miércoles, 31 de agosto de 2016

SOBERANÍA NO ES SATRAPÍA


Más de un siglo de historia pasada demuestra que las democracias capitalistas pueden evolucionar hacia un socialismo en mayor medida que lo que los regímenes socialistas pueden evolucionar rumbo a la democracia. Es decir: el pasaje de la democracia económica a la democracia política. Porque la ausencia de democracia política destruye las condiciones mismas de la democracia económica. Y cualquier tipo de revolución en el mundo no puede sino estallar en los países que consiguieron la democracia política. De esto es lo que chavismo se aleja, y lo que debemos confrontar ahora.


SOBERANÍA NO ES SATRAPÍA
-Alberto Rodríguez Barrera-

“...aunque en naturalezas malas y corruptas el cuerpo aparecerá a menudo sobre el alma, 
porque están en una condición maligna no natural.”
Aristóteles

     A veces es necesario entender, entre individuos, familias, ciudades, religiones, profesiones, firmas y clases jurídicamente unificadas en el mismo grupo nacional, que la razón no basta para hacer justicia. Las instituciones y las reglas, por más ineficientes que sean en la realidad, contienen una igualdad legal que hay que utilizar, nacional e internacionalmente, aferrándose a su soberanía.

     No existe ya el derecho de vida o de muerte del padre sobre los hijos, y de la misma manera no debemos entender por “soberanía nacional” el derecho de un Estado para masacrar o encarcelar una parte de su población o reducirla al hambre sin que nadie pueda intervenir, con el pretexto de que está prohibido “inmiscuirse en los asuntos internos de un país”. Este principio, que el chavismo busca desviar hacia sus intereses de absolutismo, y que en otros tiempos autorizaba al padre a dejar que sus hijos se pudrieran sin que nadie pudiera meterse, fue representado con la excusa de que “en mi casa mando yo”. 

     Este principio de la omnipotencia interna es lo que permite a toda oligarquía martirizar y embrutecer a la población como si ella le perteneciera, pudiendo provocar desequilibrios internacionales. Hacia el futuro va caminando la idea de que los grupos históricamente accidentales –las naciones-, en nombre de una pretendida soberanía, puedan seguir poniendo en peligro a las colectividades, como ha sucedido en las guerras en cadena, atómicas y bacteriológicas. De esta situación absurda deberá salir la humanidad. 

     Los acuerdos bilaterales deben ser proscritos cuando contienen políticas exteriores belicosas y de dominación, soñadas o auténticas, vengan de donde vinieren. A nivel internacional debemos evidenciar lo poco evolucionado que es la política de limosnas que suple a la seguridad social. La pregunta es: ¿acaso porque existen injusticias sociales es correcto que se pueda asesinar y volar la casa en que todos habitamos? La humanidad debe ser incitada a concentrar su atención en problemas cualitativos, no sólo en cuantitativas de pérdida. 

     El criterio de éxito en las naciones comunistas dejó hace tiempo de ser comunista, no apunta a una nueva moral de liberación humana. Entre “cañones y mantequilla” (propuesta del nazismo), los regímenes comunistas también prefirieron los cañones, por amor a ellos y por incapacidad para organizar la mantequilla: el sacrificio ha sido el nivel de vida del pueblo o el chauvinismo como droga, vías clásicas de las dictaduras. Los fracasos internos llevan a priorizar a la fuerza militar, poderío más fácil de construir que el bienestar de la abundancia. El poderío militar no sería necesario si hubiera socialismo real, ya que éste tendría vigor de contagio, pero han preferido sólo el medio militar como medio sin fin.

     Este “poderío” desata actos suicidas con pretextos ideológicos y simboliza el origen de la miseria humana. Son recursos desviados, que antes que utilizarse para aplacar la miseria, la agravan. Lo que devoran los gastos militares, aquí y acullá, es una vergüenza que no puede ocultar cualquier “soberanía nacional”; sería materia a tratar cuando se produzca una “soberanía internacional”. El Tercer Mundo hubiera podido desarrollarse con tan inmenso despilfarro mundial; y en Venezuela ya se han hecho cálculos del despilfarro del chavismo en esta materia, que tan poco atiende a las necesidades sociales. (Si se han mantenido los promedios, el Tercer Mundo invierte el doble en militarismo de lo que reciben de las naciones superdesarrolladas; y en el mundo quizás dupliquen lo que se invierte en gastos sanitarios.)

     La hemorragia del gasto militar en Venezuela es una caja negra, con resultados igualmente invisibles pero a la vista. Japón, tras la II Guerra Mundial, cuadruplicó el gasto (que hacían en lo militar) en la educación y... El chavismo está gastando más en morir que en vivir y... Los países superdesarrollados invierten ingentes recursos en lo militar y... La muerte genera, aparentemente, beneficios superiores a la vida.

     En Venezuela debemos poner fin a este armamentismo subdesarrollado que se hace en nombre del delirio político que vive y muere en el pasado. Esto hace que los fracasos sociales sean cada vez más insoportables, ya que un número creciente de problemas se tornan insolubles en virtud del despilfarro que se hace a nombre de una “soberanía nacional” que malversa los recursos en una gesta de regalía internacional, que hace inevitable y fundamenta más las razones para el cambio.

     Más de un siglo de historia pasada demuestra que las democracias capitalistas pueden evolucionar hacia un socialismo en mayor medida que lo que los regímenes socialistas pueden evolucionar rumbo a la democracia. Es decir: el pasaje de la democracia económica a la democracia política. Porque la ausencia de democracia política destruye las condiciones mismas de la democracia económica. Y cualquier tipo de revolución en el mundo no puede sino estallar en los países que consiguieron la democracia política. De esto es lo que chavismo se aleja, y lo que debemos confrontar ahora.

martes, 30 de agosto de 2016

CONTRA LA COLECTIVIDAD BORREGA DEL CHAVISMO



La violencia, por sí misma, no tiene carácter revolucionario o contrarrevolucionario; sirve más para reprimir y oprimir que para liberar. Fascismo, nazismo y stalinismo son triunfos de la violencia represiva sobre la violencia insurreccional; el poder establecido tiende a quebrantar la legalidad para desembarazarse de sus adversarios y obtener beneficios. Creer que basta con emplear la violencia, no importa cómo, para que avance la “revolución”, es igual a creer que basta con aplicar el bisturí al azar para obtener una curación milagrosa.

CONTRA LA COLECTIVIDAD BORREGA DEL CHAVISMO 
-Alberto Rodríguez Barrera-

“Otra vez debemos considerar no sólo los males de los cuales los ciudadanos serán salvados, 
sino también las ventajas que perderán.” 
Aristóteles

     La economía estatista –por la que ahora se esfuerza el chavismo- siempre está a la espera del socialismo porque cierra el camino e impide la evolución de la democracia política. El socialismo, en teoría al menos, teme a las modificaciones que incrementen los derechos del trabajo y reducen las arbitrariedades del capital. La historia del movimiento social, en la Europa y Estados Unidos del siglo 19, muestra una tendencia a la socialización en la sociedad liberal. El sindicalismo más antiguo es el inglés; los organismos modernos de defensa y conquista de los derechos obreros fueron concedidos y se constituyeron en donde primero apareció el liberalismo político; existe un vínculo entre la revolución electoral (1832) y la fundación del primer sindicato obrero de la historia (1833); la constitución del Partido Laborista le debe mucho al sindicalismo. El sindicalismo inglés no consideró contrarrevolucionario suscitar una formación política para ingresar a las instituciones parlamentarias; las mayores conquistas sociales fueron realizadas ahí, más a fondo y más temprano que en otras naciones. Este solo hecho bastaría para indicar que las libertades políticas son una palanca en la lucha por la igualdad económica. 

     La evolución de las sociedades liberales –entre 1815 y 1970-, con los altibajos que se quieran, condujo a una erosión de las desigualdades reales y a un fortalecimiento de los derechos del trabajo. Que la democracia política influye en la democracia económica es algo tan universalmente verificado que los fascismos no tienen otra función que suprimir la primera para prevenir la segunda. Se sabe que la estrategia social de los regímenes fascistas consiste en utilizar la demagogia obrera esgrimiendo el paternalismo y el populismo contra la “corrupción” burguesa, y en revocar los principales derechos de reunión, asociación, huelga, petición, voto. Inclusive hoy, en el chavismo, los trabajadores no cometen el error de asimilar la dictadura y dejan esas galanterías a los “visionarios” que gustan de una buena cuenta bancaria en el exterior.

     Una segunda revolución mundial, que podría realizarse en el siglo 21, tendría que utilizar los contornos de la primera: instaurar la igualdad económica y social en y por medio de la libertad cultural y personal –o recíprocamente- y garantizar la seguridad por la asociación de todos a la dirección política. Este es el menú objetivo y la base indispensable: para llegar al cerebro, hay que disponer antes de la célula nerviosa. Y el chavismo no entiende de eso.

     Todo ello comporta, esencialmente, la participación de la inteligencia colectiva en la dirección (o subversión) de la sociedad. El secreto de este “despegue” es permitir la creatividad de un número cada vez mayor de individuos para que se abran caminos hacia el Estado y hallar el punto de inserción en el proceso general de dirección, de control, de modificación. Las sociedades oligárquicas –como el chavismo- se agostan y patalean porque, estadísticamente, hay menos posibilidades de que las ideas surjan de cuatro o cinco individuos que en millones. No poder criticar una decisión política o económica nefasta, sin ir a la cárcel, es un ataque intolerable a las libertades del individuo, y mantener enterrada –sin discutirlas ni experimentarlas- las soluciones positivas. La “revolución” del chavismo consiste en también socializar la imaginación, porque no concibe la libertad como productividad revolucionaria. 

     De la misma manera en que paraliza la productividad, el chavismo confisca la información, cosa incompatible con cualquier revolución que se respete; sin la productividad de la inteligencia productiva no hay soluciones nuevas. Y si concebimos la libertad de manera abstracta e irrealista, terminamos concibiendo de manera abstracta e irrealista el papel de la violencia. Cuando se pregunta si la violencia es inseparable de la revolución, el error más frecuente es confundir el medio con el fin. Por diversos medios se llega a fines análogos, dijeron Maquiavelo y Montaigne.

     La violencia, por sí misma, no tiene carácter revolucionario o contrarrevolucionario; sirve más para reprimir y oprimir que para liberar. Fascismo, nazismo y stalinismo son triunfos de la violencia represiva sobre la violencia insurreccional; el poder establecido tiende a quebrantar la legalidad para desembarazarse de sus adversarios y obtener beneficios. Creer que basta con emplear la violencia, no importa cómo, para que avance la “revolución”, es igual a creer que basta con aplicar el bisturí al azar para obtener una curación milagrosa. Además, hay varios tipos de violencia. Este escrito podría ser violencia, no necesariamente ilegal. 

     Es más: cuanto más legalidad hay en un país, más sutil debe ser la violencia, más debe apuntar a blancos bien elegidos y articulaciones reales. Y más eficaz será cuando se combina con las leyes, porque logra un máximo de ventajas presentando el flanco al mínimo de medidas represivas: Martin Luther King. Existe una aparente no violencia que es más violenta que las brutalidades del chavismo; la violencia política no se reduce al puñetazo o el disparo; hay insurrecciones con un determinado número de trampolines legales...

     Estas estrategias son preferibles a la tragedia, pero es necesario que el dirigente no sea actor de teatro sino un intérprete personal de la colectividad que representa, más preocupado de sus intereses que de sí mismo. Martin Luther King, con su prevención al culto de la personalidad y su repugnancia por el autoritarismo, tuvo una vida política sin hacer carrera política.

La violencia en ciernes del chavismo puede y debe ser detenida. 


lunes, 29 de agosto de 2016

LA EXPROPIACIÓN DE LA LIBERTAD


Una sociedad que funcione así, aniquilando, fracasa inevitablemente y es rechazada por quienes conocen otro sistema. En el chavismo como en el autoritarismo, únicamente los hechos tienen la palabra: esperan la catástrofe para reconsiderar la situación. En la democracia es posible anticipar intelectualmente las catástrofes y declarar la bancarrota a tiempo. El fracaso no basta para determinar la enmienda de una orientación; el problema reside en saber cuál es el umbral de percepción de los fracasos y cuáles son los instrumentos de control susceptibles de transformar la información correspondiente en acción política.


LA EXPROPIACIÓN DE LA LIBERTAD
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“De las dos cualidades que principalmente inspiran consideración y afecto
–que una cosa es tuya propia y que es tu única- ninguna puede existir en un Estado como éste.” 
Aristóteles

     Sin libertades no puede haber acciones revolucionarias. Pero el comunismo fracasado aplica el absurdo de creer que las libertades carecen de utilidad revolucionaria; les temen, las censuran y las persiguen policialmente. En vez de beneficiarse con ellas, las pierden y olvidan que es la brecha indispensable para la acción revolucionaria. La experiencia prueba que no hay revolución interior bajo un régimen totalitario. Antes de hundirse en las mieles del poder, el chavismo se indignaba libremente por cualquier falla judicial o electoral, pero ahora no pueden con el peso de las libertades y reclaman silencio.

     La libertad no es sólo ese “lujo para burgueses” que describen los falsos discípulos de Marx. La civilización comunista perdió el tren de la historia olvidando el oxígeno que es la libertad. Las “conquistas revolucionarias” fueron arrasadas, precisamente, por la falta de democracia, dentro de cada país y a partir de la cima, más que por el tinglado de “enemigos” que construyeron en su imaginación; y tal falta provocó su fracaso en el terrenopráctico; porque ninguna economía, sea comunista, capitalista o lo que fuere, puede funcionar cuando es dirigida por una oligarquía que se reserva el monopolio de la decisión y reprime por la violencia la participación de los interesados. Todos los análisis reinciden en un punto: el fracaso fue por razones políticas. El capitalismo también puede periclitar y llegar a la dictadura cuando se encierra en el autoritarismo y toma decisiones en el secreto de su soberana incompetencia. 

     En la era tecnológica, ninguna economía subsiste si no es creada a cada instante, trastornada por la inteligencia colectiva. En la fenecida URSS, tan tarde como en 1970, el académico Sakharov, el historiador Medvedev y el matemático Turtchin informaron a Breznev y a otros gobernantes de la cima sobre:”el descenso de la potencia creadora de los representantes de todas las profesiones”, subrayaron “la estrecha relación que existe entre el problema técnico-económico y el de la libertad de información”, deploraron “el burocratismo, la división administrativa, las actitudes formalistas respecto a los deberes a cumplir y la ausencia de iniciativas”; en otras palabras, los síntomas de degeneración para cualquier economía...

     El progreso científico y tecnológico nació del derecho a la investigación, del espíritu crítico; y no habrá sociedad socialista sin libertad científica, tecnológica y cultural; en la penuria no puede haber socialismo, porque la pobreza, automáticamente, hace renacer las desigualdades. La orientación soviética hacía realizaciones puramente militares y “pantalleos”, y su subordinación a miras exclusivamente estatales y políticas (mayores que en capitalismo) escandalizaron por los gastos que amputaron el nivel de vida (más bajo en la URSS que en capitalismo); las necesidades de la población se ahogaban. Sigue siendo labor del socialismo democrático futuro la conquista de la autonomía del poder intelectual e informativo con relación al poder político; y de ese socialismo, la democracia es la matriz.

     Para el chavismo pareciera que libertad es sinónimo de desorden, como igualmente le resultan incomprensibles las ideas de autogestión, de ley igualitaria para todos, de libertad individual y de responsabilidad social. Pero la política no es sencillamente un problema de Poder y de Estado. En la URSS el vínculo entre la catalepsia social y la represión de la inteligencia colectiva, “la propaganda ideológica oficial provoca fatalmente en numerosos ciudadanos la indiferencia y degradación ideológicas, el escepticismo y el cinismo”. La carencia de homo democraticus en el chavismo los lleva a utilizar las instituciones como los campesinos soviéticos utilizaban las cavas de refrigeración: decorativamente, sin enchufarlas a la corriente eléctrica. Con el chavismo tenemos la sensación de que Pueblo y Estado son dos ciegos que se miran fijamente con los ojos apagados, como si vieran todavía.

     La ineptitud para cambiar de comportamiento, entre dirigentes y pueblo, revela el vínculo esencial de la dictadura política y la reacción social. Es erróneo imaginar a los países comunistas abriéndose a la democracia tras consolidar sus bases; y cuanto más persiste la dictadura más frágiles se tornan sus “bases”, y entonces es más necesaria –para ellos- la dictadura. El concepto de “liberalización” aparece en civilizaciones políticas familiarizadas con una alternancia de libertad (ley) y de dictadura (fuerza). La supresión de los militares implica la existencia de un bloqueo óptimo de ciudadanos con más clara imagen de cómo sustituir lo presente. Y nuestro autoritarismo vernáculo contiene suficientes que ven lo autoritario y prefieren la libertad, porque reconocen que el chavismo está sirviendo a la oligarquía de un monarca: anhela el aplastamiento de la oposición y la reducción de la crítica al silencio.

     Una sociedad que funcione así, aniquilando, fracasa inevitablemente y es rechazada por quienes conocen otro sistema. En el chavismo como en el autoritarismo, únicamente los hechos tienen la palabra: esperan la catástrofe para reconsiderar la situación. En la democracia es posible anticipar intelectualmente las catástrofes y declarar la bancarrota a tiempo. El fracaso no basta para determinar la enmienda de una orientación; el problema reside en saber cuál es el umbral de percepción de los fracasos y cuáles son los instrumentos de control susceptibles de transformar la información correspondiente en acción política. El fracaso no repercute sobre el gobierno bajo la forma de un agravamiento de su suerte. La primera revolución mundial consistió, precisamente, en la inversión de tal circunstancia. El chavismo invita a que agravemos la suerte de Venezuela. Pero el cambio está en marcha, porque la libertad no está sujeta a ningún tipo de expropiación. 

domingo, 28 de agosto de 2016

LÍNEAS PARA SALIR DEL CHAVISMO



El chavismo –como cuando la Revolución Francesa- ha reunido las cinco condiciones para determinar la “revolución del cambio”, y hay soluciones para cada punto, programas que cada sector político ha elaborado, y que representan a futuro el valor real de la unidad. Porque un cambio no se hace en medio de la improvisación y la rigidez doctrinaria. No se trata del espíritu bohemio de invención ni de diálogo de sordos o confesiones públicas, ni de dogmas que marchan “de acuerdo a las reglas”. El cambio verdadero sigue a la invención preparada, con iniciativas abiertas a todos, con aplicación vigorosa, competente, no aproximativa, dejando en la inspiración colectiva las ideas de evolución, evaluando fríamente los medios de ejecución, en términos realistas.

LÍNEAS PARA SALIR DEL CHAVISMO
 -Alberto Rodríguez Barrera-

    La evolución ofrece líneas de filosofía política que deben traducirse para la acción práctica que conduce al cambio. El chavismo, hoy desplegando todas las condiciones que su fin amerita, ha intentado un regreso a la simpleza “revolucionaria” de las décadas 1960-1970s, a una guerra fría que dividía al mundo en dos partes, capitalismo y comunismo, imperialismo y socialismo, blanco y negro. Así se trastorna la urna legada por los soviéticos, incluyendo los cadáveres insepultos de los Castro. 

    Obviando especificidades, el chavismo ya no sabe bien si debe/puede camuflar su dictadura, sus fracasos (“socialismo del siglo 21”) y si el pueblo “acepta” el nivel de vida descendente que el antinorteamericanismo absurdamente fanatizado logró en Cuba; fracasos que el chavismo continúa logrando hoy. Porque la cosa no fue ni es tan simple. En aquél entonces, con las URSS en silencio sometida, la protesta revolucionaria se dio realmente en los EE UU: la rebelión estudiantil, Martin Luther King, la liberación femenina, huelgas de obreros en la General Electric y el Correo... cuyos contagios y repercusiones llegaron a todas partes del mundo, menos a la URSS y otras oligarquías de izquierda, bañadas en oro dictatorial. En la década de los 60s, éstas fueron novedades únicas de comportamiento sedicioso.

     El chavismo, buscando como loco socios dictatoriales por el mundo, ignora incluso lo que pasa en China, y cree –como en los 60s y 70s- en alguna esperanza que castigue a los malucos gringos. Ya con interminables años en el gobierno y soñando con batir el récord de Castro, el chavismo no ve que han logrado una “situación revolucionaria”: despatarrar las cinco condiciones fundamentales para precipitar un proceso de cambio, revolucionario, según los postulados definidos por Jean-Francois Revel, cuya antesala puede observarse cuando comienza a refutarse y a ridiculizarse el “orden establecido” por el chavismo, cuando se le denuncia por su mal funcionamiento, cuando se le proponen reformas activas, cuando se le evidencian sus contradicciones de hecho y se le inventan comportamientos de resistencia y ataque. 

     Todo ello está presente frente al chavismo, que parece ansiar (y amerita) la precipitación de exigencias, insurrección armada, huelgas, boicots, campañas de reacción, negativas a pagar impuestos, marchas contestatarias, obstrucción de rutas, secuestros y otras. Pero ninguna de estas cosas tienen valor por si mismas a menos que la sociedad se halle dispuesta a sustituir a lo fracasado, con soluciones que exalten las cinco condiciones esenciales para el cambio, como son:

1.- Crítica de la injusticia en las relaciones sociales, económicas, jurídicas, electorales, etc.

2.- Crítica de la gestión, o de la eficacia: despilfarro de recursos materiales y humanos, mala organización, improductividad, dilapidación, robo, vuelco del proceso técnico y tecnológico hacia objetivos inútiles y perniciosos para el hombre.

3.- Crítica al poder político: su fuente y su principio, técnicas del Poder, condiciones dentro de las cuales es ejercido, distribuido o confiscado; localización de centros de decisión, vínculos entre las consecuencias de estas decisiones con los ciudadanos, imposibilidad que padecen en asociarse a ellas.

4.- Crítica de la cultura: moral, creencias dominantes, usos, filosofía, literatura, arte, actitudes ideológicas que los sustentan; crítica a la función de la cultura y los intelectuales en la sociedad, distribución de esa cultura (enseñanza, difusión, información).

5.- Crítica a la antigua civilización como censura o reivindicación de la libertad individual: relaciones entre la sociedad y el individuo, el individuo como ciudadano en su sensibilidad y originalidad y la sociedad como medio de deducir el valor propio de cada individuo o, al contrario, mutilarlo. Esta crítica mide, por ejemplo, el fracaso de una sociedad por la pobreza y sequedad de las relaciones humanas que ella determina (fraternidad o agresividad) por la uniformidad de los tipos humanos que fabrica (conformismo) y, en general, por la coacción que hace pesar sobre los seres, por la incapacidad en que los coloca de realizar sus virtualidades y diferenciarse los unos de los otros. En este contexto, el cambio es sentido como liberación de la creatividad personal y reanimación de las iniciativas, contra los “horizontes taponados” y el clima de pesadez y de “¿Para qué?” de las sociedades represivas.

     El chavismo –como cuando la Revolución Francesa- ha reunido las cinco condiciones para determinar la “revolución del cambio”, y hay soluciones para cada punto, programas que cada sector político ha elaborado, y que representan a futuro el valor real de la unidad. Porque un cambio no se hace en medio de la improvisación y la rigidez doctrinaria. No se trata del espíritu bohemio de invención ni de diálogo de sordos o confesiones públicas, ni de dogmas que marchan “de acuerdo a las reglas”. El cambio verdadero sigue a la invención preparada, con iniciativas abiertas a todos, con aplicación vigorosa, competente, no aproximativa, dejando en la inspiración colectiva las ideas de evolución, evaluando fríamente los medios de ejecución, en términos realistas.

     En las revoluciones que fracasaron (URSS, Castro, Chávez), las concepciones generales son inmovibles, rígidas, y no modifican la realidad. El cambio implica soluciones económicas y tecnológicas de eficacia superior a lo que se destruye, evitar la permanencia de lo que nos hunde más velozmente en el subdesarrollo por su incapacidad para mantener sus promesas. Tenemos que elegir entre ceder el sitio o conformarnos con la continuidad e incremento de un equipo dictatorial. 

     Los cinco aspectos enumerados son inseparables para el cambio, fases de una misma y única realidad; si uno de ellos falta, el conjunto se derrumba, o es exiguo, o nunca existió. Las críticas deben expresarse, en buena medida, dentro de la propia clase directiva; desde su interior se desprende la traición, porque no son beneficiarios del orden reinante y toman conciencia directamente del nivel de valores, del fracaso interno del sistema de vida y también aspiran a algo mejor. Es la hora de las acciones y de una dialéctica entre los más inteligentes para engendrar el cambio. Cambio y fuera.

viernes, 26 de agosto de 2016

LOS NUEVOS CAMINOS DEL CAMBIO


De nada le ha servido al chavismo intentar aplicar, a cualquier precio, los esquemas “revolucionarios” –puramente teóricos- que conocemos. Los esquemas son binarios, antagónicos: campesinos contra terratenientes, obreros contra patrones… Es preferible adecuar la necesidad de cambios del presente a una rotación centrífuga antes que a la de un choque entre dos bandos, porque la lucha para “salir adelante” debe contar siempre –en el juego superior de la libertad- con las personas insatisfechas, requisito esencial de las revoluciones genuinas. El pobre no puede ni debe ser una bala que se utiliza contra sí mismo, como evidencia la intención del chavismo.


LOS NUEVOS CAMINOS DEL CAMBIO
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Recordemos que no debemos desechar la experiencia de los siglos; en la multitud de años estas cosas, si fueron buenas, seguramente no serán desconocidas; porque casi todo ha sido descubierto, aunque a veces no se colocan juntas; en otros casos los hombres no usan el conocimiento que tienen.” Aristóteles 

     La inteligencia es víctima de la ignorancia porque ésta no puede con ella misma. Al voluntario desconocimiento de la realidad se une la percepción involuntaria de esa misma realidad. La derrota cultural es la más abrumadora de las derrotas, la única que no se olvida jamás, porque no se puede atribuir a la propia desventura ni a la barbarie del adversario, como ya se comienza a entender en el secreto que maneja al chavismo. A la íntima certidumbre de su debilidad, el fracasado agrega la humillación de no esperar su salvación sino de las acciones del vencedor, cuyo talento debe odiar y a la vez imitar. La interpretación sistemáticamente desfavorable, junto al penoso sentimiento de carecer de valor, conduce a las cimas de la mala fe y las tácticas de repliegue.

     En el chavismo, la sola noticia de que los adversarios alcanzaron cierto objetivo basta para restarle trascendencia, para reclamar la liberación del trabajo humano bautizándolo esclavitud tecnológica “pitiyanki”, y para interpretaciones delirantes, tímidas querellas, especulaciones. Esto genera tempestades de descontento. El chavismo pareciera estar creyendo llegada la hora de incrementar la ilegalidad y la sangre, ya que sus Panteras Rojas acusan de “pasividad”, “conformismo”, “indiferencia” y “monolitismo” a sus colegas; de ahí la agitación para la represión. El porcentaje de delitos cuyos autores son imposibles de descubrir, además de ser de los más altos del mundo, evidencia complicidad. La solución que ofrecen llega al colmo: estigmatizar la falta de organización de la policía…

     Siendo la sede de las conmociones, el chavismo le tiene miedo a su “revolución”, como lo evidencia también la batalla en marcha. El venezolano de izquierda y el venezolano de derecha son menos disímiles de lo que se cree; ambos se niegan a ser experimentos de laboratorio, y menos aun de “científicos” que no saben lo que investigan o que buscan soluciones de cualquier naturaleza o tendencia; temen a los cambios invisibles; no sufren del principio de la hegemonía; les asusta el efecto “corruptor”. Está muy claro para el venezolano que “las cosas tomaron otro camino”, un camino que no entiende bien y cuyo modelo inédito quizás sea mejor para otros, que quieran ser arrollados. Los venezolanos necesitan que el chavismo explique su fracaso, y que exponga sus “secretos”, la desmesura y el descalabro.

     Aquí no hay la panacea de un responsable externo que los haya macerado por tantos reveses y traiciones; el responsable es el chavismo, no el “imperialismo” o el capitalismo que les sirven de excusa a la humillación y decepción. Los datos reales son diferentes a las excusas. Necesitamos volver a una situación auténtica que no se enmascare con proyecciones perezosas, miedosas o delirantes, y que se revelen los conflictos y las complejidades. El primitivismo del chavismo ya ha cumplido su misión.

     Ni el anticomunismo ni el procomunismo son susceptibles de cura si no desechan los vicios y aprueban a Venezuela en bloque. Otra cosa carece de sentido superior. El objetivo deseable está en la mejora sustancial de las realidades políticas, económicas y morales de Venezuela, no en la defensa de Cuba o de Estados Unidos. Aquí necesitamos un cambio, salir del chavismo que es una construcción museográfica de las “revoluciones” fracasadas del siglo 20 y que no pueden ser “soñadas” para el siglo 21. El cambio requerido debe hacerse con fórmulas civilizadas, puliendo el papel de una dirigencia creadora, con capacidad transformadora para destruir los vejestorios anquilosados del pasado.

     En Venezuela necesitamos sustituir una actitud pasional por una actitud de análisis con acciones de cambio efectivas, porque la actitud pasional del chavismo se burla del análisis, de la coherencia y de la verdad. Hacer el elogio de Beethoven no es elogiar a Hitler, porque hoy la dinámica juega más a favor del contestatario que del conservador, y éste es el chavismo no analítico.

     De nada le ha servido al chavismo intentar aplicar, a cualquier precio, los esquemas “revolucionarios” –puramente teóricos- que conocemos. Los esquemas son binarios, antagónicos: campesinos contra terratenientes, obreros contra patrones… Es preferible adecuar la necesidad de cambios del presente a una rotación centrífuga antes que a la de un choque entre dos bandos, porque la lucha para “salir adelante” debe contar siempre –en el juego superior de la libertad- con las personas insatisfechas, requisito esencial de las revoluciones genuinas. El pobre no puede ni debe ser una bala que se utiliza contra sí mismo, como evidencia la intención del chavismo.

     Los elementos de disidencia acerca de los valores y los fines superan a los elementos de disidencia acerca de los medios de existencia: no sólo se quiere distribuir mejor la torta: se quiere otra torta. La libertad es lo que favorece a la civilización, que exige la presencia abrumadora de la culpabilidad y la posibilidad de autoacusación, llevadas a límites de lo insoportable, porque ahí está la rebelión interna contra las orientaciones totalitarias. Y esta no es la única rebelión que señala nuevos caminos de cambio… 

jueves, 25 de agosto de 2016

CONTRA LA UNIÓN DE LA SUMISION CHAVISTA



Estamos iniciando una transición con resistencia. La estrategia opositora de doble vía –funcionando al unísono- debe ser brusca en la apertura y exposición de los diversificados puntos débiles del chavismo. Se trata de un plan estabilizador de la verdad, de hechos perfectamente lógicos. El plan desestabilizador lo tiene el chavismo, que ha incumplido el contrato que lo ligaba a los venezolanos, cuyo esclarecimiento no puede ser para cuando ya no pueda traducir políticamente esa “rara luz”, para cuando de nada pueda servirle. Es hora de una neutralización del autoritarismo y de quienes se pongan al servicio de una visión de futuro.


CONTRA LA UNION DE LA SUMISION CHAVISTA

-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Cada Estado es una comunidad de algún tipo, y cada comunidad se establece con una visión de algún bien; 
porque la humanidad siempre actúa para obtener aquello que piensa que es bueno. 
Pero si todas las comunidades apuntan hacia algún bien, el Estado o la comunidad política, 
que es la más alta de todas, y que abraza al resto, 
apunta a un bien en más alto grado que cualquier otro, y al más alto bien.” 
Aristóteles

     Para quienes guardamos en la mesita de noche una concepción sana del “socialismo democrático” ideal o moderno, “conservadores” y “revolucionarios” a veces parecen funcionar como malos discípulos de si mismos. Quizás ambos compartan la frase o promesa de “La imaginación al poder”, planteada originalmente por un estudiante protestatario de la Sorbona. Y con ella vuelven a la obsesión que tienen con el pasado, el pasatismo, el regreso, la repetición, la invocación mimética de doctrinas o eventos ya devorados y superados de la Historia. Pasa así la “imaginación” a ser reiteración y “revolución” redundancia. Siempre con el método de volver a algo -Marx, Dios, Buda, Lenin, Castro- o de recomenzar algo... El espíritu “revolucionario” se reemplaza por el de imitación: entre viejos y jóvenes cunde el deseo de algo que sea algo más que la sombría fidelidad a un fracaso ya reconocido, para lo cual tienen una amplia variedad de casos a elegir. El chavismo ha seleccionado un fracaso largo y vivo: el castrismo. 

     El chavismo se siente a gusto con el castro-comunismo porque la realidad social que allá se afronta no requiere certeza de soluciones; si la cosa se les complica, simplemente se les rehuye; sólo se acentúa el control informático, el silencio, sin siquiera buscar coartadas para eliminar lo que se le opone; se conforman con una cotorra que presenta los problemas “bajo una nueva luz”, con desprecio olímpico hacia la verdad, apelan al “manual de azotes verborrágicos y antigringos”, y chás: chillan cual recias víctimas de acoso sexual, como no pueden hacer los cubanos con la “momia eternizada” jurungándolos a diestra y siniestra, y como –qué cosa- sí pueden hacer los “gringos imperialistas” protestatarios que colocan en su bandera – en vez de estrellas- los logos de las transnacionales. 

     En Cuba no se puede hablar de reivindicaciones de cualquier tipo. Como el chavismo en su acoso a los medios, hay consciencia “revolucionaria” de que las miserias deben ocultarse porque es “mal vista” por los responsables administrativos del sistema. Esto es el pasado fracasado que adopta el chavismo como futuro promisor: todos deben soportar las dificultades porque “mañana...(colocar aquí cualquier promesa renovable)”. Es la tesis de la rentabilidad espiritual de la pobreza, para lo cual tampoco está previsto un procedimiento eficaz. 

     En el chavismo es imposible medir la rentabilidad de las inversiones, eso es “secreto”, como lo es lo que debe o no debe invertirse en cada área social de la complejidad presupuestaria (además del Registro Electoral); son materias reservadas para quienes quizás en sus casas reconocen como “genios excepcionales en cada materia”, a diferencia de otros que no usan boina roja y no importa si estudiaron. La línea Política oficialista es que esta vaina no es asunto de quienes no baten los huevos para su torta, ya que esas son viejas y malas costumbres de “endenantes” y, además, “no volverán porque...(aquí elija epítetos insultantes variados)”. Y aún ahí dentro, en esa caja negra, sólo algunos pocos saben cómo se bate el cobre o los cobres. Obviamente, estas son pamplinas, mentiras de los conspiradores, porque ellos actúan “como un solo hombre” (literalmente), quien logra hacer de ellos un asopado o minestrón de esclavos, con arepas mojadas flotando como cerebro. Llámesele la unión de la sumisión.

     A estos castrados de intelecto sólido los une el pasado fracasado, ya que son consecuentes con la ausencia de democracia interna y reconfirman que el comunismo no ha respetado las libertades en ninguno de los países donde conquistaron el poder. Se les desnuda la insignificancia cuando no pueden responder a nada si -antes- el “jefe” nos les da permiso, cual eunucos que abolieron sus esféricas voluntariamente e hicieron del piripicho un bicho piche; son incapaces de crecer, cual hermafroditismo político, porque nunca supieron organizarse en torno a un programa, se dislocan por la incapacidad de definir una política socialmente efectiva (ni hablar de ejecutarla) y se deshacen en un ballet de alianzas y rupturas inherente a su innato nihilismo. El Principio de Peter aun no ha llegado al conocimiento del chavismo. Y cuando en el menú tienen que elegir entre papas y pasta, piden caviar.

     Es línea política coherente afrontar esa mediocridad, enérgicamente, más allá de los trapos rojos del “jefe”. Observando bien a estos “parapetos”, conviene recordar que en política nada es decisivo si obramos en función o en favor de lo que nunca habrá de ocurrir: desde que el chavismo llegó, tenemos un equipo de esperpentos que nunca harán otra cosa diferente a derretirse como bolas congeladas en el caliente desierto social; ahí no ocurrirá otra cosa diferente a lo que ya hemos visto. El ataque a todos esos frentes abiertos –como heridas sin cura- debe hacerse con experticia e implacablemente.

     Si Aristóteles hubiese propuesto la abolición de la esclavitud (allá, antes de Cristo) habría sido más estimado aun, pero no un hombre político (nadie o pocos hubieran votado por ello). Pero la política es el arte del futuro sólo si sabe –antes- ser el arte del presente. La excomunión desdeñosa del capitalismo evolutivo en nombre de un “socialismo de cartel”, equivale a elegir el subdesarrollo para no revisar un dogma. Los sumisos se dividen al acercarse el blanco contra el que disparan. Dan marcha atrás cuando ven que se acerca el día del cambio posible. La partida debe ponerse seria, superando el miedo al cambio, ya que en el temor de una mala dirección, la acción vence a la palabra, y es un elemento sumamente justificable y aplicable.

     Estamos iniciando una transición con resistencia. La estrategia opositora de doble vía –funcionando al unísono- debe ser brusca en la apertura y exposición de los diversificados puntos débiles del chavismo. Se trata de un plan estabilizador de la verdad, de hechos perfectamente lógicos. El plan desestabilizador lo tiene el chavismo, que ha incumplido el contrato que lo ligaba a los venezolanos, cuyo esclarecimiento no puede ser para cuando ya no pueda traducir políticamente esa “rara luz”, para cuando de nada pueda servirle. Es hora de una neutralización del autoritarismo y de quienes se pongan al servicio de una visión de futuro. 

miércoles, 24 de agosto de 2016

ASI SE ENTIERRA A UNA “REVOLUCION”



El dirigismo represivo genera más subdesarrollo. El chavismo está demostrando, una vez más, que no es posible instaurar un socialismo económico dentro de una dictadura política, y logran tan sólo llegar con rapidez a la caricatura y a la tragedia, volviéndose ineficaz y policial. La dura verdad es que el socialismo todavía no existe en ninguna parte; ni siquiera ha habido un modelo a seguir. Nunca fue verdad que el “imperialismo” fuera sólo capitalista; el comunismo soviético y chino también intentaron doblegar a pueblos débiles, para beneficios económicos y políticomilitares.

ASI SE ENTIERRA A UNA “REVOLUCION” 
-Alberto Rodríguez Barrera- 

“Es característica del hombre que él solo tiene sentido del bien y del mal, 

de lo justo y de lo injusto, y similares, 
y la asociación de los seres vivientes que tienen este sentido
hacen una familia y un Estado.”
Aristóteles



     Las tentativas revolucionarias, en el sentido completo del término “revolución”, han fracasado en el mundo, sus victorias son raras. La Unión Soviética defraudó la idea de “un socialismo con rostro humano”; China batalla, incorporando los principios del capitalismo, para salir del persistente fracaso económico, evidenciando que el totalitarismo es cada vez menos excusable; Cuba es una lástima, hogar del oportunismo chulo y pordiosero. El común denominador de estos desperdicios ha sido la suspensión de la libertad, que justifican bajo supuestos imperativos de una disciplina de producción, que en la práctica no ha sido más que supercherías e improductividad, para decir lo menos. Lo que les ha “funcionado”, por el sadismo de la sumisión colectiva, ha sido la dictadura política, omnipotencia que se disfraza de propaganda infinita estilo “lavacerebros”, que se hace acompañar por un atajo de incapaces, insignificancias humanas que aplican un terrorismo moral, intelectual y físico, opresor y opresivo, chapoteando en una pobreza anárquica, tal como es la asesoría castrista importada degradantemente por el chavismo para la castración psico-física de los venezolanos. 

     Son hechos comprobados, no una cuestión de buena o mala voluntad, como bien puede confirmarse en vivo y en pleno desarrollo con el chavismo arremetiendo contra Venezuela y los venezolanos. Aquí, como allá, las mentes sanas a favor y en contra admiten el fracaso, desdeñan este “centralismo” exacerbado que osan llamar “democrático”. Es un conocimiento general que ninguna socialización progresa sin libertad, que sin libertad de expresión se aniquilan los procesos, porque conducen al peligro de la insensatez, además de desvirtuar los mismos fundamentos de cualquier ideología decente. No se le hace honor al término de socialismo cuando se aplica un “socialismo económico” sin democracia política, ya que se elimina el derecho de iniciativa, de control, de crítica, negándosele a los ciudadanos ingerencia en las decisiones y el poder, silenciando las grandes opciones –junto con los gigantescos errores- que determinan el destino de varias generaciones, prefiriendo regodearse en una egolatría que define e impone el absurdo del totalitarismo.

     El dirigismo represivo genera más subdesarrollo. El chavismo está demostrando, una vez más, que no es posible instaurar un socialismo económico dentro de una dictadura política, y logran tan sólo llegar con rapidez a la caricatura y a la tragedia, volviéndose ineficaz y policial. La dura verdad es que el socialismo todavía no existe en ninguna parte; ni siquiera ha habido un modelo a seguir. Nunca fue verdad que el “imperialismo” fuera sólo capitalista; el comunismo soviético y chino también intentaron doblegar a pueblos débiles, para beneficios económicos y políticomilitares. 

     Los ciudadanos del mundo aún esperan una “revolución” que consista en la creación de una igualdad real entre los hombres y la invención de instrumentos políticos que permitan la orientación de su destino. Pero más claro aun resulta que la concentración de poderes –político, económico, militar, tecnológico, judicial, constituyente, cultural, informativo- en manos de una oligarquía o una monarquía (Stalin, Tito, Castro, Chávez) es el último de los medios susceptibles de producir una revolución. Este tipo de Poder –heroico o mediocre- no tiene las cualidades necesarias para resolver la problemática de las sociedades modernas. La línea política más clara para la crítica pertinaz es el resultado que ya refleja claramente el chavismo: una situación que anhela y se desvive por la concentración del Poder, asegurándolo de más en más y la aparición de menos en menos de las soluciones que la sociedad sigue esperando, ahora con más ahínco.

     La autoridad sube, junto a la corrupción, y la competencia desciende, junto al dejo. Y todo se desliza hacia una sociedad más dominada y menos gobernada. No importa que uno u otro sistema social sea mejor sobre el papel o en la cotorra, pero otra cosa es que a quien le cortan brazos y piernas se le bautice como jugador de béisbol. El chavismo está lleno de atletas de esta naturaleza, con tribunas de “cheerleaders”, pero como la realidad social maneja otras consideraciones: no hay duda de ninguna especie que el chavismo no reúne los valores suficientes ni para la “revolución” que se propone ni para lo que Venezuela necesita, ahora más que ayer. 

     Venezuela posee un nivel envidiable aun y excelentes perspectivas de prosperidad, por más que el chavismo busque restringirla a una cajita personal. Pero tal prosperidad está condicionada dentro de un planeta acelerado en tecnología avanzada, donde hay una verdadera revolución en marcha. Los venezolanos debemos distinguir el futuro como matriz. Hay un denominador común poco visible y que no se limita a la tecnología, pero sin tecnología no se pueden aplicar las soluciones de cambio.

     Todo el mundo busca el centro “donde están las cosas”. Esta sensación es un fenómeno capital. Sociedades hay donde impera la idea de que nada sucederá, porque suscitará el freno automático, pero tal idea también pasa imperceptible. El chavismo no está tomando buena nota de esta niebla impalpable, impresionista. Pero se perciben con claridad las diferencias de comportamiento entre los individuos, hojas cambiando de colores por el viento que sopla; en el seno de la movilidad puede su destino mejorar las cosas, aún dentro de la viscosidad, lo cual sucede deslizándose entre las cosas. Es un sentimiento que parte de ciertas causas (vetustez administrativa, privilegios económicos, deshonestidad política) y termina convertido en una causa que sostiene a las anteriores.

     La resistencia al cambio ha disminuido considerablemente. Vamos a aplicar un modelo cuya concepción supera al chavismo.

martes, 23 de agosto de 2016

LA COMUNICACION (POR UNA RESERVA DE BOLAS Y OVARIOS)


La marabunta de medios monopolizados por el chavismo exaltan el insulto y la mediocridad propia, edulcorando los hechos, escondiendo las llagas, las atrocidades, el deterioro, la corrupción, el atascamiento en que se encuentra la vida nacional; no se va a fondo con los escándalos oficialistas ni en el retrato social, político o de cualquier índole; pero los intentos de adoctrinamiento y el abuso propagandístico se resquebraja y pierde eficiencia por su descaro manipulador, ajenos a los intereses y pasiones de la colectividad.

LA COMUNICACION
(POR UNA RESERVA DE BOLAS Y OVARIOS)
26/11/2011
-Alberto Rodríguez Barrera- 



“Se dice que el legislador debería tener su ojo dirigido a dos puntos: el pueblo y el país. 
Pero los países vecinos tampoco deben ser olvidados por él, primero porque el Estado 
para el cual legisla debe tener una vida política y no una vida aislada.” Aristóteles


     Cuando son demasiadas las tensiones sociales, las rebeliones y las exigencias se diversifican. La masa de ciudadanos se agrupa en categorías varias, más libres o liberales, y dan carácter masivo a las manifestaciones, haciendo la diferencia con el extremismo. Ninguna división de clases sociales del pasado es lo suficientemente precisa para dar cuenta de estas nuevas clases políticas, que además son clases morales, clases intelectuales, clases sexuales, clases estéticas, etc., fundadas sobre el rechazo de un tipo de vida por incapaz de seducir; como “comunidad”, cada una tiene sus costumbres. Y la imagen de círculos yuxtapuestos es más exacta que las capas sociales estratificadas; y tienen interconexiones, círculos, intereses culturales comunes; cultural en el sentido de “lo que concierne a la forma de civilización”, y que hoy cuenta con un acelerador que renueva la dinámica interna de los conflictos.

     La tecnología en el incremento de los medios de comunicación ya no constituye “la violación de las multitudes”, como se llamó al uso de la radio cuando Hitler, cosa que contribuyó a definir también al medio audiovisual. Pasó así la repetición ingenua -repetida hasta la saciedad- de aplicar ideas preconcebidas entre propaganda política y publicidad comercial; dos actos que nada tienen en común en cuanto a motivaciones psíquicas ni en modificaciones de comportamiento: el dentífrico que se compra no otorga poder. Trabajos sociológicos hay que concluyen que el machacar publicitario desempeña un papel ínfimo en la orientación de las corrientes políticas, siempre y cuando exista la comparación informativa.

     La cerrada campana totalitaria del chavismo aspira a que ninguna opinión que no sea la del chavismo pueda expresarse por los medios. En tales condiciones las muchedumbres estarán a merced de los manipuladores, aunque no por razones debidas a los medios como tales, ya que el condicionamiento es “eliminación del material de la contradicción”. La experiencia demuestra que en un monismo informativo de esta naturaleza, la convicción colectiva es frágil: si el gobierno manipula la información porque es el único que está a cargo de ella, cualquier contrapropaganda demuele en un día lo que construyó en años. La propaganda unilateral fortalece las opiniones existentes, no provocan cambios, arrastra la adhesión de los indecisos. 

     Una campaña política sopesa argumentos y hombres; no físico ni carteles; es controversia y aceptación de la controversia; no es la abundancia sino el contenido; no hay que temer a quienes abusan, como evidentemente es el caso con el chavismo; la multitud de mensajes de escasez y mediocridad hace juguetes modificables. Más vale no sustraerse al asalto de los periodistas y los esclarecimientos que abruman, que deben solicitarse y darse. Quien condiciona la opinión empleando medios para impresionar a la pobre gente, deja ver que “compra” el espacio y no ve que el argumento se pone en su contra. 

     Quien compra medios para la divulgación monopólica de contenidos sectarios, se está poniendo un disfraz descalificador que debe confrontarse hasta el punto de invalidar el “sin comentarios” o la devaluación de agresión confusionista que descalifica la labor periodística, táctica ésta que el chavismo utiliza reiteradamente para obviar las respuestas e intentar “achicopalar” al periodista acusándolo de servil de los dueños de medios. 

     Contradictoriamente, el servilismo se expone con más certeza en quienes se ven obligados a seguir sólo “la voz del amo”. A Venezuela le toca en el presente definir más reciamente si hemos de formar parte de los países informados o de los desinformados, fracturando las restricciones de “verdad única” que anhela el chavismo, frenando su cuasiomnipotencia. Esta fuente de energía es integral o no es nada. Recetar el suicidio no cura la gripe; sólo la información puede educar y moralizar a la información; y en ésta la libertad es la abundancia, porque la fuerza está en la diversidad. 

     La marabunta de medios monopolizados por el chavismo exaltan el insulto y la mediocridad propia, edulcorando los hechos, escondiendo las llagas, las atrocidades, el deterioro, la corrupción, el atascamiento en que se encuentra la vida nacional; no se va a fondo con los escándalos oficialistas ni en el retrato social, político o de cualquier índole; pero los intentos de adoctrinamiento y el abuso propagandístico se resquebraja y pierde eficiencia por su descaro manipulador, ajenos a los intereses y pasiones de la colectividad. 

     El periodismo venezolano, eternamente en jaque entre la verdad y la mentira, encuentra hoy mayor reciedumbre en la idea de que ni el gobierno ni los grupos de presión o interés ni las asociaciones ni las empresas industriales ni las Fuerzas Armadas y, en síntesis, nadie es depositario de una misión sobrenatural que lo habilite para rehusar dar explicaciones o tronchar informaciones, menos aun si se considera que su actividad es nociva para el interés general o para tal o cual sector de la ciudadanía. El acoso y la coacción están a las puertas de los medios con la carota del chavismo dispuesta al chantaje y a robarse también esta fuerza única para incorporarla a su ejército de sumisión. Aquí el silencio sólo se lo puede calar el chavismo.

     Dos tipos de información separa dos tipos de civilización, y la de la libertad es la que tiene futuro. Al chavismo no le queda otra salida que hundirse en su corriente de errores, que no pueden ser conocidos más tarde, cuando sean irreparables. El “culillo” que sea para el “castigador”. Reservémonos las bolas y los ovarios. La información limita e impide las catástrofes. Tenemos la obligación de “hacer algo”. Puede uno quemarse cuando mete el dedo en la manteca, pero quedará el dedo iluminado, como ET queriendo irse a casa. Y esta es una casa que turba la realidad de los políticos, que no hace gala de la impotencia y que no puede cargar con un sentimiento de culpabilidad que mejor la cuadra a los perpetradores de horrores.

lunes, 22 de agosto de 2016

CÓMO SUPERAR UNA ENFERMEDAD DEGENERATIVA


La resistencia venezolana, que hoy está en una carrera decisiva para impedir el atraso crítico que representa el castromadurismo, cuenta hoy con una gran fuerza representada por la diversidad de organizaciones pluralistas existentes y sobrevivientes en la sociedad. Este es un valioso ejército para actuar en base a las funciones por sector que requieren los venezolanos con urgencia. Pero hay que diferenciar entre sus integrantes genuinos y los bichitos que siempre merodean como sádicos. Una organización pluralista no se interesa en el gobierno ni en gobernar. No es un todo. Es un órgano de la sociedad cuyos resultados se generan “por fuera”. Su “producto” es un venezolano satisfecho, un venezolano defendido y seguro para desarrollar sus quehaceres sociales multidisciplinarios, un venezolano con hospitales y pacientes curados, un venezolano con centros educativos que le permitan poner en práctica la diversidad de saberes que aprende...
En ningún caso se trata del derecho divino a que aspira la enfermedad degenerativa que es el castrocomunismo. 


CÓMO SUPERAR UNA ENFERMEDAD DEGENERATIVA
-Alberto Rodríguez Barrera-


“En las democracias el pueblo es lo supremo, pero en las oligarquías, los pocos;

y, por lo tanto, decimos que estas dos formas de gobierno también son diferentes.” 
Aristóteles



     La sociedad venezolana ha logrado sobrevivir a duras penas –sin caer en la desgracia de la sumisión castrocomunista- porque ha sido menos dependiente del gobierno, porque logró consolidar en la democracia otros centros de poder independientes de él, y que no se dejan aplastar. Antes del castrochavismo, Venezuela venía encaminada hacia el pluralismo, tanto en la sociedad como en el cuerpo político. Un pluralismo de organizaciones que buscaba concentrarse más en las funciones únicas de cada sector: negocios, escuelas, salud, valores, hábitos. Ya habíamos comenzado a “separarlas” de la política, como debe ser en los tiempos modernos. 

     El castrofascismo, inspirado en el pasado de fracasos todopoderosos del comunismo, lo ha querido concentrar todo en sus manos, al estilo “que nadie respire mientras pienso en qué hacer”, al estilo feudal. Su verdad única ha venido frenando la expansión coherente que exige el mundo actual: pluralismo de grupos dedicados a sus causas sectoriales específicas. Veníamos en el camino de la descentralización deseada, acorde con el desarrollo que plantea el siglo 21, y donde ninguna de las verrugas era tan desastrosa como el acaparamiento de la verruga única del castrochavismo. Creyéndose “expertos del todo”, como el totalitarismo fracasado en todas partes, recaen en el error de siempre querer centralizarlo todo: el hogar, la crianza, la educación, los negocios, los sindicatos, los medios, la salud... Todo lo cual hacían mejor las familias solas hace 100 años, al igual que las instituciones de un solo propósito, con una autonomía que no era oficial o política.

     El castromadurismo no ha sabido manejar el negocio de la evolución contemporánea, y siguen la línea absolutista y monopólica que en Rusia, Alemania y Cuba demostraron ya su ineficiencia, en su afán por absorberlo todo, triturando la libertad de acción autonómica y aboliendo los avances descentralizadores. Al afincarse en la subordinación de toda la sociedad, de todas las instituciones y de todas las funciones sociales, el totalitarismo de izquierda o de derecha fracasa, y no solamente en cuanto a crear una nueva sociedad viable sino también en sus intentos de someter las más convenientes realidades del pluralismo. Ahí donde comunistas, nazis y fascistas lograron salir del “hueco” inútil, fue porque se retractaron –con una pequeña ayuda de los amigos- y devolvieron la autonomía. Y en todo ello, como lo evidencia el castrocomunismo, tanto de Chávez como de Maduro, el único éxito bien logrado ha sido la destrucción.

    En el pluralismo, cada institución cumple una función específica, limitadas con un estrecho propósito que es lo que les da fortaleza. El castrofascismo, como pesadilla totalitaria, pierde eficacia al salirse de la órbita específica que le corresponde a un gobierno moderno. Al perseguir el pasaje gratis que los lleve al control de todo, su poder se disuelve como la sal en el agua; porque la politización exacerbada olvida que en un pluralismo social lo que importa es la función, y las funciones por sector no son políticas –casi que son apolíticas-, haciendo que la efectividad social se mida por el poder de contratar, colocar, trasladar, distribuir y fijar tareas y normas de nuevas instituciones pluralistas, cosa que es algo muy diferente al viejo absolutismo.

     Lo que el madurismo castrocomunista impide, deteniendo el desarrollo integral, es que los sectores activos de la sociedad venezolana multipliquen las maneras de ganarse la vida, se seguir una profesión o oficio, de contribuir, de ser productivos. La querencia de sirvientes sumisos hace que el castrofascismo regrese a lo que Marx –hace más de 120 años- escribió respecto a que el proletario trabajaba más para un amo que para una organización. Hoy el problema no son los proletarios explotados; hoy las personas en su mayoría trabajan para organizaciones, y no como sirvientes; hoy los trabajadores son más que obreros, sin amos, pese a los esfuerzos que hace el castrocomunismo.

     Lo que hoy pasa no es igual a hace 100 años, cuando los objetivos políticos eran la abolición de la autonomía dentro de la sociedad y la concentración de todo en un gobierno central. Eso “peló bola” olímpicamente hace rato. La “soberanía” no está ahí. El castromadurismo se mueve en una magnífica carroza de lujo, pero es una carroza fúnebre. Buscando el poder ilimitado superan a Stalin y llegan hasta el zarismo ruso de sangre azul, cuando esa circulaba abstractamente. Y los “negocios” ya ni siquiera son como los pintados por Henry James, Dickens o Balzac. Porque el mundo siguió andando; llegando a un pluralismo de acción por función que no admite vuelta atrás. Hoy negocio es administración, algo que debería ser bueno para todos en la medida en que se ajusten a una función social específica. 

     Cuando el castromadurismo infla una burocracia colocando en nómina a sólo sus panteras rosas y eliminando a todo lo que se le oponga, creyendo que eso es “poder”, actúa como en el orden monárquico: el rey por encima del duque, el duque por encima del conde, el conde por encima del caballero y el caballero por encima del aldeano. Es decir: con un pluralismo a la antigua, sostenido por una banda hamponil asesina...

     La resistencia venezolana, que hoy está en una carrera decisiva para impedir el atraso crítico que representa el castromadurismo, cuenta hoy con una gran fuerza representada por la diversidad de organizaciones pluralistas existentes y sobrevivientes en la sociedad. Este es un valioso ejército para actuar en base a las funciones por sector que requieren los venezolanos con urgencia. Pero hay que diferenciar entre sus integrantes genuinos y los bichitos que siempre merodean como sádicos. Una organización pluralista no se interesa en el gobierno ni en gobernar. No es un todo. Es un órgano de la sociedad cuyos resultados se generan “por fuera”. Su “producto” es un venezolano satisfecho, un venezolano defendido y seguro para desarrollar sus quehaceres sociales multidisciplinarios, un venezolano con hospitales y pacientes curados, un venezolano con centros educativos que le permitan poner en práctica la diversidad de saberes que aprende...

     En ningún caso se trata del derecho divino a que aspira la enfermedad degenerativa que es el castrocomunismo.

viernes, 19 de agosto de 2016

LO EXTRAÑO DEL DISTANCIAMIENTO, CREATIVO Y POBLACIONAL


Como sucede con el castrocomunismo en su grado de inconsciencia, Brecht abandona concientemente las complejidades de exposición en sus obras. Los personajes no mantienen la ilusión de que desconocen la presencia del público y se revelan a sí mismos y sus relaciones con insinuaciones que deben preservar la apariencia de ingredientes naturales en sus conversaciones... El distanciamiento del castromadurismo es que le imponen a los venezolanos una ilusión de efectividad con abusiva presencia, mintiendo descaradamente y sin que a nadie se le informe sobre tantos hechos descarriados, y hasta las canciones que cantan son delirios sobre la borrachera... 



LO EXTRAÑO DEL DISTANCIAMIENTO, 
CREATIVO Y POBLACIONAL
-Alberto Rodríguez Barrera-


“Esta comunidad es la constitución; por lo tanto, la virtud del ciudadano 
debe ser relativa a la constitución de la cual es miembro.” 
Aristóteles

     Cuando se habla de “distanciamiento”, como es el caso del castromadurismo en relación con los venezolanos, se habla de Bertolt Brecht, el dramaturgo alemán desaparecido hace ya 57 años. Con tal término, “Verfremdung”, convertido en un método de producción y actuación teatrales y que se acostumbra a traducir como “distanciamiento” y “alienación”, Brecht trataba sólo de “hacer extraño”, presentar el mundo como extraño para despertar en el espectador el deseo de alterarlo. De tal manera fue que su teatro “épico” se hizo un implemento del comunismo, aunque –la verdad sea dicha- su teoría jamás progresó en los países comunistas.

    Los principios de Brecht establecieron una arbitraria concepción del teatro “burgués”; arbitraria, decimos, porque el teatro puede funcionar bien en su tradición de rito para –igualmente- sustituir la unidad emocional e imaginada, derivada del arte, en busca de una unidad real en el mundo exterior. Lograr esto es otro problema. Así lo entendió el mismo Brecht en su madurez, pero en sus inicios, cuando escribió sus obras propagandistas, buscaba eliminar toda conexión entre el espectador y el escenario. Brecht no aceptaba los finales trágicos de las obras, creía que el hombre debe mostrarse capaz de evitar la tragedia. De ahí que –en sus comienzos- evitara lo hermoso, lírico y conmovedor, negando la emoción, la belleza; creyendo que sólo el pensamiento racional serviría para cambiar la situación humana. 

     Por supuesto que el distanciamiento de Brecht tenía/tiene una fundamentación más sólida que el distanciamiento que sufre el castrocomunismo en su continua improvisación, ya que todo lo que éste afirma debe ser interpretado al revés para comprender su verdadero valor. Sin embargo, hay similitudes a capturar con cierto esfuerzo de la imaginación. 

     Así como Brecht incorporaba el efecto de distanciamiento en la estructura y lenguaje de sus obras, utilizaba también la repetición de personajes y eventos: Herr Puntila borracho comenta sobre la intolerancia de Herr Puntila sobrio; la “buena mujer” Shen Te asume la máscara de agria opresión y se transforma en el negociante Sui Te para que cada una de sus personalidades gemelas recuerde la posibilidad del otro, ninguna fija o inalterable; se repiten tramas de una a otra obra, fijas e inalterables; los mismos eventos reiterados permiten pensar... La repetición del castrofascismo madurista tiene la desventaja de que el talento de Brecht es superior, tanto para resumir y re-actuar ocurrencias que ya no están sucediendo realmente, que no existen, que están en el pasado, sucediéndole a otra gente. El distanciamiento de Brecht es a propósito y con fines de manipulación teatral; el distanciamiento del castromadurismo es más parecido a cuando el público fastidiado se levanta de su butaca y deja solo el recinto.

     Como sucede con el castromadurismo pero en grado de inconsciencia, Brecht abandona concientemente las complejidades de exposición en sus obras. Los personajes no mantienen la ilusión de que desconocen la presencia del público y se revelan a sí mismos y sus relaciones con insinuaciones que deben preservar la apariencia de ingredientes naturales en sus conversaciones. Así sucede en las obras superiores de la madurez de Brecht, La Buena Mujer de Setzuan y El Círculo de Tiza Caucasiano, donde le habla directamente al público dándole los hechos necesarios de la situación, como cuando se interrumpe la acción para resumir, comentar y predecir por vía de canciones. Este es el distanciamiento brechtiano. El distanciamiento del castromadurismo es que le imponen a los venezolanos una ilusión de efectividad con abusiva presencia, mintiendo descaradamente y sin que a nadie se le informe sobre tantos hechos descarriados, y hasta las canciones que cantan son delirios sobre la borrachera.

     Los personajes de Brecht anuncian con tonos de voz casuales algo sorprendente y se espera que el espectador sienta la sorpresa y reaccione en consecuencia, pero el efecto no es tan liberador para el espectador como supone la teoría brechtiana: puede limitarlo a una sola reacción, el mero reverso de lo que escuche afirmar, sin que necesariamente lo estimule a proceder originalmente. Hay una diferencia entre darle vida a una escena y hacer que el espectador realice un cambio en el mundo. 

     Esta diferencia se corresponde con la diferencia entre la concepción de Brecht de distanciamiento cuando la comenzó a expandir explícitamente a principio de los 1930s y su concepción de los 40s y 50s. Al principio, con sus obras iniciales, su propósito era primordialmente político: quería “convertir a las instituciones (teatrales) de lugares de entretenimiento en órganos de publicidad”. En cambio, el distanciamiento que recibe el castromadurismo por parte de los venezolanos obedece a que utiliza todas las instituciones y los medios para “una” sola “correcta” actitud, lo cual hace que todo sea “extraño”, sin sorpresa ni vida.

     La diferencia -en Brecht- está también entre el efecto de distanciamiento que lleva a una sola respuesta política y el efecto que lleva a una realización estética, de maravilla, contemplación, euforia o pena. En contraste con las obras propagandistas, las obras posteriores, del exilio y de la madurez permitieron más este tipo de efecto, a la vez que el mensaje político se hizo menos dañino.


     En cambio, el castromadurismo no madura y el distanciamiento ya es poblacional, de alejamiento de algo que ya no sirve.

DE CUANDO LA INTELIGENCIA SE RETRACTA



“La virtud de todos los ciudadanos no es posible que sea la misma,
ni la excelencia del líder del coro es la misma 
que la del intérprete que está a su lado.” 
Aristóteles



DE CUANDO LA INTELIGENCIA SE RETRACTA
-Alberto Rodríguez Barrera-

     En El Pequeño Organon para el Teatro, escrito en 1948, Bertolt Brecht recuerda deliberadamente sus obras tempranas, afectadas por el comunismo, para rechazarlas. En ese tiempo, dice, “amenacé con ‘hacer de un medio de entretenimiento una lección para ser enseñada, y transformar ciertas instituciones de lugares de entretenimiento en órganos de publicidad’, de emigrar de los reinos del placer... Retractémonos ahora, sin duda para el arrepentimiento general, de nuestra intención de emigrar de los reinos del placer y anunciar, sin duda para un arrepentimiento general mayor, nuestra intención de poner orden en esos reinos. Tratemos al teatro como un lugar de entretenimiento, como debería hacer la verdadera estética, y averigüemos qué tipo de entretenimiento nos agrada”. 

     La capacidad de retractarse es algo que más coherentemente llega a quienes tienen suficiente talento y creencia continuada hacia su creatividad, como es el caso con Brecht, y de ninguna manera con el castromadurismo, como se demuestra en el hecho de transformar a todas las instituciones públicas en órganos de publicidad, afectándolas con un fanatismo comunista que ya para 1948 Brecht consideró necesario rectificar.

     Para este Brecht, en El Pequeño Organon donde exalta y renueva sus teorías, el teatro no debía ser moralizador ni didáctico, era meramente algo para desprenderse de los modelos clásicos que habían servido a otras épocas, y que debía producir un entretenimiento adaptado a nuestra propia época.

     En otras palabras, Brecht reconocía ahora que el teatro debía ser científico en el ánimo, que fuera comunista en el ánimo, ya que el comunismo representaba para él la manera científica de mirar al universo. Y es en este punto de su manifiesto que Brecht incurre en cierta cantidad de contradicciones. Por una parte, continuó enfatizando la función del teatro como una contribución a la lucha política, y la pomposidad de su lenguaje, encontrada a menudo en sus escritos explícitamente marxistas, es significativa en sí misma: “Necesitamos un teatro que no sólo haga posible las emociones, las penetraciones y los impulsos permitidos por el relevante campo de las relaciones humanas en que ocurren las acciones, sino uno que produzca pensamientos y sentimientos que en sí mismos tienen un papel para alterar el campo”. Aquí, Brecht está claramente pensando en el efecto de distanciamiento en términos de sus obras propagandistas de principios de 1930s. 

     Hacia el final del mismo ensayo, sin embargo, Brecht adopta otro punto de vista, que está más en armonía con el espíritu de muchas de sus obras posteriores: “La sociedad puede derivar disfrute hasta de lo asocial, en tanto que despliegue vitalidad y grandeza...Hasta un río que se ha salido catastróficamente de su curso puede ser disfrutado libremente por la sociedad en toda su gloria si la sociedad es capaz de dominarlo: porque entonces pertenece a la sociedad”. Ya aquí están los signos de una actitud estética, porque todo lo que es “asocial” debe ser dominado, sus cualidades son apreciadas. 

     Esta tendencia se vuelve evidente más adelante. No se trata de retratar éxitos o fracasos, continúa Brecht: todos los intentos de rehacer la sociedad nos dan“un sentimiento de triunfo y confianza y nos proveen de placeres por las posibilidades de cambio en todas las cosas”. 

     Aquí el criterio no es el bien de la sociedad, ni el fin último la sociedad sin clases; es el entusiasmo contemplativo, el cambio por sí mismo; aquí casi que no importa la naturaleza del cambio. Brecht da la bienvenida a la pura dinámica del flujo de la vida, por encima de sus obras propagandistas; altera el efecto de distanciamiento. Si algo se ha de derivar del teatro, es derivable por el individuo en vez de por la sociedad, y en términos de placer en vez de ganancias. El teatro “ni siquiera debe enseñar, en todo caso nada más útil que cómo conducirse uno mismo placenteramente, tanto en sentido físico como intelectual”. 

     El papel del teatro, según el Brecht maduro, debe ser algo “enteramente superfluo”, y el propósito de vivir es disfrutar de lo superfluo por sobre todo lo demás; sin duda, no hay nada comparado al placer derivado de las presentaciones artísticas; en la obra de teatro, el trabajador puede estudiar a distancia el caleidoscopio de cambios de la vida, y el ideal de un propósito subrayando estos cambios debe ser abandonado. 

     De tal manera, hasta en la teoría teatral brechtiana se encuentran fundamentos que se contradicen y rechazan lo que el castromadurismo en su delirio improvisador trata de imponer a rajatabla.

miércoles, 17 de agosto de 2016

LAS OBRAS DE LA MADUREZ, COMUNISMO Y CAPITALISMO EN BRECHT (4)


LAS OBRAS DE LA MADUREZ
COMUNISMO Y CAPITALISMO EN BRECHT (4)
-Alberto Rodríguez Barrera-

     En contraste con sus obras propagandistas, La Buena Mujer de Setzuan (1838-41) ofrece una nueva complejidad en Brecht. En estructura, no es teatro “épico”: la trama es extremadamente complicada, no una concatenación; con intensidad de argumento, exagerada caricaturización de las situaciones, que difícilmente preserva la actitud de distanciamiento. Desaparece la clara propaganda comunista, carencia que enriquece el interés dramático; en vez de los mensajes parcializados, surge una dialéctica de actividades opuestas, con una tensión que involucra el estilo del teatro tradicional.

     El “argumento” -lo más importante aquí- concierne a tres dioses chinos que vienen en busca de hombres buenos, como cuando Jehová fue a Sodoma. No encuentran a ninguno, sólo a la prostituta Shen Te, y la recompensan con dinero que ella utiliza para establecer una tienda. Shen Te es enseguida perseguida por mendigos y gente necesitada, y su generosidad la lleva al borde de la ruina. Luego se enamora de un desempleado, Sun, egoísta despiadado por el cual muestra devoción, cosa que nuevamente la lleva al desastre. La salida que encuentra es disfrazarse como un primo, Shui Ta, quien pone fin a quienes reclaman su amor, y acentúa una dura insistencia en principios. Como Shui Ta ayuda a los pobres y a su amante, estableciendo una fábrica que otorga empleos y salarios; pero al hacerlo aparta casi toda su caridad, y su situación mental empeora. A la larga es arrestada como Shui Ta por el supuesto asesinato de Shen Te. Los dioses entran a la corte para juzgar el caso, donde ella se revela como Shen Te. Ante esto, los dioses se deleitan, porque la buena mujer aun está en la tierra, pero Shen Te protesta desesperadamente porque ella no es meramente una buena mujer: no puede estar sin su primo. Los dioses no se preocupan; sugieren que el escaso uso de Shui Ta puede ser una vez al mes, es permisible, y con esto los dioses regresan al cielo en nubes rosadas de gloria, dejando a Shen Te retorciéndose en sus agonías de consciencia. Un epílogo informa a la audiencia que esta no es una conclusión satisfactoria, y urge a que ellos mismos piensen en una mejor.

     Bajo estos términos, la obra es trágica en cuanto a que demuestra la imposibilidad total de la bondad humana. Aunque la obra es mucho más compleja que esto; es esencialmente el retrato de una sociedad competitiva; son los problemas del capitalismo, no del comunismo, con lo cual se gana una nueva actitud del “distanciamiento”; ideales no de amor sino de benevolencia, no justicia sino imparcialidad, no honor sino decencia; donde los casi insostenibles absolutos sean reemplazados por cualidades más humanas. La obra tiene la habilidad de fermentar pensamientos diversos. Brecht está claramente a favor del dilema de Shen Te; ve el absurdo, pero a diferencia de los existencialistas no afirma ninguna necesidad de comprometerse con el absurdo; busca otra salida, donde se acuerde una libertad real que, sin embargo, tiene una limitación; a la audiencia se le pide pensar en el epílogo si lo que se necesita es un nuevo Hombre, un nuevo mundo, nuevos dioses o quizás ninguno de ellos.

     Picasso explicó su propia política en el arte en términos similares a Brecht: “Mis paisajes son exactamente como mis desnudos y vidas muertas; pero con las caras la gente ve que la nariz está torcida... Pero yo dibujé la nariz torcida a propósito. Hice lo que era necesario para obligar a la gente a que viera una nariz. Más adelante vieron –o verán- que la nariz no tiene nada de torcida. Lo que tenía que hacer era impedirles que siguieran viendo sólo ‘armonías hermosas’ o ‘colores exquisitos’ ”

      En La Vida de Galileo (1937-9, con adiciones en 1945-7), Brecht sigue la idea implícita en La Buena Mujer: un posible sistema de ética que no estuviera basado en estándares absolutos. Aquí Galileo justifica su retractación y se llega al cambiante sistema de la ética social, donde nada puede ser tomado como fijo fuera de su contexto o de su tiempo. La obra afirma no darle importancia a lo históricamente correcto sobre Galileo, porque la moral es lo que cuenta; Galileo es el anticristo de Brecht, el dios que nos falló. Es la confrontación del dualismo brechtiano, que pese a la cualidad fundamentalmente intelectual de la obra genera buen material dramático, notables momentos de conflicto y tensión. En su último parlamento, Galileo revisa la posición de la ciencia como la deja, tullida por siglos debido a su retractación: “Con el tiempo podrán descubrir todo lo que haya que descubrir, y tu progreso será nuevamente un progreso lejos de la humanidad. La brecha entre tú y ellos puede un día volverse tan grande que tus gritos de triunfo por algún nuevo logro será respondido por un grito universal de horror.”

     Herr Puntila y su Hombre Matti (1940-1) está más en la categoría “épica” de Brecht. Si las dos obras anteriores presentan un argumento, un problema que involucra al espectador, al menos intelectualmente, Puntila es una secuencia de escenas sueltas con poca trama, y el disfrute se obtiene de momentos individuales, sin progresión; es la picaresca brechtiana. Todo pensamiento de interés “dramático” se deja a un lado; el público debe mantenerse por la pura cualidad del contar historias; en extrema simplicidad. Puntila el terrateniente está lleno de energía y vitalidad, y Brecht aprovecha para llenarlo de crítica social, con trasfondo de campesinado hambriento y persecución política; y como representante del capitalismo, Puntila es el gran personaje que –contra la propia intención de Brecht- se roba el espectáculo.

     En estas obras se observa el nuevo espíritu que entró en el trabajo de Brecht en los tempranos años de la guerra y en los dos o tres años que siguieron. El espíritu doctrinario ha desaparecido y su lugar ha sido ocupado por la tolerancia y la generosidad que trae de vuelta la exuberancia de Baal, caridad negada a las obras propagandistas y el programa comunista adoptado por Brecht a principios de los 1930s.

     El clímax de la carrera de Brecht como dramaturgo, a diferencia del hombre de teatro, surgió entre los años de 1937 y 1944, con dos obras escritas en ese tiempo. En los años de posguerra, Brecht se ocupó del trabajo para el Berliner Ensemble, dándole vida teatral a las obras de su exilio y creando un repertorio (Hauptmann, Gorky y otros). La mayor parte de su creatividad dramática estuvo en adaptaciones de autores anteriores.

     Madre Coraje y sus Hijos (1938-9) es, incuestionablemente, de lo mejor escrito por Brecht, como ejemplo del teatro “épico”, donde no es la historia lo que permanece más fuertemente en la mente, sino una serie de momentos aislados. Madre Coraje, una cantinera (durante las Guerra de los Treinta Años) que se gana la vida vendiendo comidas, bebidas y equipos para los soldados, es privada de sus hijos, uno detrás de otro. Carga su carreta sola, con la guerra continuando en infinito gris; un extraordinario lenguaje impregna a los personajes, de moderna economía y directo en dicción; al estilo drástico e íntimamente popular que busca imitar menos la realidad que la “idea” del discurso natural, alógico en su estructura; todo el drama “distanciado”. Madre Coraje es una obra antiguerra que denuncia la estupidez de la guerra.

     El Círculo de Tiza Caucasiano (1944-5) entra en una atmósfera completamente diferente a la de Madre Coraje, aunque contiene afinidades. Es la historia de una joven, Grusha, que salva al niño de un tiránico gobernante durante una insurrección, criando al muchacho hasta que la verdadera madre le disputa la posesión ante “el buen, mal juez”, quien finalmente le permite retenerlo porque sólo ella muestra la verdadera naturaleza de una madre. El epílogo sugiere que las autoridades soviéticas tienen derecho a privar a los campesinos de sus granjas lácteas para entregárselas a otros para la vinicultura, pero el retrato convencional que hace la obra es de campesinos de buen corazón y del “socialismo realista”. Grusha es vista en escenas de escape, aventura, matrimonio, y rechazo que se sostienen por la detallada interacción de los personajes.

     En estas cinco obras se contiene lo mejor de Brecht. En ellas se le da rienda suelta a su tendencia de llevar cada situación al extremo. Las debilidades de sus obras surgen cuando se vuelve, como él mismo lo dijo, “no dialéctico”, en otras palabras, cuando permite sólo un aspecto de los opuestos dialécticos inherentes a la naturaleza humana. A su regreso a Alemania oriental, comunista, tales debilidades se incrementaron, y dentro de esa atmósfera, un creciente aliento para fijarse en sus puntos de vista políticos; y sus obras, consecuencialmente, sufrieron. Pero mientras pudo, por un tiempo, vivir al máximo en sus obras, su trabajo ganó la inmediatez de impacto que se comunica a pesar de nación y clase.

     Brecht es mejor recordado por la intensidad incisiva hacia los problemas sociales y morales, la sabiduría que se evidencia en su voluntad de utilizar cada condición y limitación del teatro para reflejarlas inmediatamente en las condiciones y limitaciones del vivir, la purificación de su compasión para el conocimiento de las necesidades humanas y por la abundante vitalidad de muchos de sus personajes centrales. Hasta el final, esta vitalidad tendió a ser restringida a un pequeño número de sus creaciones: sólo en El Círculo de Tiza Caucasiano y en Madre Coraje se desborda hacia una amplia alineación de personalidades. Pero en estas dos, especialmente en la vida completa dada en sus propias producciones, las muchas facetas de su obra se concentran con las virtudes dramáticas que mejor expresan su totalidad como creador.