miércoles, 17 de agosto de 2016

LAS OBRAS DE LA MADUREZ, COMUNISMO Y CAPITALISMO EN BRECHT (4)


LAS OBRAS DE LA MADUREZ
COMUNISMO Y CAPITALISMO EN BRECHT (4)
-Alberto Rodríguez Barrera-

     En contraste con sus obras propagandistas, La Buena Mujer de Setzuan (1838-41) ofrece una nueva complejidad en Brecht. En estructura, no es teatro “épico”: la trama es extremadamente complicada, no una concatenación; con intensidad de argumento, exagerada caricaturización de las situaciones, que difícilmente preserva la actitud de distanciamiento. Desaparece la clara propaganda comunista, carencia que enriquece el interés dramático; en vez de los mensajes parcializados, surge una dialéctica de actividades opuestas, con una tensión que involucra el estilo del teatro tradicional.

     El “argumento” -lo más importante aquí- concierne a tres dioses chinos que vienen en busca de hombres buenos, como cuando Jehová fue a Sodoma. No encuentran a ninguno, sólo a la prostituta Shen Te, y la recompensan con dinero que ella utiliza para establecer una tienda. Shen Te es enseguida perseguida por mendigos y gente necesitada, y su generosidad la lleva al borde de la ruina. Luego se enamora de un desempleado, Sun, egoísta despiadado por el cual muestra devoción, cosa que nuevamente la lleva al desastre. La salida que encuentra es disfrazarse como un primo, Shui Ta, quien pone fin a quienes reclaman su amor, y acentúa una dura insistencia en principios. Como Shui Ta ayuda a los pobres y a su amante, estableciendo una fábrica que otorga empleos y salarios; pero al hacerlo aparta casi toda su caridad, y su situación mental empeora. A la larga es arrestada como Shui Ta por el supuesto asesinato de Shen Te. Los dioses entran a la corte para juzgar el caso, donde ella se revela como Shen Te. Ante esto, los dioses se deleitan, porque la buena mujer aun está en la tierra, pero Shen Te protesta desesperadamente porque ella no es meramente una buena mujer: no puede estar sin su primo. Los dioses no se preocupan; sugieren que el escaso uso de Shui Ta puede ser una vez al mes, es permisible, y con esto los dioses regresan al cielo en nubes rosadas de gloria, dejando a Shen Te retorciéndose en sus agonías de consciencia. Un epílogo informa a la audiencia que esta no es una conclusión satisfactoria, y urge a que ellos mismos piensen en una mejor.

     Bajo estos términos, la obra es trágica en cuanto a que demuestra la imposibilidad total de la bondad humana. Aunque la obra es mucho más compleja que esto; es esencialmente el retrato de una sociedad competitiva; son los problemas del capitalismo, no del comunismo, con lo cual se gana una nueva actitud del “distanciamiento”; ideales no de amor sino de benevolencia, no justicia sino imparcialidad, no honor sino decencia; donde los casi insostenibles absolutos sean reemplazados por cualidades más humanas. La obra tiene la habilidad de fermentar pensamientos diversos. Brecht está claramente a favor del dilema de Shen Te; ve el absurdo, pero a diferencia de los existencialistas no afirma ninguna necesidad de comprometerse con el absurdo; busca otra salida, donde se acuerde una libertad real que, sin embargo, tiene una limitación; a la audiencia se le pide pensar en el epílogo si lo que se necesita es un nuevo Hombre, un nuevo mundo, nuevos dioses o quizás ninguno de ellos.

     Picasso explicó su propia política en el arte en términos similares a Brecht: “Mis paisajes son exactamente como mis desnudos y vidas muertas; pero con las caras la gente ve que la nariz está torcida... Pero yo dibujé la nariz torcida a propósito. Hice lo que era necesario para obligar a la gente a que viera una nariz. Más adelante vieron –o verán- que la nariz no tiene nada de torcida. Lo que tenía que hacer era impedirles que siguieran viendo sólo ‘armonías hermosas’ o ‘colores exquisitos’ ”

      En La Vida de Galileo (1937-9, con adiciones en 1945-7), Brecht sigue la idea implícita en La Buena Mujer: un posible sistema de ética que no estuviera basado en estándares absolutos. Aquí Galileo justifica su retractación y se llega al cambiante sistema de la ética social, donde nada puede ser tomado como fijo fuera de su contexto o de su tiempo. La obra afirma no darle importancia a lo históricamente correcto sobre Galileo, porque la moral es lo que cuenta; Galileo es el anticristo de Brecht, el dios que nos falló. Es la confrontación del dualismo brechtiano, que pese a la cualidad fundamentalmente intelectual de la obra genera buen material dramático, notables momentos de conflicto y tensión. En su último parlamento, Galileo revisa la posición de la ciencia como la deja, tullida por siglos debido a su retractación: “Con el tiempo podrán descubrir todo lo que haya que descubrir, y tu progreso será nuevamente un progreso lejos de la humanidad. La brecha entre tú y ellos puede un día volverse tan grande que tus gritos de triunfo por algún nuevo logro será respondido por un grito universal de horror.”

     Herr Puntila y su Hombre Matti (1940-1) está más en la categoría “épica” de Brecht. Si las dos obras anteriores presentan un argumento, un problema que involucra al espectador, al menos intelectualmente, Puntila es una secuencia de escenas sueltas con poca trama, y el disfrute se obtiene de momentos individuales, sin progresión; es la picaresca brechtiana. Todo pensamiento de interés “dramático” se deja a un lado; el público debe mantenerse por la pura cualidad del contar historias; en extrema simplicidad. Puntila el terrateniente está lleno de energía y vitalidad, y Brecht aprovecha para llenarlo de crítica social, con trasfondo de campesinado hambriento y persecución política; y como representante del capitalismo, Puntila es el gran personaje que –contra la propia intención de Brecht- se roba el espectáculo.

     En estas obras se observa el nuevo espíritu que entró en el trabajo de Brecht en los tempranos años de la guerra y en los dos o tres años que siguieron. El espíritu doctrinario ha desaparecido y su lugar ha sido ocupado por la tolerancia y la generosidad que trae de vuelta la exuberancia de Baal, caridad negada a las obras propagandistas y el programa comunista adoptado por Brecht a principios de los 1930s.

     El clímax de la carrera de Brecht como dramaturgo, a diferencia del hombre de teatro, surgió entre los años de 1937 y 1944, con dos obras escritas en ese tiempo. En los años de posguerra, Brecht se ocupó del trabajo para el Berliner Ensemble, dándole vida teatral a las obras de su exilio y creando un repertorio (Hauptmann, Gorky y otros). La mayor parte de su creatividad dramática estuvo en adaptaciones de autores anteriores.

     Madre Coraje y sus Hijos (1938-9) es, incuestionablemente, de lo mejor escrito por Brecht, como ejemplo del teatro “épico”, donde no es la historia lo que permanece más fuertemente en la mente, sino una serie de momentos aislados. Madre Coraje, una cantinera (durante las Guerra de los Treinta Años) que se gana la vida vendiendo comidas, bebidas y equipos para los soldados, es privada de sus hijos, uno detrás de otro. Carga su carreta sola, con la guerra continuando en infinito gris; un extraordinario lenguaje impregna a los personajes, de moderna economía y directo en dicción; al estilo drástico e íntimamente popular que busca imitar menos la realidad que la “idea” del discurso natural, alógico en su estructura; todo el drama “distanciado”. Madre Coraje es una obra antiguerra que denuncia la estupidez de la guerra.

     El Círculo de Tiza Caucasiano (1944-5) entra en una atmósfera completamente diferente a la de Madre Coraje, aunque contiene afinidades. Es la historia de una joven, Grusha, que salva al niño de un tiránico gobernante durante una insurrección, criando al muchacho hasta que la verdadera madre le disputa la posesión ante “el buen, mal juez”, quien finalmente le permite retenerlo porque sólo ella muestra la verdadera naturaleza de una madre. El epílogo sugiere que las autoridades soviéticas tienen derecho a privar a los campesinos de sus granjas lácteas para entregárselas a otros para la vinicultura, pero el retrato convencional que hace la obra es de campesinos de buen corazón y del “socialismo realista”. Grusha es vista en escenas de escape, aventura, matrimonio, y rechazo que se sostienen por la detallada interacción de los personajes.

     En estas cinco obras se contiene lo mejor de Brecht. En ellas se le da rienda suelta a su tendencia de llevar cada situación al extremo. Las debilidades de sus obras surgen cuando se vuelve, como él mismo lo dijo, “no dialéctico”, en otras palabras, cuando permite sólo un aspecto de los opuestos dialécticos inherentes a la naturaleza humana. A su regreso a Alemania oriental, comunista, tales debilidades se incrementaron, y dentro de esa atmósfera, un creciente aliento para fijarse en sus puntos de vista políticos; y sus obras, consecuencialmente, sufrieron. Pero mientras pudo, por un tiempo, vivir al máximo en sus obras, su trabajo ganó la inmediatez de impacto que se comunica a pesar de nación y clase.

     Brecht es mejor recordado por la intensidad incisiva hacia los problemas sociales y morales, la sabiduría que se evidencia en su voluntad de utilizar cada condición y limitación del teatro para reflejarlas inmediatamente en las condiciones y limitaciones del vivir, la purificación de su compasión para el conocimiento de las necesidades humanas y por la abundante vitalidad de muchos de sus personajes centrales. Hasta el final, esta vitalidad tendió a ser restringida a un pequeño número de sus creaciones: sólo en El Círculo de Tiza Caucasiano y en Madre Coraje se desborda hacia una amplia alineación de personalidades. Pero en estas dos, especialmente en la vida completa dada en sus propias producciones, las muchas facetas de su obra se concentran con las virtudes dramáticas que mejor expresan su totalidad como creador.

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