jueves, 5 de enero de 2017

POLÍTICA, ENTRE LA VERDAD Y LA MENTIRA (LO QUE ES Y LO QUE NO ES)


Para evitar estas formas de degeneración gubernamental, Aristóteles proponía moderación, restricción y temperancia en cada nivel. Un hombre que actúa virtuosa y honorablemente y que ejecuta las tareas más nobles para el bienestar común puede encontrar una gran satisfacción tanto para sí mismo como para "la gente que se asigna a sí misma la parte más grande de la riqueza, honores y placeres corporales". Como total antiimperialista después de su desengaño con Alejandro el Magno, Aristóteles predica que hasta las naciones tienden a perder su virtud nacional y todas las características de su cultura cuando se sobrepasan políticamente. 

POLÍTICA, ENTRE LA VERDAD Y LA MENTIRA
(LO QUE ES Y LO QUE NO ES)
-Alberto Rodríguez Barrera-

     El lector moderno resuelve el dilema sobre las clases de esclavo y amo existente en tiempos de Aristóteles recordando que la esclavitud hizo posible el florecimiento del Helenismo en el mundo antiguo. Sin la esclavitud no hubiese existido ningún estado griego, ningún arte o ciencia griega, ningún Imperio Romano. Y sin Helenismo y el Imperio Romano, no hubiera podido ser ninguna civilización moderna. Sin la esclavitud de la antigüedad, tan necesaria como era universalmente reconocida, no podríamos estar aquí sentados, leyendo. La esclavitud en aquél período representó un gran paso adelante, un bárbaro y casi bestial medio mediante el cual el hombre se extrajo a sí mismo de entre las bestias. El lector que se preocupa con la afirmación de Aristóteles de que toda la sociedad humana debe fundamentarse sobre el principio de la esclavitud, además de preocuparse también por las intenciones del chavismo, podría igualmente reprocharle a los griegos su carencia de antibióticos y de poder nuclear.

      Pese a los límites ideológicos impuestos por la sociedad de esclavos en que Aristóteles vivía, le corresponde el duradero crédito de que reconoció la trascendencia característica de todos los sistemas políticos y sociales; de que tienen que involucrar una anterior consideración de algún principio o estándar del bien, y que la política, por tanto, presupone un sistema de ética. Este concepto, como se verá también en la Poética, se observa a través de todo el pensamiento de Aristóteles. Deja claro que no sólo cuestiones ordinariamente reconocidas como morales sino cada problema de la política es, en cada sentido real, un problema moral, una visión a la que cada filosofía científica moderna, después de siglos de preocupación con el concepto tradicional de la virtud, está lenta pero inevitablemente regresando.

     La discusión de Aristóteles de los estados ha influenciado todo el pensamiento político moderno a través de su concepto de qué constituye un buen o un mal estado. Un buen gobierno, dice, es la libertad bajo la ley. "Los gobiernos que tienen consideración por el interés común están constituidos bajo estrictos principios de justicia, y aquellos que consideran sólo el interés de los gobernantes son despóticos".

     Aunque cree que el hombre nunca logrará una forma perfecta de gobierno, Aristóteles postula tres formas de buen, o tolerable, gobierno: reino, que define como un estado en que una persona gobierna por el interés común; aristocracia, el gobierno de los mejores por el interés común; y mancomunado o de comunidad, "la más tolerable forma de gobierno", representado por la democracia constitucional de hoy, en que los ciudadanos administran el estado por el interés común (como no es el caso con el chavismo hoy).

     Todos los malos gobiernos, continúa Aristóteles, son meramente perversiones de estas tres formas básicas. Los reinos degeneran hacia tiranías cuando la monarquía se vuelca a servir sólo al interés del rey y sus satélites; las aristocracias degeneran hacia oligarquías cuando los ricos se vuelcan para gobernar en su propio interés; y hasta las mancomunidades degeneran hacia la tiranía del gobierno del vulgo, "una tiranía no menos temible que el gobierno de los pocos".

     Para evitar estas formas de degeneración gubernamental, Aristóteles proponía moderación, restricción y temperancia en cada nivel. Un hombre que actúa virtuosa y honorablemente y que ejecuta las tareas más nobles para el bienestar común puede encontrar una gran satisfacción tanto para sí mismo como para "la gente que se asigna a sí misma la parte más grande de la riqueza, honores y placeres corporales". Como total antiimperialista después de su desengaño con Alejandro el Magno, Aristóteles predica que hasta las naciones tienden a perder su virtud nacional y todas las características de su cultura cuando se sobrepasan políticamente.

     El Aristóteles de la Política es primordialmente un hombre racional, ansioso para la observación y la ponderación, creyente de que la virtud consiste no necesariamente en moralidad absoluta, pero en pensamiento razonable; y que el pensamiento razonable ocurre no sólo a alguien sentado en algún lado de la soledad, sino que también se deriva del continuo cruce-fertilización de las ideas y de una observación interminable.

     Aristóteles comprendía que el hombre contiene dentro de sí mismo las semillas del bien y del mal. Se preocupaba más por sugerir las condiciones que exaltarían el bien y reprimían el mal. Eso es quizás lo más importante que la Política nos ofrece a todos hoy: enfrentar a las cosas como son y hacer lo mejor posible para corregir los abusos. Esto es realismo, y no el más cerrado sentido platónico.

miércoles, 4 de enero de 2017

CHAVISMO, PESO DE UNA MENTALIDAD ESTRECHA


La unilateralidad y los errores suceden porque en la voluntad de oscurecimiento se distorsiona la existencia humana; Heidegger constreñía en el papel la angustia y el temor y el cuidado o cura y el sufrimiento y la culpa; de tal manera que, finalmente, él mismo abandonaba su existencia libre para extinguirse en una muerte lúgubre y llena de angustia. Lo que se le reprocha es la pérdida del justo medio, del equilibrio, del buen orden de la vida humana.
El error es una concepción falsa de la vida...


CHAVISMO, PESO DE UNA MENTALIDAD ESTRECHA
-Alberto Rodríguez Barrera- 

     Cuando se trata del ser general y sus partes trascendentes (ontología), que en Heidegger no llega a ningún lado aunque exige un pensamiento enteramente nuevo porque el de hasta ahora ha fracasado por completo, pretender ofrecer una doctrina que incluso supere a los antiguos griegos no puede fundamentarse en un rompimiento entre el ser y el espíritu, en un juego poético para embellecer los problemas sólo con palabras, a menudo incomprensibles. Los sociólogos particularmente no aprecian el "peloteo del ser", ingeniosamente llamando a la historia de la filosofía una sucesión de juegos de palabras sobre la palabra "ser". Es difícil trabajar universalmente el análisis del ser -igual para todos los hombres- sin comprender que el hombre es el mismo en todas partes, una "lengua" en la "iluminación del ser".

     Heidegger, como la ejecución del conocimiento en el chavismo, no pasa de principios deficientes, de la antesala ontológica. Si quiere algo más estricto, hay que conducir a mejores resultados. Un nuevo pensamiento político debe aportar algo; que "el ser es él mismo" es muy poco para la jactancia; que del ser mismo debería provenir "la indicación de aquellas instrucciones que deberían convertirse en ley y regla para el hombre" no quiere decir nada si se trata de un ser indiferente que bordea el nihilismo con despreocupación y distancia interior.

     La unilateralidad y los errores suceden porque en la voluntad de oscurecimiento se distorsiona la existencia humana; Heidegger constreñía en el papel la angustia y el temor y el cuidado o cura y el sufrimiento y la culpa; de tal manera que, finalmente, él mismo abandonaba su existencia libre para extinguirse en una muerte lúgubre y llena de angustia. Lo que se le reprocha es la pérdida del justo medio, del equilibrio, del buen orden de la vida humana.

     El error es una concepción falsa de la vida; negar una realidad sana y vigorosa que desde tiempos antiguos unió el ser y la verdad; permanecer aferrado a una temporalidad infecunda; escepticismo, negación del ser. La fama se fundamenta en una ornamentación del ser, combinaciones y acrobacias al ser comparables con los juegos de palabras de algunos místicos. ¿Cómo -en una época indigente- puede arreglárselas de otro modo quien ha caído de la fe de los padres y en un atrevimiento cree que debe trastornar lo anterior; cómo puede liberarse de la falta de espíritu de este tiempo cuando dice: "Toda valoración es también allí donde valora positivamente, una subjetivacion"? "El que relativiza de esa manera y al mismo tiempo pretende ser un revolucionario del espíritu se enreda primeramente en la autonomía de un Nietzsche y finalmente fracasa por entero, porque malgasta innecesariamente sus esfuerzos para liberarse de su embrollo." (E. Friedrich Bauer.)

     El nihilista no quiere ningún apoyo, ningún soporte de nada, pero el hombre no puede existir sin la afirmación de posibilidades, sin una realidad cualquiera, aunque sea la del pan cotidiano. ¿De qué le sirve, entonces, la orgullosa autoconsciencia y su voluntad de reformar al mundo por medio de categorías propias?

     La filosofía de la existencia expresa una gran desilusión para la cultura y la ciencia modernas, pero la costumbre de traducir palabras e ideas antiguas para penetrar su sentido arcaico resulta trágica al constatar cuán poco sale de ahí: resultados indigentes en un tiempo indigente. "El reverso de los esfuerzos de Heidegger por una reapropiación original del pensamiento y habla iniciales de los griegos es la degradación y supresión de todo el lenguaje y la concepción filosóficos de la Edad Media" (K. Lowith.) La ética, la cultura y la humanidad ya no son "intereses serios" cuando se abandona a la razón; se es entonces "pastor del ser", y aparece la cosificación, consecuencia de la arrogancia llevada al extremo.

     El pensamiento en valores no es blasfemia contra el ser. Pensar correctamente, y no por una desilusión ilimitada, no aísla en un tiempo indigente; sí conecta al pensador sano para arrancarlo del olvido. En este camino, la filosofía es universal, nunca puede ser nacionalista; sin la metafísica no es concebible. De Eckhart a Heidegger encontramos esta línea en forma de movimiento ondulatorio que a veces encuentran signos negativos (Marx, Schopenhauer, Nietzsche); el prominente Hegel también espera la venida del Espiritu Santo al final de los tiempos, que sólo es el espíritu creador secularizado del cristianismo. Schopenhauer lucha con esta problemática y se vuelca contra Hegel, al igual que Kierkegaard. El gran buscador de Dios, Nietzsche, terminó en el fuego fatuo y la demencia. Con Scheler, Jaspers y Heidegger vemos que la liberación no nos hace señales, pero esta triple constelación podría darnos un nuevo comienzo filosófico. Toda esperanza acaecería si abandonáramos conscientemente todos los aislamientos que existen hoy en día y continuaríamos nuestra búsqueda también en otras culturas y tradiciones para superar una cierta mentalidad estrecha que pesa sobre nosotros en el presente.