIGENCIA Y AMOR 
(HAY UN NUEVO DAMINO DIFERENTE)
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Cuando las personas son omitidas, los hombres juzgan erróneamente. 
La razón es que están pasando juicio sobre ellos mismos, 
y la mayoría de la gente son malos jueces de sus propios casos.”
Aristóteles 

     Así como antiguamente los campesinos, agricultores y criadores de ganado eran la civilización, y así como en tiempos de Marx y Engels se profetizaba, antes que diagnosticar, que el grupo social más numeroso –los obreros- tendría su “auge y caída” para dar paso al comunismo, la evolución real ha demostrado que las cosas cambian, y no como las predijeron. Para 1950, en realidad, los obreros y sus sindicatos llegaron a ser la fuerza política dominante en todos los países desarrollados no comunistas; y para los años 70 (y hasta la actualidad) el obrerismo y el trabajador industrial ya estaban en el camino de ser sólo el 10 por ciento de la fuerza laboral. Hoy, hasta el papel de los sindicatos anda por nuevos caminos.

     “Culpable” de esta reversión de los pronósticos politizados ha sido el camino de conocimientos que la humanidad adoptó. No era trabajando más duro y por más horas que los obreros saldrían adelante. Era/es trabajando en forma más inteligente, aplicando la educación y los conocimientos. Lo que derrotó a Marx y al marxismo fue el enorme aumento de la producción, que incrementó los jornales de los obreros rebajando al mismo tiempo los precios de los productos, aumentándose su demanda, triplicándose los ingresos; descartándose la teoría marxista de “proletarios explotados” se abrió así el camino para pasar a la clase media, cosa ajena también al concepto prevaleciente entonces de “burgueses”. Es decir, de los trabajadores manuales se pasa a los trabajadores ilustrados, porque no fueron los “robots” sino los trabajadores con conocimientos y sus procesos de producción más organizados lo que incrementó los empleos de clase media que está creando este proceso; y son muchos más los empleos de obreros que se están perdiendo. Marx pareció no contar con la educación de abajo para arriba, desvío similar a la educación “por un solo tubo” que pretende el chavismo.

     La “educación” que el chavismo pretende uniformar con tintes rojos es “política”, cosa que es igual a “insuficiente escolaridad”, que no genera “ilustración” y que –por el contrario- tiene una marcada preferencia por los fracasados, los desertores escolares, los deficientes de segunda y los problemáticos, que se acomodan al facilismo del dinero sin estudiar, atropellando su dignidad. Lo que realmente camina por América Latina y el mundo no es una espada, es la necesidad ineludible de “moral y luces”, tanto en técnicas superiores como universitarias, una ampliación del trabajo basado en conocimientos, para todas las áreas del acontecer social.

Porque tampoco se trata de dejar atrás (o encumbrar) a quienes no han aprendido a aprender. La tarea que sigue siendo impostergable realizar en Venezuela es la aplicación de conocimientos y la dotación de productividad, dignidad y oportunidad a los oficios manuales realizados por trabajadores no calificados, a todo nivel. La meta aquí –como es la tendencia a nivel mundial- es avanzar y crecer para hacer del trabajador no calificado la mayor de las minorías. Nuestro desarrollo debe fundamentarse en la adquisición de conocimientos, porque el capital humano es el verdadero capital.

     Ahí donde el chavismo aun cree que el capitalista es el hijo pródigo y preferido del capitalismo, ignoran que el capitalista es muy anterior al capitalismo. La economía industrial tuvo sus primeros hijos en los obreros, principales beneficiarios de la economía moderna, que los encaminó a la clase media en ingresos, posición social y poder político, sin que necesitaran mejores habilidades o conocimientos, trabajando mucho menos duro y durante menos horas que los obreros de cualquier época anterior. Hoy y hacia el futuro, no podemos permitir que quienes carecen de conocimientos sean convertidos en hijastros, como pretende el chavismo en su “paternalismo misericordioso” y su versión invertida del “amor”.

     Los trabajadores y sus organizaciones deben revisar su función y reinventarse como órgano que vela por el potencial, la realización y la optimización de los recursos humanos en general; los sindicatos deben representar a sus empleados contra la estupidez, la arbitrariedad y los abusos del poder administrativo; como un “ombudsman” pro-productividad y calidad, para mantener a las empresas competitivas, conservar empleos y equilibrar ingresos; como agencias de cambio humano, sus caminos idóneos no son de negocios ni gubernamentales. Aquí el potencial no tiene ánimo de lucro, esa gangrena del chavismo particularizado.

     La pobreza debe combatirse urgentemente, con el incremento de conocimientos en torno a lo que no contiene ánimo de lucro, con iniciativas y organizaciones no gubernamentales cayéndole “en cayapa” para su alivio y erradicación. Priorizando, por ejemplo, las problemáticas de alimentación, empleos, salud y seguridad, estas luchas deben compactarse como una fuerza especial, integrando escuelas, colegios, universidades, instituciones filantrópicas locales, nacionales, internacionales, grupos comunitarios de servicios, iglesias, empresas, voluntariados, gremios, misioneros… Tales acciones, además, llevan implícitas plataformas generadoras de empleos, remunerados y no remunerados.

   Esta es una fuerza que está al alcance de la mano de manera inmediata y que el chavismo ha espantado de sus predios. Porque “sin ánimo de lucro” significa cambiar al ser humano, o sea: llegar a los pobres con efectividad, principios, habilidades y respeto. A diferencia del chavismo que trabaja por la dependencia gubernamental, centralizada y vaga, nuestro desarrollo humano debe abrirse y llevarse a cabo por vía de una comunidad integrada, con el empuje de las organizaciones autónomas que ya están a mano. El amor inteligente va más allá de las palabras huecas.

jueves, 29 de septiembre de 2016

CHAVISMO : DEL DETERIORO A LA DEGENERACION


Para el mundo está muy claro que el “gobierno” no puede financiarse hasta el infinito clavándole impuestos sin fin a la gente, menos para refinanciar tantos fracasos.
La realidad regresiva del chavismo retoma actividades inútiles, comprometidas con el ayer, con lo obsoleto, con lo que ya no es ni puede ser productivo. Creen que lo fracasado “es para siempre”, reinstalable, irremediable. Su método “alternativo”, con recursos escasos de hombres y dinero, es “absoluto” y “sagrado”, razón por la cual refinancian y duplican la reinyección del despilfarro, demostrando cuán poderosas son las fuerzas del mal; y encima de todo tienen las bolas de acusar de “traición” y “abandono de principios” a otros. 


CHAVISMO : 
DEL DETERIORO A LA DEGENERACION
-Alberto Rodríguez Barrera-

“…y mientras la definición precisa de cada ciudadano se aplica exclusivamente a él, existe, 
al mismo tiempo, una definición común aplicable a todos ellos.” 
Aristóteles 

     Cuando hablamos del chavismo pareciera correcto decir que son unos elefantes que no vuelan como los tucusitos, pero la verdad es que no vuelan en absoluto; exceptuando lo que hace su “presidente turista”. Tal afirmación sirve para entrar en el tema de lo que un gobierno puede hacer, que podría ser más coherente que el teórico debe hacer.

     En todo momento estamos conscientes, a diferencia del chavismo, de que en las sociedades contemporáneas el gobierno dejó de ser el centro único de Poder. Las sociedades de hoy encarnan más el pluralismo, con organizaciones no políticas enfocadas en realizaciones únicas, pero también con movimientos políticos pequeños con enfoques o intereses políticos específicos, únicos.

     Los venezolanos ya hemos visto pasar –en tiempos recientes y ahora más con el chavismo- los intentos por resolver la problemática social por vía del “carisma”, personas que encumbramos por votación popular, generalmente con una muy pequeña participación de la población. Pero hoy, más que antes, constatamos a diario y taladrantemente que esa tontería termina en resultados erróneos y en mal rendimiento, fatales en el caso del chavismo, cuya omnipotencia conjugan como regalo de los dioses para el culto a la personalidad.

    Adam Smith (The Wealth of Nations, 1776) planteó que el gobierno no puede manejar la economía debido a su misma naturaleza, aunque no negaba la competencia que tenía. Henry Spencer (The Road to Serfdom, 1944), como filósofo inglés liberal, fue un fervoroso opositor de los controles gubernamentales. N. F. Hayek, neoconservador, arguyó la incompetencia del gobierno, que amenaza a la libertad.

     La “privatización”, palabra inventada por Peter F. Druker (The Age of Discontinuity, 1969) para referirse a desposeerse el gobierno de empresas nacionalizadas, se aplicó con conservadores como Margaret Thatcher, Jacques Chirac y se hizo política oficial de China. Otra forma de privatización ha sido la contratación de particulares para encargarse de servicios públicos, por vía de licitaciones públicas, pagando el gobierno por: aseo, bomberos, cárceles, entre otros; son cosas que se pueden hacer, y que se hacen cuando la incompetencia llega a las evidencias de fracasos notorios, como los del chavismo con la basura, para mencionar uno de tantos.

     En el siglo 19 hubo casos de funcionamiento efectivo como el correo y los ferrocarriles en Europa, los seguros de salud en la Alemania Imperial, la compensación para los trabajadores en la Austria Imperial (Franz Kafka fue un administrador competente, “pese” a ser una gran novelista); y en el siglo 20 puede mencionarse el New Deal en Estados Unidos (Franklin Delano Roosevelt). Pero después de la Segunda Guerra Mundial, sólo Japón ha tenido éxito con programas gubernamentales, ya que en los demás países, democráticos y comunistas, han sido un desastre. En China, desde que privatizó la producción en sus granjas, aumentó grandemente la productividad de la noche a la mañana; en Suiza el servicio postal es excelente; en Estados Unidos los ferrocarriles, que no son del gobierno, funcionan eficientemente, como no es el caso en el resto del mundo.
    Para el mundo está muy claro que el “gobierno” no puede financiarse hasta el infinito clavándole impuestos sin fin a la gente, menos para refinanciar tantos fracasos.

     La realidad regresiva del chavismo retoma actividades inútiles, comprometidas con el ayer, con lo obsoleto, con lo que ya no es ni puede ser productivo. Creen que lo fracasado “es para siempre”, reinstalable, irremediable. Su método “alternativo”, con recursos escasos de hombres y dinero, es “absoluto” y “sagrado”, razón por la cual refinancian y duplican la reinyección del despilfarro, demostrando cuán poderosas son las fuerzas del mal; y encima de todo tienen las bolas de acusar de “traición” y “abandono de principios” a otros. Con ese bagaje, la actitud de “vencer o morir” se nos dio como “único camino” en el comunismo ruso, el nazismo alemán, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

     El símil con el abuso de las drogas es la misma horripilante perversidad: las campañas para suprimirlo fracasan y empeoran la situación, en “dolce far niente”, porque no se hace lo que se puede hacer: eliminar sus utilidades, legalizar las penas…

     Pero si los gobiernos no abandonan lo que no pueden hacer, tampoco deben incrementar la carga, como hace el chavismo irracionalmente, y menos cuando no contienen innovaciones. De ahí la necesidad de unas líneas de presiones políticas constantes, en todas las áreas de la sociedad, implacablemente, ya que la degeneración en marcha tampoco es algo que el gobierno puede hacer decentemente. Lo que el chavismo hace es lo que no puede hacer, y entonces distorsiona todo el sistema lógico, con aumento constante de gastos y disminución constante de la satisfacción y del desempeño.

     Los servicios oficiales, creados por razones y requerimientos básicos de la sociedad, degeneran cuando la acción del gobierno no sigue rígidas condiciones de utilidad, como son: que la actividad siga siendo la única forma de realizar determinada tarea; que no sobreviva a su utilidad y no continúe –adicionando “inventos”- ante el logro de su objetivo; que no se ponga al servicio de fines políticos, por muy laudables que sean; y que se conserve estrechamente enfocada en un servicio específico para el público.

     Dentro de lo que se puede hacer hay reglas que no admiten violación. En el instante en que dejen de observarse –como en las evidencias que deja el chavismo regadas por todas partes- la actividad se “politiza”. Y esto invariablemente significa el deterioro del servicio.

     Las violaciones del chavismo están pasando del deterioro a la degeneración.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

LO QUE EL CHAVISTA SOCIALISMO SALVACIONISTA IGNORA


Así la experiencia histórica del siglo 20 enfrentó a los socialistas con la necesidad no sólo de revisionismo, sino de la re-evaluación de las propias premisas del pensamiento socialista. Tal replanteamiento presenta la pregunta de si el socialismo puede preservar su identidad separada reteniendo aquellos valores con los cuales ha estado asociado. Y tanto en ésta como en otras tantas materias, el chavismo no es más que un juego de improvisaciones realengas que viajan en una carroza fúnebre hacia el vacío de la decadencia y el fracaso social. 


LO QUE EL CHAVISTA SOCIALISMO SALVACIONISTA IGNORA
-Alberto Rodríguez Barrera-

     Se llama estratificación social al proceso que ocurre cuando las desigualdades –físicas, de fuerza, riqueza, poder, etc.- se vuelven sistemáticas, se les da evaluación positiva y negativa, y se organizan en patrones que son reconocibles, aún cuando no aceptados, por la mayoría de los miembros de la sociedad. Ajenas al chavismo despatarrado, hay dos teorías generales de estratificación: la teoría funcionalista en que cada sociedad pone grados a sus actividades porque algunas funciones son valorizadas más que otras; y una teoría contraria, derivada de Rousseau, Proudhom y ... Marx, quien argumenta que el poder (no una necesidad funcional) es la base de la estratificación. 
     El sociólogo alemán Max Weber aceptó, en parte, la noción marxista de que estratificación es una manifestación de poder desigual en la sociedad, pero argumentó que la estratificación existe junto a tres diferentes dimensiones: económica, social y política. Algunos escritores afirman que la estratificación puede existir como necesidad funcional, y crear niveles de comando en una sociedad basada en competencia técnica, pero éstas necesitan ser convertidas en ventaja material y en relaciones explotables o de poder; éste es el fundamento para la teoría de la meritocracia*.

     El todo social es generalmente el más amplio contexto social dentro de un particular hecho social y requiere ser visto antes de que pueda ser eficientemente explicado o comprendido. En análisis sociológico, el concepto opera a diferentes niveles. Así, la significación total de una forma particular de matrimonio sólo puede ser comprendida dentro de su contexto más amplio de la familia y el sistema de parentesco; pero esto en cambio sólo puede ser comprendido dentro del contexto de las relaciones de propiedad, las doctrinas religiosas y rituales, la autoridad política y las provisiones de bienestar, de la sociedad como un todo. Este “todo de la sociedad”, otra vez, puede sólo ser completamente comprendido como parte de una más amplia área cultural o -habiendo sido fragmentada de, o habiéndose separado a sí misma de- una más amplia civilización. 

     Socialismo es un concepto con muchos significados. Pero generalmente entendido como un sistema social basado en posesión común de los medios de producción y distribución. En la teoría comunista, es la primera etapa en el camino para un completo comunismo. En los escritos socialistas, el socialismo difiere del comunismo por su adscripción a los valores éticos y democráticos, así como por el énfasis puesto en la distinción entre propiedad común y del Estado.

     En los años de 1830, cuando el término comenzó a utilizarse, el socialismo era heredero intelectual de la Ilustración, habiendo sido propagado por pensadores radicales** en el período que va desde la Revolución Francesa hasta el surgimiento del industrialismo.
     Las características utópicas demostradas por los seguidores del socialismo y sus primeros teóricos parecieron una contraparte secular de las actitudes salvacionistas de las eras religiosas. Más adelante, Engels afirmó que la teoría marxista trasladó al socialismo de lo utópico hacia la base científica. Pero es el comunismo revolucionario el que retuvo la tradición utópica; el movimiento socialista, sin descartarlo del todo, lo desconoció ideológicamente en la práctica. Esta es la raíz diferencial entre dos movimientos políticos que salieron de la misma tradición, ya que el utopismo salvacionista siempre ha estado conectado con la intolerancia y, por lo tanto, tiende a expresarse a sí mismo en prácticas políticas tiránicas. (Aquí también el chavismo pretende ignorar su esencia.) 

     Como fenómeno histórico, el movimiento socialista ha estado esencialmente confinado a la izquierda europea. En los países europeos, ha presionado exitosamente para la extensión del sufragio universal, reformas sociales, mejoras de las condiciones sociales y un más grande papel económico del Estado para controlar el mecanismo de mercado***. 
     Después de la Segunda Guerra Mundial, los partidos socialistas fueron suprimidos en los países de Europa oriental. En el tercer mundo, el movimiento socialista laboral tipo europeo no ha echado raíces: el socialismo se asoció al gobierno de un solo partido, y el concepto asiático o africano de desarrollo económico parecía más cercano a las ideas comunistas que a las socialistas. En Occidente, la experiencia histórica de los países comunistas hicieron menos atractiva la visión socialista de propiedad pública, y surgió el cuestionamiento sobre si el monopolio político no es un inevitable acompañante del monopolio económico. 

     Más recientemente, la idea de crecimiento económico****, tradicionalmente conectada con el pensamiento socialista, ha tenido que confrontar la comprensión general de la escasez global de recursos naturales y el prospecto de la explosión demográfica. El declive de la idea de progreso ha debilitado el impulso utópico que subyace en la visión socialista de una sociedad igualitaria y libertaria, forzando a muchos a preguntarse cuán compatibles son igualitarismo y libertarismo. 

     Así la experiencia histórica del siglo 20 enfrentó a los socialistas con la necesidad no sólo de revisionismo, sino de la re-evaluación de las propias premisas del pensamiento socialista. Tal replanteamiento presenta la pregunta de si el socialismo puede preservar su identidad separada reteniendo aquellos valores con los cuales ha estado asociado. Y tanto en ésta como en otras tantas materias, el chavismo no es más que un juego de improvisaciones realengas que viajan en una carroza fúnebre hacia el vacío de la decadencia y el fracaso social. 

*Meritocracia: 
gobierno por aquellos considerados poseedores de mérito; mérito es conjugado con esfuerzo-mayor-de-inteligencia, y sus poseedores son identificados a temprana edad y seleccionados para una educación intensiva apropiada, con una obsesión por cuantificación, resultados de pruebas y calificaciones. Los igualitaristas aplican la palabra a cualquier sistema elitista de educación o gobierno.

**Radicalismo:
tendencia a presionar visiones y acciones hacia algún extremo. Históricamente, el radicalismo siempre ha estado asociado con insatisfacción hacia el status quo y una atracción por cambios políticos y sociales básicos. Puede ser de izquierda o derecha. El término también es usado en sentido más amplio, como la disposición para retar visiones establecidas en cualquier campo de la actividad humana (artística, académica u otras).

***Economía de mercado:
variante moderna de libre mercado o libre empresa, donde los tres términos describen una economía en la que la mayor parte de las actividades de producción, distribución e intercambio son conducidas por individuos privados o compañías en vez del gobierno, y en lo cual la intervención del gobierno se mantiene al mínimo; es característica del capitalismo, con la producción total o substancial en manos privadas (en el socialismo son -total o substancialmente- propiedad colectiva). 

****Crecimiento económico: 
incremento en el tiempo del ingreso nacional real o en real ingreso nacional per capita; el uso no es uniforme entre estas dos alternativas, ni en estadísticas o escritos teóricos, pero el segundo es más usual. El concepto se refiere al crecimiento sostenido sobre un substancial período de tiempo, no a movimientos de ciclos de negocios o períodos más cortos. Generalmente es medido en términos de porcentaje anual.

lunes, 26 de septiembre de 2016

LA PUTREFACCIÓN DEL CHAVISMO MILITAR


El gasto “militar” en Venezuela, traducido en un chavismo impuesto en casi todas las áreas de la vida civil, trae implícito el estancamiento económico y la ausencia de desarrollo. Este es un gasto que se diluye en política interior y exterior, fundamentado exclusivamente en la supervivencia-imposición de su “verdad única”, autoengañándose como “escuela de la nación” (Mao). Tal situación tiene un valor mínimo para la vida y la economía civil; es una mala escuela para la sociedad civil; degenera en tiranía, corrupción y tortura. Así está demostrado en la historia mundial, porque tales “virtudes” nada tienen que hacer en el mundo moderno, sirviendo mucho menos para la “protección” de los militares.


LA PUTREFACCIÓN DEL CHAVISMO MILITAR 
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Existe un punto cercanamente aliado a lo precedente: 
si la virtud de un buen hombre y un buen ciudadano es o no es la misma.” 
Aristóteles 

     El tiempo pasa y la cosas cambian. Esta es una verdad tan potente, como todas las cosas sencillas, que sólo dejan de verla quienes se encierran, absortos en fines limitados o “fanatizados”, ajenos a la contemplación y la reflexión que requiere la vida que pasa, a veces quitándonos elementos esenciales de racionalización. Sucede así hoy con las “guerras” y las “armas”.

   Desde la guerra de Estados Unidos en Vietnam es una clara falsedad que la guerra sea “la continuación de la política por otros medios”, como afirmó en el pasado von Clausewits. Hoy en día, y en realidad, la guerra representa la derrota de la política. En el presente y hacia el futuro, las armas son contraproducentes, incluso militarmente. Porque cuando la guerra y las armas pasan a ser el amo de la política, como es el caso en el presente chavista, dejan de ser instrumentos de la defensa, del país y de la colectividad, cosa que sí es -efectiva e ineludiblemente- la política.
     La historia del mundo demuestra fehacientemente que las armas y las fuerzas militares –durante siglos sin cuento- han sido una carga y un desgaste de la economía y de la sociedad civiles. Desde los “caballeros andantes”, pagados por los campesinos, hasta los “robots” de hoy, pagados por los ciudadanos, han sido poco más que “utilidades relativas”.

     El mundo occidental utiliza la pólvora desde mediados del siglo 19, pero sólo fue 500 años después cuando comenzó a utilizarse para la minería, la construcción de túneles, carreteras y puertos. Entre los siglos 8 y 10, mientras los civiles inventaban el molino de viento y la rueda hidráulica, las primeras máquinas, y la vela para las embarcaciones marítimas, los barcos de guerra seguían siendo galeras impulsadas a remo durante otros 600 a 700 años.

     Hubo cambios radicales: desde el siglo 17 hasta el final de la Segunda Guerra mundial, la economía de guerra y la economía de paz marcharon en beneficio mutuo. En ese siglo los hombres inventaron el primer buque capaz de contener cargas considerables; era un navío de guerra, pero se convirtió en el primer transporte eficiente de carga, un adelanto tecnológico tan grande como la máquina a vapor, el computador, la biotecnología; y trajo la revolución industrial del siglo 18. De ahí y durante los próximos 250 años, la tecnología militar suministró nueva energía a la economía civil; de la misma manera la tecnología civil se aplicó a lo militar, en mayor cuantía; la primera universidad técnica –la Ecole des Ponts et Chausséses (1747)- generó la profesión de ingeniería y la aplicación sistemática de la ciencia y la tecnología al diseño y a la producción de bienes y servicios.
     Las grandes innovaciones de la economía civil encontraron aplicaciones militares: máquinas de vapor, el teléfono, el inalámbrico, el automóvil, el avión… Las guerras o lo militar, pese a la destrucción y el desperdicio, obtuvo (y obtiene) sus momentos cumbres al acelerar esos (y otros) desarrollos técnicos. Lo fructífero de todo ello es que la producción civil y la militar se hicieron intercambiables, integrando utilidades reales.

     Pero eso se acaba, termina, cambia y se vuelve inútil cuando los gastos militares se vuelven una sangría para la economía civil, como es el caso con el aparato o parapeto de “defensa” que el chavismo monta con multilateralidad, causando el atraso y el deterioro de nuestra economía, como anteriormente sucedió en Rusia, Estados Unidos, países latinoamericanos, y como no sucedió en Japón tras la Segunda Guerra Mundial: con una gasto militar mínimo generó su inmensa evolución.
     El gasto “militar” en Venezuela, traducido en un chavismo impuesto en casi todas las áreas de la vida civil, trae implícito el estancamiento económico y la ausencia de desarrollo. Este es un gasto que se diluye en política interior y exterior, fundamentado exclusivamente en la supervivencia-imposición de su “verdad única”, autoengañándose como “escuela de la nación” (Mao). Tal situación tiene un valor mínimo para la vida y la economía civil; es una mala escuela para la sociedad civil; degenera en tiranía, corrupción y tortura. Así está demostrado en la historia mundial, porque tales “virtudes” nada tienen que hacer en el mundo moderno, sirviendo mucho menos para la “protección” de los militares.
     En los países desarrollados de hoy, la guerra y las armas tienen otra dirección, ha cambiado o van cambiando hacia “opciones” y “contingencias” específicas, de acuerdo a cada situación, porque las armas no sirven como instrumento de política; el incremento del gasto en ellas es una estupidez, porque cambiar propósito por masa nunca funciona.

   Pero en el chavismo se quiere un monopolio de las “armas”, hoy conjugadas con medios comunicacionales y controles por “listas”, entre otros elementos, porque en el mundo nuclear, biológico y químico, de masivo poder destructivo, pareciera que para ellos la única alternativa es revivir un “ejército terrorista”, contra los ciudadanos y el mundo. Aquí no hay desarme ni pacifismo, sino una búsqueda guerrillera por todos los medios posibles; la intención gorila no cambia, no hay equilibrio para la disuasión.

   Con la “guerra” y con las “armas” que el chavismo habilita, creyendo sólo en su dominio por vía de la sumisión, no hacen más que “mear fuera del perol”, por más que incrementen su totalitaria artillería mediática. Nuestras fuerzas armadas, específicamente hablando, también deben rescatarse a sí mismas porque tienen un papel superior cuya política no es otra cosa diferente a la verdadera defensa de Venezuela y de los venezolanos, en armonía con unos tiempos que siguen y seguirán cambiando. Las necesidades sociales y económicas nos obligan a marchar en esa dirección, un camino con futuro, y eso nada tiene que ver con la destrucción ni con el engrandecimiento de una egolatría absolutista y corruptora.

     La línea a seguir es la de recuperar el equilibrio militar inteligente, ajeno a la piratería terrorista, que sólo podrá acabarse con el concurso de todos. “Defensa” ya no es posible, menos si se fundamenta en “represión”; las armas deben volver a ser un instrumento eficaz para bien de los venezolanos, de la sociedad, de la política coherente. Porque lo que más cambia, siempre, son las condiciones donde anida la putrefacción.

viernes, 23 de septiembre de 2016

COMUNISMO: NO MEJORA EL ENFERMO


Sin embargo, el marxismo no fue mejorado, mucho menos purificado; y las esperanzas que el chavismo ofrece en este sentido, alientan su desaparición.

COMUNISMO: NO MEJORA EL ENFERMO
-Alberto Rodríguez Barrera-

“A quien tiene el poder para formar parte de una administración deliberante y judicial de cualquier Estado, lo llamamos ciudadano de un Estado; y, hablando en general, un Estado es un cuerpo de ciudadanos sirviendo para alcanzar los propósitos de la vida.” Aristóteles

    Lo “diferente” del socialismo de Sartre es que estaba basado en la libertad, cosa que para los comunistas siempre es un problema, tal como incuestionablemente lo evidencia el chavismo. Los comunistas eran hostiles con Sartre, y él retribuía de igual manera. Sartre constituyó un partido propio en 1949 para adelantar la causa del socialismo independiente; fracasó y se hizo “compañero de viaje” del Partido Comunista francés, aunque no militante. En su libro Critique de la Raison Dialectique trata el tema del hombre en la masa, como opuesto al hombre como individuo; relaciones colectivas en vez de relaciones personales.

     Buscar oxigeno y revivir algún nuevo tipo de marxismo es algo común para los comunistas, que reconocen siempre la necesidad de “revitalizar” lo que la realidad acostumbra a dejar atrás, guardado en las experiencias fallidas. Sartre intentó darle prioridad al marxismo por encima del existencialismo. La fórmula fue: marxismo es “filosofía”, existencialismo es “ideología”. Y explicaba la distinción: las “filosofías” son grandes sistemas creativos que no pueden trascenderse hasta que la historia haya avanzado; los grandes momentos filosóficos del mundo moderno están representados por Descartes y Locke, luego por Kant y Hegel, y Marx. Al llamar al existencialismo “ideología”, Sartre lo define como “sistema parasitario que vive en los márgenes del conocimiento al cual en un principio se oponía, pero al cual ahora intenta integrarse”; integrarse al marxismo, tras lo cual el existencialismo no tendría razón de ser.

     De tal manera veía Sartre la modernización que tanto necesitaba (y necesita) el marxismo, que ya había perdido su base teórica, porque sus conceptos eran “diktats”; sus voceros muy abstractos, rígidos, fuera de contacto con la experiencia real; empantanados en filosofía y metafísica separadas, inconsciente de su propia teleología. Sartre quería que el marxismo se purgara del concepto materialista del determinismo y aceptara del existencialismo el concepto racional de la libertad humana. Sartre toma como texto propio la afirmación de Engels: “Los hombres hacen ellos mismos su historia, pero en un ambiente dado que los condiciona”. Sartre acentúa las palabras “los hombres hacen su historia”: son ellos quienes la hacen, no es la Historia –ni el Pasado- que la hacen. Ahí es que Sartre quiere que creamos que busca la purificación del marxismo, en vez de su disolución, por la asimilación de interioridades existencialistas.

     Las relaciones de masa sartreana presentan un contraste no sólo entre lo que Sartre dice y lo que generalmente dicen los escritores marxistas, también entre lo que Sartre dice aquí y sobre lo que dice sobre las relaciones personales en L’Etre et le néant. El conflicto ya no es una condición fundamental de las relaciones humanas; aún es visto como factor básico en la historia humana. De acuerdo a la antropología sartreana, las sociedades pasan de ser “colectivas” a ser “grupos”, de ser individualistas (“pluralidades de soledades” atomísticas) a ser enterizas unidades orgánicas. El proceso de fusión es dialéctico, y el grupo de mantiene junto no sólo por el juramento del contrato social sino por el Terror. Es la violencia, dice Sartre, lo que une al grupo hasta que se integra y adquiere instituciones. “La libertad comunal se crea a sí misma como Terror.”

     Sin embargo, el conflicto es ahora visto como una condición secundaria y curable. Sartre da una nueva razón para ello: la escasez. Es la falta de comida y otros materiales en el mundo lo que produce la lucha entre los hombres. Esto hace a la violencia comprensible y –por así decirlo- racional. Sartre ahora opone la visión de que el conflicto entre los hombres surge como fuerzas agresivas en la naturaleza humana misma, como piensan Hobbes, Freud y otros. Sartre reclama que no hay necesidad de guerra entre los hombres; y que tales guerras han sido sólo porque ha habido escasez. 

     “Toda aventura humana, al menos hasta ahora, es una lucha desesperada contra la escasez”, escribe Sartre. La escasez hace sospechar a los hombres, ya que cada cual teme que el otro traicionará el contrato social. Las relaciones entre ellos son inestables, aun cuando no estén en guerra. Además, las estructuras que los hombres imponen para escapar de la escasez a menudo se ponen en contra de sus inventores y empeoran el predicamento; situación que Sartre califica como “el Infierno de lo práctico-inerte”.

     Esta teoría es claramente muy diferente a la del marxismo ortodoxo, donde los hombres son vistos como criaturas de circunstancia, o de la Historia. Para Sartre los factores materiales o económicos siguen siendo cruciales, como son para todos los marxistas, pero él ve la historia como la creación de los hombres, eso es: la historia es el resultado de decisiones conscientes, y a veces de corto alcance, hechas por los hombres frente a los problemas de escasez y frente a los problemas que surgen de los intentos de nuestros ancestros por solucionar la escasez.

   La “crítica de la razón dialéctica” promete que hay una historia humana con una verdad inteligible. Es un libro excesivamente largo, tortuoso e intrincado; lleno de jerga desconcertante; carente de la elegancia de las obras anteriores de Sartre; perspicaz y espléndidamente racionalista.

     Sin embargo, el marxismo no fue mejorado, mucho menos purificado; y las esperanzas que el chavismo ofrece en este sentido, alientan su desaparición.

jueves, 22 de septiembre de 2016

EL CONFLICTO COMO SALIDA DEL CHAVISMO


El sadismo y el odio (aspectos de chavismo) representan la apropiación y la violencia; su idea de poder es capturar a la libertad, suprimirla; aquí la libertad se les escapa; se alienan por la libertad del Otro; el odio busca la extinción del Otro, cosa que no es posible, ya que nunca dejará de existir... Pero Sartre coge aire a ratos, como cuando afirma que “el reconocimiento de la libertad del Otro involucra el reconocimiento del Otro de nuestra propia libertad”. Pero ese aire parece cambiar cuando se le sale el chavista oculto y dice que “el respeto por la libertad del Otro es una palabra vacía...”


EL CONFLICTO COMO SALIDA DEL CHAVISMO 
-Alberto Rodríguez Barrera-

“Mientras estaban en guerra, por lo tanto, su poder fue preservado, 
pero cuando obtuvieron el imperio cayeron, porque de las artes de la paz 
no sabían nada, y nunca se habían comprometido 
con un empleo superior a la guerra.” 
Aristóteles

     Si el ser para uno mismo ya es complicado, el ser para otros puede llegar a ser una profesión: “existir para ser percibido”, como objeto para otra gente. Dice el filósofo: la consciencia propia existe para otros, y eso permite que existamos nosotros. Hegel dijo que “el camino hacia la interioridad pasa a través del Otro”. Sartre a su vez dijo que “el valor del reconocimiento del otro de mí depende de mi reconocimiento del otro”; la mirada de otra persona me vuelve un objeto, me “solidifica”, me da “carácter”. Y también quita la libertad.

     La otra persona es una consciencia que mira, e incluye juicios y evaluaciones. Un juicio “es el acto trascendental de una persona libre”. El hecho de ser visto me hace un ser sin defensas contra una libertad que no es unilateral; el ser visto por otra persona nos hace esclavos; mirar a otra persona nos hace amos; y soy un amo cuando hago que el otro dependa para ser en mi libertad. 

     Sartre lanza la opinión extrema y sombría de que todas las relaciones concretas entre la gente son formas de conflicto y lucha; y que es la vergüenza lo que nos prueba la existencia de otra gente; porque en vergüenza yo “reconozco lo que soy”. Aquí no se trata de perder la libertad para ser una cosa (como quiere el chavismo), sino de atribuirse un ser que se es para Otro. ¿Qué se hace ante esta situación?

     Sartre ve dos líneas de conducta: tratar de hacernos una especie de objeto en los ojos del otro de lo que deseamos ser; o podemos tratar de quitar la libertad del otro. Ambas son formas de conflicto: la primera encuentra su expresión extrema en el masoquismo, la segunda en el sadismo. 

     Si uno es lo que es porque otra persona me ve así, pienso que no quiero deberle mi ser de esa manera a otro; quiero que sea mío. ¿Cómo hacer esto? Una es absorber la libertad de la otra persona, dejando la libertad libre. Sartre llamó a esto “seducción”. El seductor, posando como un objeto, trata de capturar la subjetividad del otro, transformándose en objeto “fascinante”, con lenguaje fascinante; pero el lenguaje es un dispositivo incapaz de realizar tales fines; porque el lenguaje necesita ser entendido; es algo que el Otro debe interpretar en su propia realidad. 

     Por razones como ésta es que Sartre describía el amor como algo imposible de realizar: para que yo te ame hay que tratar de hacer que me ames, y viceversa; ambos somos confrontados por un infinito regreso; rechazamos prolongados ensayos de seducción mutua, pero estamos destinados a la frustración eterna, a veces ayudado por la aparición de un tercero. 

     Si el amor es una empresa imposible (como el chavismo lo inspira), aparece la desesperación del masoquismo, que también falla; es una presunción de culpa, consentir mi absoluta alienación; proporcionamos la ocasión para que el Otro sea culpable; mientras más trata el masoquismo de saborear su objetividad, más se sumerge en su subjetividad; hasta el hombre que le paga a una mujer para que lo azote la trata como un instrumento. Sartre une amor y masoquismo como intentos para asimilar la libertad del Otro.

     El deseo de cambiar puede intentar la indiferencia, una especie de “ceguera”. Muy inadecuada; sustentable mientras dure la mala fe; es ignorar lo que el Otro es; es un sentimiento de perpetua carencia y malestar, que indudablemente está ahí, como quien cierra los ojos; se pierde la necesidad de ser libre; ver sin ver; traición de uno mismo. De la indiferencia se pasa al deseo; voltear hacia el Otro y “utilizarlo como instrumento para tocar la libertad”; es como la sexualidad: una “necesaria estructura del ser”; no es placer, es deseo de un objetivo trascendente, consciencia que le da sentido al cuerpo. Pero para Sartre –socialista complejo- el deseo, el amor, el masoquismo y la indiferencia están destinados al fracaso.

     El sadismo y el odio (aspectos de chavismo) representan la apropiación y la violencia; su idea de poder es capturar a la libertad, suprimirla; aquí la libertad se les escapa; se alienan por la libertad del otro; el odio busca la extinción del Otro, cosa que no es posible, ya que nunca dejará de existir... Pero Sartre coge aire a ratos, como cuando afirma que “el reconocimiento de la libertad del Otro involucra el reconocimiento del Otro de nuestra propia libertad”. Pero ese aire parece cambiar cuando se le sale el chavista oculto y dice que “el respeto por la libertad del Otro es una palabra vacía...”

     Para Sartre hay algunas experiencias concretas en que descubrimos que no estamos en contra de otros, sino en comunidad con ellos: la experiencia de Mitsen o compañerismo. Pero tales sentimientos son despedidos por él como puramente psicológicos o subjetivos; porque no revelan nada sobre el ser como tal. Es totalmente inútil, concluye, que el hombre trate de escapar de su dilema: “Uno debe trascender al Otro o permitir que uno mismo sea trascendido por él. La esencia de las relaciones entre las consciencias no es el Mitsen; es el conflicto”.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

POR LA DEFENSA DE LA LIBERTAD


El autoengaño del chavismo causa angustia, abandono y desesperación porque no elige la libertad como un compromiso de todos, y a través de “controles” quieren decidir por todos, obviando el significado profundo y concreto de su responsabilidad. Así es que disfrazan su angustia o se alejan de ella, sin comprometerse con nada ni con nadie excepto con ellos mismos.


POR LA DEFENSA DE LA LIBERTAD
-Alberto Rodríguez Barrera-

“Porque en algunos Estados el pueblo no es reconocido ni tienen asamblea regular, sólo extraordinarias; y se distribuyen trajes...” Aristóteles

     Fue Hegel quien acuñó el término “libertad terrorista”, y a veces se le aplicó a las conclusiones sartreanas de L’Etre et le néant: a) que jamás lograremos, en nuestras relaciones con otra gente, el reconocimiento mutuo de la libertad de cada cual; b) que el principio kantiano de tratar a las otras personas como fines es insostenible; y c) que la esencia de las relaciones entre seres conscientes no es sólo el Mitsein (compañerismo, comunidad, mutualidad) sino el conflicto. Pero en L’Existentialisme est un humanisme, Sartre opina lo contrario: podemos y debemos respetar la libertad de otros; “No puedo hacer de mi propia libertad mi finalidad a menos que haga de la libertad de otros mi finalidad”. 

     En el mismo argumento introduce la noción de comunidad que había rechazado previamente. Aquí Sartre trata de explicar la visión de que la libertad es el fundamento de todos los valores, lo cual –simplemente- significa: “que las acciones de los hombres de buena fe tienen, como su sentido final, la búsqueda de la libertad misma como tal. Un hombre que pertenece a alguna sociedad comunista o revolucionaria desea ciertos fines concretos, que implican el deseo por la libertad, pero que la libertad es deseada en comunidad. Deseamos la libertad por la libertad misma, en y a través de circunstancias particulares. Y al así desear la libertad, descubrimos que ella depende enteramente de la libertad de los otros, y que la libertad de los otros depende de nuestra propia libertad”.

     El socialista pensante que era Sartre (contrastando con los “socialistas” no pensantes del chavismo) ligaba este punto de la interdependencia de la libertad con compromiso: “una vez que hay compromiso estoy obligado a desear la libertad de los otros al mismo tiempo que la mía”. Porque cuando un hombre escoge la libertad para sí mismo, la escoge para todos los hombres, ya que el propio acto de elegir y preferir confiere valor a algo; y al así crear valor, el hombre actúa en presencia de todos, como responsable ante todos.

     El autoengaño del chavismo causa angustia, abandono y desesperación porque no elige la libertad como un compromiso de todos, y a través de “controles” quieren decidir por todos, obviando el significado profundo y concreto de su responsabilidad. Así es que disfrazan su angustia o se alejan de ella, sin comprometerse con nada ni con nadie excepto con ellos mismos.

     La contradicción que está en el centro de L’Etre et le néant es que trata de sostener al mismo tiempo que los hombres son completamente libres y también que las relaciones con otros deben tomar una o dos formas muy limitadas y definidas. Y esto es muy ilógico. Porque si la teoría sartreana de las relaciones humanas es cierta, el hombre no puede ser enteramente libre; si fuera cierta no habría espacio para la conversión, “radical” o de cualquier tipo.

    Sin embargo, Sartre buscó la conversión, primero hacia la literatura y las relaciones personales para entrar en la esfera general de la política y la sociología. Dejó luego de escribir novelas y acentuó su producción de obras de teatro, cuyo trabajo se diferencia del novelista. El novelista se concentra en el análisis y la interioridad de la experiencia humana; habla como un hombre a un lector. El método del dramaturgo es dialéctico en vez de analítico. El dramaturgo se dirige a una especie de asamblea pública, su audiencia. La audiencia debe poner su propia interioridad en lo que ve y oye; es además un medio más efectivo para la expresión de ideas políticas; y aquí Sartre acuñó el término “literatura comprometida”, implicando el postulado existencial de que cada hombre es el creador de sus valores morales. Obviamente, el término significaba también “comprometida con el socialismo”, como si otro tipo de compromiso no pudiera ser genuino. 

    En la propia intensidad de su socialismo, Sartre reconoció su évasion, alejándose de las contradicciones de su análisis de las relaciones personales hacia una filosofía que no cuenta con los individuos sino con las masas. Sartre se fue haciendo más y más marxista con el tiempo, pero su existencialismo permaneció, no como un “nihilismo burgués” -como afirmó el marxista Lukács- sino en su afirmación de que el escritor debe ser libre para decir lo que desea y para un público que también debe ser libre para cambiar su estructura:

     “Así en una sociedad sin clases, sin dictaduras y sin estabilidad, la literatura terminaría haciéndose consciente de sí misma; entendería que forma y contenido, público y sujeto, son idénticos; que la libertad formal de decir y la libertad material de hacer se completan a sí mismas; que mejor manifiesta la subjetividad de la persona cuando traduce las más profundas necesidades colectivas y –recíprocamente- su función de expresar lo concreto universal a la concreto universal, y que su fin es apelar a la libertad de los hombres para que puedan realizar y mantener el reino de la libertad humana.”

LA VORACIDAD DINERARIA DEL CHAVISMO


La succión permanente y creciente, conjuntamente con la pésima distribución de los recursos, están minando la cohesión moral de la sociedad y produciendo un veneno político, el cinismo de la verdad única, la incitación a la dependencia absoluta del gobierno, esa “cubazuela” de la bancarrota donde los bienes de abajo sólo sirven para el lujo y los muy bien provistos privilegiados de arriba, que invierten la pirámide de la lengua para afuera, siendo tan sólo dignos del aplastamiento que los espera. 


LA VORACIDAD DINERARIA DEL CHAVISMO
-Alberto Rodríguez Barrera-  

“...debemos considerar si hay sólo una forma de gobierno o muchas, 
y si son muchas, qué son, cuántas son, 
y cuáles son las diferencias entre ellas.” 
Aristóteles 

     En las ciencias políticas ya es una especie de ley tácita que cualquier gobierno se hunde en la ineficiencia cuando se centra en la satisfacción de electorados diferentes, cuyos valores y exigencias son distintos, ya que se pretende arropar a todos con clichés únicos. Esta presión es la que ha llevado al chavismo a reiterar su ramillete de promesas, generalmente beneficiando a un grupo a expensas de otros. Mientras tales favoritismos ilógicos suceden, no hay capacidad para la prioridad que es mantener el orden, y se genera la inseguridad monumental que hoy nos rodea, donde los ciudadanos no duermen tranquilos y andan por las calles aterrorizados, en guardia ante la desesperación de ataques desaforados.

     El chavismo no abandona o descarta sus errores, los consolida y repite, los sigue manteniendo, los incrementa, los expande, los vuelve ilimitados, botando el dinero estúpidamente. Al asumirlo todo, todo se gangrena; y sigue creyendo que todo se compra con dinero. También hemos comprendido los venezolanos que el gasto descocado del gobierno ha empeorado las cosas. Y las ha empeorado en su incapacidad para proteger a los pobres y oprimidos, que es lo más triste. Como el fanatismo hace presa de la ignorancia, el chavismo no atiende a las zonas de pobreza suministrando empleos, alcantarillados, agua potable, transporte, escuelas, para así mantener viva la esperanza de una vida decente. Lo que ahí hay en cuanto a estas materias es lo que se hizo antes, con algunos pequeños detalles nuevos que tampoco han incrementado este fin. 

     Con verborradia y slogans no se modifican las condiciones sociales de los pobres. En esto, el fracaso del chavismo ha sido uniformemente desalentador; de hecho, ha superado todos los fracasos de gobiernos anteriores. En peores condiciones ahora, lo que ya eran condiciones de existencia escasa se han transformado en habitaciones del crimen, dominadas por el miedo, vándalos, suciedad. Los pobres se han vuelto más pobres, más desaventajados para valerse por sí mismos, ya que hasta los pocos favorecidos “con carnet” y subsidios personales asumen una dependencia que los paraliza y los deja sin energías para la lucha. A pesar del chorro de dólares petroleros y la succión exacerbada por vía de los impuestos, no hay redistribución idónea del ingreso ni se fomenta la justicia y la igualdad económica. 

     El propósito original de los impuestos, que era favorecer a los pobres con los aportes de los ricos, está sirviendo en el chavismo para el traspaso de los recursos hacia nuevos ricos; es una redistribución que no está determinada por la productividad. Porque otra verdad comprobada hoy es que más productividad genera menos desigualdad. El igualitarismo del chavismo trabaja por una nomenclatura ínfima que se reserva toda clase de privilegios, dándose a sí misma el nivel de vida e ingresos de los muy ricos. De ahí la inflación que expropia a la clase media y destruye la productividad. Los impuestos que pagamos los venezolanos generan todo tipo de efectos catastróficos, sociales y económicos.

     El chavismo, en su afán de succionar ilimitadamente a los venezolanos para aumentar sus rentas, desvía el flujo de ingresos de los gastos productivos hacia el gasto público improductivo, perjudicando gravemente a la economía. El aumento de las rentas del fisco deprime y produce la llamada “estanflación”, porque el gasto público del chavismo es una amenaza, una piratería fiscalista que va abriendo las puertas para una rebelión tributaria, una provocación para que la gente no trabaje y haga trampas, en retribución a las trampas que hace el gobierno. La “economía roja” se hace una “economía gris” peor que la del capitalismo más ineficiente.

     La succión permanente y creciente, conjuntamente con la pésima distribución de los recursos, están minando la cohesión moral de la sociedad y produciendo un veneno político, el cinismo de la verdad única, la incitación a la dependencia absoluta del gobierno, esa “cubazuela” de la bancarrota donde los bienes de abajo sólo sirven para el lujo y los muy bien provistos privilegiados de arriba, que invierten la pirámide de la lengua para afuera, siendo tan sólo dignos del aplastamiento que los espera. 
     La amenaza de un gobierno que no admite límites en sus actividades desnaturalizadas es evidencia de su incapacidad para generar cualquier tipo de cambio social. La vorágine en los billetes es más que un síntoma, es una rapiña que justifica la incredulidad que generan sus promesas reencauchadas. Ya los “estados gastadores” son una fea verruga de inconsciencia, ya que sus presupuestos y decisiones pasan por encima de los recursos disponibles para la idoneidad social y sólo obedecen a los deseos infinitos de apropiación lujuriosa, donde la voracidad sólo alcanza para pavonearse y regodearse –sólo ellos- en la titilante alfombra roja que tampoco fue de su hechura. 


martes, 20 de septiembre de 2016

EL PÉREZ JIMÉNEZ QUE CHÁVEZ ADORABA



Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, lo represivo estuvo unido a una gestión de gobierno desarticulada y bajo el signo de la inmoralidad administrativa. Detrás de obras de relumbrón había un aparato de propaganda que llegaba al exterior. Como si el progreso de Venezuela se hubiese puesto botas de 7 leguas. Pero la realidad estadística era otra. Todo el impulso que se le había dado al desarrollo sufrió de parálisis abrupta. El subconsumo humano en carne y leche regresó, se clausuró el Departamento Agropecuario de la Corporación Venezolana de Fomento y el Banco Agrícola, escasearon los créditos a la ganadería. Se hacían cosas en vértigo de hormigón y cemento, a un costo tres veces mayor a lo que costaría en Manhattan, orquestándose una danza de la ostentación e importándose la mayor parte de los alimentos. Para 1956, se consumía menos que en 1948. Múltiples informes estadísticos–de instituciones nacionales e internacionales- así lo delatan.

EL PÉREZ JIMÉNEZ QUE CHÁVEZ ADORA 
Alberto Rodríguez Barrera

    La disminución del poder adquisitivo de los venezolanos era resultado del estado de total indefensión en que se encontraban las clases trabajadoras. Sin libertades ciudadanas, sin derecho a organizarse para la defensa colectiva de sus intereses de productores, los obreros y campesinos fueron obligados a soportar un nivel de vida cada vez más bajo, repercutiendo negativamente sobre el desarrollo de la economía y de la sociedad. El salario volvió a quedarse por detrás de la continuada elevación del costo de la vida. Entre 1948 y 1953, el trabajador retrocedió, trabajó más, produjo más, pero percibió menos. Se le oprimía y extorsionaba más. Las estimaciones hechas por el Banco Central, comparando el apreciable impulso que recibió la economía venezolana durante la gestión administrativa de AD (1946-1949), se detuvo bajo el neofascismo castrense. Tales realidades negativas eran escamoteadas por la propaganda del régimen. En el Estudio Económico de las Naciones Unidas para América Latina (Informe de la CEPAL 1951-1952) se encuentran los números reveladores de la situación real del pueblo venezolano, al igual que en la Enciclopedia Británica. 

    En el desbarajuste castrense el crecimiento de los índices de producción de artículos “alimenticios” sólo se destacaban las bebidas alcohólicas. Un país abastecido de cerveza, ron y aguardiente mientras la producción de zapatos disminuía. La industria petroquímica tenía una morosa lentitud. Con el desmantelamiento de la Corporación Venezolana de Fomento, creada por AD para incrementar la producción no petrolera, se abandonaba a su propia suerte la intención crediticia del Estado hacia la agricultura, la cría y la industria. La Corporación se convirtió en instrumento de turbios negociados y combinaciones ilícitas, en beneficio de los capitostes del régimen. Ocultando las informaciones estadísticas serias y confiables, la dictadura prefería volanderas noticias, el engaño y la mentira. 

     En contraposición a la inversión para el desarrollo sustentable, se gastaban cientos de millones en presupuestos ordinarios de guerra y de policía política. Otra vez, Venezuela colgaba del hilo petrolero, consumiendo poterías y enlatados extranjeros. Como sucede siempre con los regímenes autócratas, el prestigio de las Fuerzas Armadas disminuía en forma vertical, perfilándose como un ejército de ocupación alzado contra la República. Más de 200 oficiales estaban en la cárcel y el exilio, otros muchos vivían acechados por el espionaje de la Seguridad Nacional e Inteligencia Militar. Pero quienes conformaban la guardia pretoriana del tarugo disfrutaban de privilegios tan exagerados que indignaban y sorprendían, tanto dentro como fuera del país. Los conmilitones íntimos del aprendiz de déspota traficaban con los Comisariatos del Ejército, cual contrabandistas de alto bordo, con toda clase de artículos comerciales. 

     El escándalo del Casino para Oficiales fue una elegía de piedra y mármol en un país sin trabajo, niños sin escuela y dos tercios de la población analfabeta. Sobre el palacial Círculo de las Fuerzas Armadas (siempre funcionando a pérdidas) comentó la revista Time: “probablemente su costo haya sido el doble de la cifra oficial de 7.600.000 dólares”, seis veces más de lo que aportaba el Estado para seguros sociales, dos veces más de lo que gastaba en obras de riego. La hipertrofia de los gastos bélicos, ridículo en un país sin conflictos, era correlativo con la disminución de las inversiones para la educación, salubridad, servicios públicos, etc. Los gastos del Ministerio de Defensa crecieron en 54% en el año fiscal 1949-50. Esta era la más segura fuente de enriquecimiento ilícito para el dictador y su camarilla. Todo los costos se inflaban para obtener “comisiones”, en una estela larga de ladronerías documentadas. Las repercusiones negativas de esa política irresponsable, que mencionamos escuetamente pese a tan abundantes evidencias, definían la gestión desarticulada e incoherente del Gobierno en todos los ámbitos de la vida nacional. 

     La educación llegó a la bancarrota, el riego de la tierra era a cuentagotas y la anarquía se instaló en los planes de electrificación. En esto abundan también las cifras y las evidencias que quedan para el olvido en la historia de los desastres nacionales. Desde los inicios mismos de la dictadura afloró su mentalidad mediocre. La UCV, por ejemplo, había pasado de 2.940 alumnos en 1945 a 4.586 dos años después, un crecimiento del 63%. Era 6.000 para el años académico 1949-1950. Con los inscritos en las Universidades de Los Andes y del Zulia, se había logrado triplicar, en apenas tres años, el número de estudiantes universitarios que se encontró en 1945. Contra logros ciertos y necesarios para el país se lanzó el clausurador neofascismo castrense. Una reserva de 7.000 estudiantes salieron a cursar estudios fuera del país. La formación profesional se restringió en cantidades que no guardaban proporción con las necesidades acumuladas por el país. 

     Y en la calle, más allá de las aulas de clases, las lecciones que se proyectaban sobre la conciencia de las nuevas generaciones venezolanas no podían ser más degradantes: el zahumerio constante al megalómano que detentaba el poder; la sumisión absoluta a las potestades extranjeras del dinero, conjugada con un patrioterismo delirante y de mal gusto, dirigido a la creación de odios; la pestilente corrupción administrativa; el espectáculo bochornoso de un grupo de hombres que esquilmaba al país y acogotaba las libertades de todos en los paréntesis de descanso entre bacanales. 

     El contrapeso de estas influencias mefíticas, deletéreas, que amenazarían con desintegrar el espíritu nacional, se refugió en el militante movimiento de la resistencia democrática, abrazado a su fe política con fervores de cruzada y oponiendo una elevada ética colectiva a la sucia marea desbordada. Todo esto se buscaba acallar en el menos complejo terreno de algunas obras materiales. Pero ésto último exaltan exégetas benévolos de los regímenes de fuerza, quienes pretenden cohonestar sus atropellos a la libertad y a la dignidad de los pueblos con una supuesta eficacia que despliegan en lo que se refiere a hacer sólida obra administrativa.

     Pero para la historia no es posible ignorar la paralización de obras realmente sólidas en ejecución. Y menos aun cuando no se emprenden obras nuevas. La electrificación del país, obra excelsa adeca, retrocedió, así como el interés en seguridad social y salud. El Hospital Policlínico de la Ciudad Universitaria es otro ejemplo. Planificado cuando Medina Angarita, AD lo comenzó a levantar y lo dejó muy adelantado (la construcción iba por el sexto de sus once pisos para 1948). Y seis años después se inauguró, pero no para entrar en servicio, ya que no se pudo utilizar de inmediato. En 1956, todavía estaba sin funcionar “por falta de personal especializado”, faltaban médicos y enfermeras (diez veces menos que las requeridas en Venezuela). Y a quienes reclamaban mantener los avances logrados por los adecos en cuanto a Reforma Agraria (también paralizada por el tarugo), el régimen sólo decía “Vayan a quejarse a Acción Democrática”. Todo se deformaba y distorsionaba autocráticamente. Y la política del “Bien Nacional” permitió que muchas tierras del Estado fueron transferidas a esos acaudalados propietarios de nuevo cuño, secuestrando y acumulando los “bienes nacionales”. 

     Otro “detalle” fue que la coherente política de inmigración se transformó en tráfico de pasaportes y de visas, pingüe y escandaloso negocio. Y cabareteras de todas las nacionalidades, junto con aventureros de toda laya, se volcaban hacia Caracas, ciudad en permanente jolgorio, con clientela y complicidad oficial. Hora incalificable y bochornosa donde naufragaron normas de austeridad de todo equipo de Gobierno con un mínimo de respeto hacia las responsabilidades contraídas. Volvieron las orgías oficiales y desenfrenadas de cuando Cipriano Castro, en un ambiente de zahúrda, de lupanar, de garito, como se gobernaba al país. El vértigo licencioso y la arrogancia mandante no tenía tiempo para los problemas del país. Se paralizó el ímpetu que le había dado el régimen democrático.

     Otro mito de la dictadura es la construcción de viviendas. Se abandonó la construcción coherente de viviendas con distribución lógica a escala nacional (además de que e 1948 se construyeron más viviendas que la dictadura entre 1950-1952). Para 1955, más del 15% de los venezolanos vivían en Caracas, una especie de macrocefalia que empeoró por la falta de previsión de un Gobierno que aceleró la torrencial acumulación de gente en un valle estrecho. La construcción de superbloques no echaron las bases para la solución armónica, racional y nacional. Sembraron y fertilizaron semillas de desajustes y graves dificultades futuras. Una “tiesa empalizada de 16 pisos” (para 35 mil personas) constituían una décima parte de los 300.000 venezolanos amontonados en los cerros y quebradas del cinturón de pobreza; a capricho improvisaba la dictadura. 

     Cuando fue derrocado Gallegos estaba en vías de instalación inmediata una industria siderúrgica nacional. Todo el plan para transformar en acero el mineral de hierro venezolano se desmanteló y perdió. El teniente coronel Llovera Páez se transformó en el taumaturgo de una siderurgia venezolana nonata e invisible que más de 5 años después, en jira cual rey Faruk por Europa, paseando media tonelada del mineral y una extensa cauda de amigos jacarandosos, curiosearon algunas fundiciones en los ratos libres que a la caravana le dejaba el recorrido alegre por los clubes nocturnos de Mónaco y la Riviera. Al igual que sucedía antes de los adecos con el petróleo, el hierro se regalaba a extranjeros por tres lochas. Siete años después de iniciado el régimen usurpador, no teníamos plantas siderúrgicas en Venezuela. Pero el turismo dispendioso y las fanfarrias publicitarias no cesaban. 

     En síntesis, el modo despótico de gobernar se conjugó con el auge insólito de la inmoralidad administrativa, haciendo de Gómez y Guzmán Blanco tímidos practicantes del merodeo o escaladores novatos en el grupo de los desfalcadores nacionales. Nunca se había expandido el peculado en tales proporciones ni con tanta impudicia. Los millonarios de decenas de millones se improvisaban –muchas veces con uniforme- a la vuelta de semanas en el ejercicio de cargos administrativos. Y como las trampas siempre salen a la larga, en el caso de Pérez Jiménez (ya caída la dictadura) se ocuparon sus bienes: una casi interminable lista de edificios, terrenos, haciendas, títulos y acciones poseídos por el prófugo, sus familiares y testaferros. Tenía otra cantidad de millones en bancos extranjeros y, además de la famosa “maleta” olvidada al huir, dejó en Miraflores una libreta de su puño y letra donde reflejaba el montante de las comisiones que él recibió por compras que hizo el Estado. Ya extraditado el reo en 1962, la desfachatez del ladrón justificó su fabuloso enriquecimiento diciendo: “Lo que quiero probar con esto, pues no estoy obligado a dar explicaciones, es que un Jefe de Estado puede hacer buenas operaciones si sabe escoger el momento oportuno para inversiones sólidas”.

     La cloaca de corrupción administrativa fue denunciada constantemente por los canales de difusión clandestina de Acción Democrática y otros partidos, sin jamás ser desmentida. Fueron 10 años perdidos para el desarrollo nacional, de desbarajuste social y de envilecimiento de la ética colectiva, donde hasta el juego del 5 y 6 fue tomado por el Estado Mayor Militar –junto con la incitación a los juegos de azar- para robar a manos llenas. Hipertrofiaron a las loterías. Hasta la construcción de la Autopista Caracas- La Guayra fue objeto de la rapacidad: obra útil y necesaria que planificó e inició el régimen adeco, pero que la dictadura elevó a un costo impresionante, logrando para Venezuela el cuestionable privilegio de tener la carretera que más ha costado en el mundo: 6 millones de dólares por milla (según la revista Time, 28 de febrero, 1955); entre 180 y 200 millones de bolívares (de aquel entonces) se gastaron en la construcción de una vía de apenas 17 kilómetros de largo. 

     Así de resumido (dejando tanto más por fuera), esta fue una etapa de traición al destino económico nacional, que desvió el proceso de modernización democrática iniciado en 1945, y que terminó de desbarrancarse con una política de petróleos que en línea de sucesión directa viene de la instaurada por Juan Vicente Gómez: colonialista y contraria a los intereses del país, como también resumiremos.

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL CHAVISMO Y LAS PUÑALADAS DE LA TRAICION



El chavismo, además de su escasez intelectual, rompe la paz dentro y fuera de Venezuela; no habla de/para “corregir” las “inconveniencias”, “rechazos” u otras con quiensea a que tenga derecho a adversar, prefiriendo insultar, odiar, desbaratar, entrabar, haciendo perder al país y ganar sólo en un ego descocado. El amor a las “guerras inútiles e invisibles” llena el buche armamentista del chavismo, ignorando que ya los venezolanos sabemos que no saben pelear... El fracaso de las “estrategias ideológicas” también está demostrado en la historia. Como “puñaladas traperas”, no tienen futuro y se clavan en la propia espalda del chavismo. 

EL CHAVISMO Y LAS PUÑALADAS DE LA TRAICION
-Alberto Rodríguez Barrera-


“Y de esta manera hablamos de cada unión y composición de elementos
como diferentes cuando la forma de su composición se altera.” 
Aristóteles

     El problema fundamental para el desarrollo de Venezuela y de su universo circundante no es ideológico. La desunión, la sectorización y la sectarización de una ilusión comunista han demostrado en el mundo que la “salvación” no se encuentra en compactar verdades únicas ni en priorizar una supremacía política por sobre el resto de las actividades humanas. Esto pasma y son esfuerzos que aíslan y encajonan bajo la sumisión la acción creadora y productiva, terminando en una desintegración que deja a la colectividad en peores condiciones que aquellas que pretendían salvar. 

     En Venezuela, la adopción del método castro-comunista es un error que se evidencia tan sólo con ver la realidad que en Cuba se vive: todo se transformó en una guerra fantasmal donde el derecho y la justicia se concentraron en una cabeza loca, que sustituyó la prostitución callejera por una prostitución política lamentable, ahora conviviendo ambas en una país desconchado, carente de las bases mínimas para la autosuficiencia, con la palma de la mano extendida, sin industrias, sin perspectivas de desarrollo, sólo con la “verborragia revolucionaria”, desgastada, derrotada y en adopción por parte del chavismo, cuyos chirridos de “vencer o morir”, “hasta la muerte siempre” y “guerras victoriosas” compran la idea de que esa reiterativa postura “rejuvenece”, siendo en realidad la más común ilusión de le senectud política. 

     La “revolución” se mantiene gracias a la opresión y represión ocultas en la bota militarista, vieja realidad que ni antes ni ahora se preparó para trascender en las más diversificadas tareas del desarrollo real; llegan al siglo 21 cansados, “con la lengua afuera”, arrastrando miserias; porque cuando el “cambio total” es hacia atrás, se consolida el estancamiento y las “nuevas realidades” significan tan solo un meneo de tembleque en el revoltijo de la logorrea. Inevitablemente, la gravedad termina en traumatismos generalizados, para ellos y para todos. Nada diferente a ello logra el chavismo en su entorno geopolítico, ajeno y enajenado como está para estudiar las lecciones vivas y vibrantes que en el nuevo siglo son incapaces de asimilar.

     Si uno toma como ejemplo la América del Norte, constituida por México, Estados Unidos y Canadá, la historia y las realidades del presente tendrían mucho qué decir. México trató de conservar su independencia manteniendo al país indio y rural, importó luego substituciones “no gringas” de la lejana Europa y protegió fuertemente unas industrias que en gran parte eran propiedad del Estado. Todo falló por un proteccionismo que impregnó de corrupción al gobierno, adueñándose la ineficiencia y la incapacidad de competir. Esta fue una política de no integración con su entorno, específicamente con Estados Unidos. Hoy, pese a que cualquier política concebible a uno y otro lado de la frontera no resulta tan “popular”, se buscan los caminos de la coherencia, de la integración lógica, de la conveniencia mutua, porque “hablando se entiende la gente”, sin la cobardía de huidas “ideológicas”.

     Por otra parte, las tres culturas (angloescocesa, francesa y canadienseamericana) que constituyen a Canadá conciliaron sus diferencias con Estados Unidos hasta llegar a la integración funcional que conocemos hoy. Entre diálogos permanentes, tratados razonados y hechos civilizados concretos, la “pelea” y la lucha avanzaron hacia un desarrollo integrado, a consciencia de que “ahí comienza todo”: instauración de equilibrios en todos los campos de la actividad humana, concentración sobre la idoneidad económica, compartición de intereses para un beneficio mutuo que prioriza a la colectividad. Y Canadá no es “the U.S.”, es un país integrado hacia adentro y hacia afuera, que funde su economía con otra, descarta el discurso vano de la negatividad acomplejada para darle amplia cabida a los valores positivos, manteniendo un inmenso país heterogéneo, de baja densidad poblacional; y ambos países han aprendido a ser “benignos” (aunque no lo sean tanto), con lo cual superan supremamente al “montunismo subdesarrollado”, cobarde, aislacionista, “anticoversación-civilizada” y etcétera, de un chavismo que prefiere hablar en idiomas que ni ellos mismos entienden.

     El chavismo, además de su escasez intelectual, rompe la paz dentro y fuera de Venezuela; no habla de/para “corregir” las “inconveniencias”, “rechazos” u otras con quiensea a que tenga derecho a adversar, prefiriendo insultar, odiar, desbaratar, entrabar, haciendo perder al país y ganar sólo en un ego descocado. El amor a las “guerras inútiles e invisibles” llena el buche armamentista del chavismo, ignorando que ya los venezolanos sabemos que no saben pelear. El gasto gigantescamente colosal que el chavismo hace para “ideologizar” hasta los suspiros de amor de los venezolanos, no son más que “armas” del despilfarro más grande y desaforado que se haya realizado en nuestra historia, y, como si fuera poco, está dirigido a la inversa de los intereses requeridos para el desarrollo venezolano.

     El trauma “ideológico” del chavismo ha levantado un febril “armamentismo” que supera con creces lo invertido en todas las necesidades de desarrollo social de Venezuela. Este explosivo e insólito crecimiento de “ideología militarizante” sólo ha logrado un poder destructivo, antidesarrollo; son “armas” que, antes que servir a la colectividad, se han convertido en amo del chavismo. Con ellas, sólo ha podido enseñar lo indebido: corrupción, terror, opresión, algo que pasa de la ineficacia a la traición. 

     El fracaso de las “estrategias ideológicas” también está demostrado en la historia. Como “puñaladas traperas”, no tienen futuro y se clavan en la propia espalda del chavismo.

viernes, 16 de septiembre de 2016

EL CHAVISMO COBARDE NO SABE COMPORTARSE COMO UN HOMBRE




Los estúpidos “ataques” del chavismo hacia quienes no son más que nuestros más cercanos socios (EE UU, Colombia, etc.) están fundamentados en una Perestroika lejana, externa al país, que no tiene futuro y que ejecuta una desmembración hacia el interior de Venezuela. No se “ataca” para defender y exaltar las estructuras nativas; se “ataca” para revivir la decadencia de pasados comunistas, de una política desbaratada en vías de extinción. Y todo se hace desde arriba, en cenáculos que no toman en cuenta las verdaderas conveniencias del desarrollo integral venezolano. El afán del chavismo –consciente e inconscientemente- amenaza con la desintegración de nuestros valores más consistentes; todo bajo la férula de un déspota no ilustrado.


EL CHAVISMO COBARDE NO SABE COMPORTARSE COMO UN HOMBRE
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Porque siendo el Estado una asociación, y es una asociación de ciudadanos en una constitución, cuando la forma de gobierno cambia, y se vuelve diferente, entonces puede suponerse que el Estado ya no es el mismo, al igual que un coro trágico se diferencia de un coro cómico, aunque los miembros de ambos sean idénticos.” Aristóteles

     Hay ataques que son huidas, ataques que sirven para escapar, ataques que arman un ruido distraccionista para evitar la confrontación real, ataques que sólo revelan la incapacidad para resolver aquello que queremos contradecir, ataques cuya utilidad única es mantener una situación precaria que permita la supervivencia de la propia ineficiencia. Este es el caso del chavismo en su lanzamiento de fuegos artificiales contra el imperialismo yanki, el capitalismo y cualquier cosa que no sea de su gusto. Son maestros avanzados de los trapos rojos.

     Las enseñanzas de la historia no le sirven a quienes escogen con pinzas elementos pasatistas que únicamente sirven para la instalación de sus estereotipos –generalmente resumidos a slogans-, para “hacer creer” que tienen fundamentos sólidos con los cuales echar adelante o resolver los problemas de un país. Su afán del poder por el poder mismo se ubica por encima de los intereses del país y de su gente. Se convierten en manipuladores profesionales que, antes que dilucidar coherentemente la problemática que deben confrontar y solucionar, desvían los objetivos fundamentales hacia subjetividades menores, atentos exclusivamente a la conservación y buen cuidado de su propio pellejo, de una supremacía que no se corresponde con la realidad.

     La historia nos dice que en India, China, Japón, Iran y otros países del globo, contrarios en principio al avance de Occidente, se dieron batallas para combatir la “occidentalización” y los imperialismos que amenazaban con absorberlos. Tales luchas, con éxitos y fracasos, enseñaron y establecieron prioridades, estrategias que no se limitaban simplemente a darle la espalda a la confrontación, reculando en insultos como quien “tira la piedra y esconde la mano”. Las grandes potencias occidentales (Gran Bretaña, Francia, Bélgica, Alemania, Estados Unidos) persiguieron la occidentalización del resto del mundo; era como una fuerza de gravedad que no hacía posible otro camino. Aquí la lucha de insultos y odio no sirvió para nada, excepto para dejar claro que la importancia mayor del asunto era evitar que los imperios asumieran el control político, económico y militar de cada país, del mundo entero. 

     En mayor síntesis: confrontar aquello que va en contra de los intereses y conveniencias superiores de cada país es ocupar una posición de diálogo o un terreno donde debe conservar el control de los procesos de gobierno, de la sociedad, de la economía y de la tecnología consiguientes. Japón, por ejemplo, al occidentalizarse, eludió la dominación y con ello derrotó al occidente. La enseñanza podría ser que el “anticolonialismo” o “antiimperialismo” significa esencialmente “mantener el control nativo”; no significa el regreso a situaciones precoloniales. Iran, por otra parte, bajo los ayatolas, no busca restaurar la Persia del siglo 18, busca desarrollar una Persia moderna utilizando la tecnología, las industrias, las fuerzas armadas y la ingeniería de Occidente, aunque con la religión y los valores primitivos del Islam. Rusia y China están repudiando su propio pasado reciente; sus estructuras básicas se sustentan en conceptos e instituciones importadas de Occidente. Y atrás quedaron y van quedando, junto al comunismo “peleón”, los “ataques” falsos, inútiles, estúpidos, infructuosos. 

     La civilización nos ha traído a un presente donde todos estos países –llámense democráticos, socialistas y comunistas, afectos al paternalismo- siguen modelos occidentales en ejércitos, bancos, empresas; todos persiguen el desarrollo económico y su gente más preparada se educa en Occidente. Porque mantener el control en manos nativas es una lucha política que no puede hacerse –como hace el chavismo- como el avestruz ni con la actitud de una niña malcriada que ataca rasguñando y chillando en defensa de una virginidad hace rato despojada; y tampoco se puede ser puta. No somos la Cuba castrista; no somos chulos; tampoco podemos ser estúpidos. 

     Los estúpidos “ataques” del chavismo hacia quienes no son más que nuestros más cercanos socios (EE UU, Colombia, etc.) están fundamentados en una Perestroika lejana, externa al país, que no tiene futuro y que ejecuta una desmembración hacia el interior de Venezuela. No se “ataca” para defender y exaltar las estructuras nativas; se “ataca” para revivir la decadencia de pasados comunistas, de una política desbaratada en vías de extinción. Y todo se hace desde arriba, en cenáculos que no toman en cuenta las verdaderas conveniencias del desarrollo integral venezolano. El afán del chavismo –consciente e inconscientemente- amenaza con la desintegración de nuestros valores más consistentes; todo bajo la férula de un déspota no ilustrado.

     Recuerda uno la Perestroika de Gorbachov porque también fue un esfuerzo tardío de salvación, consecuencia del fracaso de la Unión Soviética, para tratar de reorientar la decadencia comunista. Allá, el proceso de desintegración no pudo dar marcha atrás, la descomposición ya no tenía remedio. Y tenía que ser así, porque la imposición de la verdad única incluía que el idioma ruso era el oficial, el del gobierno, de los negocios, de la ciencia, como en la época de los zares; otro idioma –de los tantos existentes en la URSS- era “pecaminoso”, “conspirador”, “traición a la patria”, “cosa de hombres” y demás lindezas, pese a que sólo una tercera parte de la población conocía el ruso. 

     Por razones similares, resulta difícil pedirle al chavismo que se comporte como un hombre...