jueves, 22 de septiembre de 2016

EL CONFLICTO COMO SALIDA DEL CHAVISMO


El sadismo y el odio (aspectos de chavismo) representan la apropiación y la violencia; su idea de poder es capturar a la libertad, suprimirla; aquí la libertad se les escapa; se alienan por la libertad del Otro; el odio busca la extinción del Otro, cosa que no es posible, ya que nunca dejará de existir... Pero Sartre coge aire a ratos, como cuando afirma que “el reconocimiento de la libertad del Otro involucra el reconocimiento del Otro de nuestra propia libertad”. Pero ese aire parece cambiar cuando se le sale el chavista oculto y dice que “el respeto por la libertad del Otro es una palabra vacía...”


EL CONFLICTO COMO SALIDA DEL CHAVISMO 
-Alberto Rodríguez Barrera-

“Mientras estaban en guerra, por lo tanto, su poder fue preservado, 
pero cuando obtuvieron el imperio cayeron, porque de las artes de la paz 
no sabían nada, y nunca se habían comprometido 
con un empleo superior a la guerra.” 
Aristóteles

     Si el ser para uno mismo ya es complicado, el ser para otros puede llegar a ser una profesión: “existir para ser percibido”, como objeto para otra gente. Dice el filósofo: la consciencia propia existe para otros, y eso permite que existamos nosotros. Hegel dijo que “el camino hacia la interioridad pasa a través del Otro”. Sartre a su vez dijo que “el valor del reconocimiento del otro de mí depende de mi reconocimiento del otro”; la mirada de otra persona me vuelve un objeto, me “solidifica”, me da “carácter”. Y también quita la libertad.

     La otra persona es una consciencia que mira, e incluye juicios y evaluaciones. Un juicio “es el acto trascendental de una persona libre”. El hecho de ser visto me hace un ser sin defensas contra una libertad que no es unilateral; el ser visto por otra persona nos hace esclavos; mirar a otra persona nos hace amos; y soy un amo cuando hago que el otro dependa para ser en mi libertad. 

     Sartre lanza la opinión extrema y sombría de que todas las relaciones concretas entre la gente son formas de conflicto y lucha; y que es la vergüenza lo que nos prueba la existencia de otra gente; porque en vergüenza yo “reconozco lo que soy”. Aquí no se trata de perder la libertad para ser una cosa (como quiere el chavismo), sino de atribuirse un ser que se es para Otro. ¿Qué se hace ante esta situación?

     Sartre ve dos líneas de conducta: tratar de hacernos una especie de objeto en los ojos del otro de lo que deseamos ser; o podemos tratar de quitar la libertad del otro. Ambas son formas de conflicto: la primera encuentra su expresión extrema en el masoquismo, la segunda en el sadismo. 

     Si uno es lo que es porque otra persona me ve así, pienso que no quiero deberle mi ser de esa manera a otro; quiero que sea mío. ¿Cómo hacer esto? Una es absorber la libertad de la otra persona, dejando la libertad libre. Sartre llamó a esto “seducción”. El seductor, posando como un objeto, trata de capturar la subjetividad del otro, transformándose en objeto “fascinante”, con lenguaje fascinante; pero el lenguaje es un dispositivo incapaz de realizar tales fines; porque el lenguaje necesita ser entendido; es algo que el Otro debe interpretar en su propia realidad. 

     Por razones como ésta es que Sartre describía el amor como algo imposible de realizar: para que yo te ame hay que tratar de hacer que me ames, y viceversa; ambos somos confrontados por un infinito regreso; rechazamos prolongados ensayos de seducción mutua, pero estamos destinados a la frustración eterna, a veces ayudado por la aparición de un tercero. 

     Si el amor es una empresa imposible (como el chavismo lo inspira), aparece la desesperación del masoquismo, que también falla; es una presunción de culpa, consentir mi absoluta alienación; proporcionamos la ocasión para que el Otro sea culpable; mientras más trata el masoquismo de saborear su objetividad, más se sumerge en su subjetividad; hasta el hombre que le paga a una mujer para que lo azote la trata como un instrumento. Sartre une amor y masoquismo como intentos para asimilar la libertad del Otro.

     El deseo de cambiar puede intentar la indiferencia, una especie de “ceguera”. Muy inadecuada; sustentable mientras dure la mala fe; es ignorar lo que el Otro es; es un sentimiento de perpetua carencia y malestar, que indudablemente está ahí, como quien cierra los ojos; se pierde la necesidad de ser libre; ver sin ver; traición de uno mismo. De la indiferencia se pasa al deseo; voltear hacia el Otro y “utilizarlo como instrumento para tocar la libertad”; es como la sexualidad: una “necesaria estructura del ser”; no es placer, es deseo de un objetivo trascendente, consciencia que le da sentido al cuerpo. Pero para Sartre –socialista complejo- el deseo, el amor, el masoquismo y la indiferencia están destinados al fracaso.

     El sadismo y el odio (aspectos de chavismo) representan la apropiación y la violencia; su idea de poder es capturar a la libertad, suprimirla; aquí la libertad se les escapa; se alienan por la libertad del otro; el odio busca la extinción del Otro, cosa que no es posible, ya que nunca dejará de existir... Pero Sartre coge aire a ratos, como cuando afirma que “el reconocimiento de la libertad del Otro involucra el reconocimiento del Otro de nuestra propia libertad”. Pero ese aire parece cambiar cuando se le sale el chavista oculto y dice que “el respeto por la libertad del Otro es una palabra vacía...”

     Para Sartre hay algunas experiencias concretas en que descubrimos que no estamos en contra de otros, sino en comunidad con ellos: la experiencia de Mitsen o compañerismo. Pero tales sentimientos son despedidos por él como puramente psicológicos o subjetivos; porque no revelan nada sobre el ser como tal. Es totalmente inútil, concluye, que el hombre trate de escapar de su dilema: “Uno debe trascender al Otro o permitir que uno mismo sea trascendido por él. La esencia de las relaciones entre las consciencias no es el Mitsen; es el conflicto”.

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