jueves, 29 de septiembre de 2016

CHAVISMO : DEL DETERIORO A LA DEGENERACION


Para el mundo está muy claro que el “gobierno” no puede financiarse hasta el infinito clavándole impuestos sin fin a la gente, menos para refinanciar tantos fracasos.
La realidad regresiva del chavismo retoma actividades inútiles, comprometidas con el ayer, con lo obsoleto, con lo que ya no es ni puede ser productivo. Creen que lo fracasado “es para siempre”, reinstalable, irremediable. Su método “alternativo”, con recursos escasos de hombres y dinero, es “absoluto” y “sagrado”, razón por la cual refinancian y duplican la reinyección del despilfarro, demostrando cuán poderosas son las fuerzas del mal; y encima de todo tienen las bolas de acusar de “traición” y “abandono de principios” a otros. 


CHAVISMO : 
DEL DETERIORO A LA DEGENERACION
-Alberto Rodríguez Barrera-

“…y mientras la definición precisa de cada ciudadano se aplica exclusivamente a él, existe, 
al mismo tiempo, una definición común aplicable a todos ellos.” 
Aristóteles 

     Cuando hablamos del chavismo pareciera correcto decir que son unos elefantes que no vuelan como los tucusitos, pero la verdad es que no vuelan en absoluto; exceptuando lo que hace su “presidente turista”. Tal afirmación sirve para entrar en el tema de lo que un gobierno puede hacer, que podría ser más coherente que el teórico debe hacer.

     En todo momento estamos conscientes, a diferencia del chavismo, de que en las sociedades contemporáneas el gobierno dejó de ser el centro único de Poder. Las sociedades de hoy encarnan más el pluralismo, con organizaciones no políticas enfocadas en realizaciones únicas, pero también con movimientos políticos pequeños con enfoques o intereses políticos específicos, únicos.

     Los venezolanos ya hemos visto pasar –en tiempos recientes y ahora más con el chavismo- los intentos por resolver la problemática social por vía del “carisma”, personas que encumbramos por votación popular, generalmente con una muy pequeña participación de la población. Pero hoy, más que antes, constatamos a diario y taladrantemente que esa tontería termina en resultados erróneos y en mal rendimiento, fatales en el caso del chavismo, cuya omnipotencia conjugan como regalo de los dioses para el culto a la personalidad.

    Adam Smith (The Wealth of Nations, 1776) planteó que el gobierno no puede manejar la economía debido a su misma naturaleza, aunque no negaba la competencia que tenía. Henry Spencer (The Road to Serfdom, 1944), como filósofo inglés liberal, fue un fervoroso opositor de los controles gubernamentales. N. F. Hayek, neoconservador, arguyó la incompetencia del gobierno, que amenaza a la libertad.

     La “privatización”, palabra inventada por Peter F. Druker (The Age of Discontinuity, 1969) para referirse a desposeerse el gobierno de empresas nacionalizadas, se aplicó con conservadores como Margaret Thatcher, Jacques Chirac y se hizo política oficial de China. Otra forma de privatización ha sido la contratación de particulares para encargarse de servicios públicos, por vía de licitaciones públicas, pagando el gobierno por: aseo, bomberos, cárceles, entre otros; son cosas que se pueden hacer, y que se hacen cuando la incompetencia llega a las evidencias de fracasos notorios, como los del chavismo con la basura, para mencionar uno de tantos.

     En el siglo 19 hubo casos de funcionamiento efectivo como el correo y los ferrocarriles en Europa, los seguros de salud en la Alemania Imperial, la compensación para los trabajadores en la Austria Imperial (Franz Kafka fue un administrador competente, “pese” a ser una gran novelista); y en el siglo 20 puede mencionarse el New Deal en Estados Unidos (Franklin Delano Roosevelt). Pero después de la Segunda Guerra Mundial, sólo Japón ha tenido éxito con programas gubernamentales, ya que en los demás países, democráticos y comunistas, han sido un desastre. En China, desde que privatizó la producción en sus granjas, aumentó grandemente la productividad de la noche a la mañana; en Suiza el servicio postal es excelente; en Estados Unidos los ferrocarriles, que no son del gobierno, funcionan eficientemente, como no es el caso en el resto del mundo.
    Para el mundo está muy claro que el “gobierno” no puede financiarse hasta el infinito clavándole impuestos sin fin a la gente, menos para refinanciar tantos fracasos.

     La realidad regresiva del chavismo retoma actividades inútiles, comprometidas con el ayer, con lo obsoleto, con lo que ya no es ni puede ser productivo. Creen que lo fracasado “es para siempre”, reinstalable, irremediable. Su método “alternativo”, con recursos escasos de hombres y dinero, es “absoluto” y “sagrado”, razón por la cual refinancian y duplican la reinyección del despilfarro, demostrando cuán poderosas son las fuerzas del mal; y encima de todo tienen las bolas de acusar de “traición” y “abandono de principios” a otros. Con ese bagaje, la actitud de “vencer o morir” se nos dio como “único camino” en el comunismo ruso, el nazismo alemán, la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

     El símil con el abuso de las drogas es la misma horripilante perversidad: las campañas para suprimirlo fracasan y empeoran la situación, en “dolce far niente”, porque no se hace lo que se puede hacer: eliminar sus utilidades, legalizar las penas…

     Pero si los gobiernos no abandonan lo que no pueden hacer, tampoco deben incrementar la carga, como hace el chavismo irracionalmente, y menos cuando no contienen innovaciones. De ahí la necesidad de unas líneas de presiones políticas constantes, en todas las áreas de la sociedad, implacablemente, ya que la degeneración en marcha tampoco es algo que el gobierno puede hacer decentemente. Lo que el chavismo hace es lo que no puede hacer, y entonces distorsiona todo el sistema lógico, con aumento constante de gastos y disminución constante de la satisfacción y del desempeño.

     Los servicios oficiales, creados por razones y requerimientos básicos de la sociedad, degeneran cuando la acción del gobierno no sigue rígidas condiciones de utilidad, como son: que la actividad siga siendo la única forma de realizar determinada tarea; que no sobreviva a su utilidad y no continúe –adicionando “inventos”- ante el logro de su objetivo; que no se ponga al servicio de fines políticos, por muy laudables que sean; y que se conserve estrechamente enfocada en un servicio específico para el público.

     Dentro de lo que se puede hacer hay reglas que no admiten violación. En el instante en que dejen de observarse –como en las evidencias que deja el chavismo regadas por todas partes- la actividad se “politiza”. Y esto invariablemente significa el deterioro del servicio.

     Las violaciones del chavismo están pasando del deterioro a la degeneración.

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