lunes, 12 de septiembre de 2016

LA RIÑA: PROSPERIDAD VERSUS TOTALITARISMO CHAVISTA


Otra cómica del chavismo –a cuenta de la cotorra de clichés periclitados- es que engordan prolíficamente con la creencia de que su antinorteamericanismo los llena de una superioridad intelectual y moral (digna de trogloditas) al negarse a comprobar o confirmar aquello que pueda fastidiar sus prejuicios, de ahí que desplieguen una sutileza sin limites en la interpretación desfavorable de cualquier realidad no dictada por su elitesca sapiencia. Para el chavismo de fábricas cerradas es imperdonable que Estados Unidos abriera la era del consumo de masa y alcanzara un nivel de vida que ninguna nación había alcanzado antes. Otra cosa sería que guste o no el género de vida concomitante. La vida es una puta, repetiría algún gringo antimperialista, anticomunista, antiobamista, protestatario, antichavista y definitivamente antilocos...


LA RIÑA: PROSPERIDAD VERSUS TOTALITARISMO CHAVISTA 
-Alberto Rodríguez Barrera-


“El Estado, como decía, es una pluralidad, que debe ser unida y convertida en una comunidad por vía de la educación, y es extraño que el autor de un sistema de educación, que él piensa que hará al Estado virtuoso, deba pensar mejorar a sus ciudadanos por regulaciones de este tipo, y no por la filosofía o por costumbres y leyes…” Aristóteles

     Entre los clichés más extendidos por el mundo, que a los “revolucionarios” pseudoizquierdistas los impregna de una espesa barrera psicológica, está el antinorteamericanismo ciego y sordo que pasa por alto una realidad que pocos tienen el valor de racionalizar y confesar: desde hace más de dos siglos, Estados Unidos está sumido en un devenir revolucionario y ha suscitado en todas partes las transformaciones que necesita el mundo actual. Es perfectamente legítimo que la argumentación sobre simpatías y antipatías exista, y que los “para” y los “contra” se modifiquen según la pasión, evidenciando el único elemento constante: el seno de la coherencia para conservar la queja. Pero a favor y en contra, hay enormes ridiculeces.

     El chavismo, sistemático creyente de la paja en el ojo ajeno y practicante severo de no ver la viga clavada entre sus ojos, sólo retiene la bilis episódica de la Derecha y se transforman en alarmistas profesionales, como Castro: recuerdan el “macarthysmo” calamitoso, pero olvidan que fue vencido, como tanto fascismo loco que los críticos antigringos descargan. Es un método que escamotea las conclusiones, y que continúa aislando los hechos derechistas obviando lo demás. Pero la viga entre los ojos sigue ahí, con ruedas girando en sentido inverso a la dirección que lleva el vehículo. Con sentido multifacético, un gringo protestario diría, simplemente, “La libertad es una puta”.

     Lo que es virtud en el chavismo es vicio en el gringo: es fácil probar que los nuevos tipos de rebelión nacieron en Estados Unidos antes que en cualquier otro país, y no fueron aplastados ni se reafirmaron en la retórica que tan efectivamente maneja el chavismo, y además continúa obteniendo resultados (el antibushismo, por ejemplo, fue/es más efectivo allá que en otras partes). Esto desconcierta a los desprevenidos, y se obvia, como los casos varios donde un estudiantado universitario que supera docena de millones se opone libremente desde a las guerras de su gobierno hasta a las uvas que se consumen en las cantinas universitarias, rechazando ideas de sujeción intelectual en la transmisión de la enseñanza, revolucionando la sexualidad, inventando estilos de vida (desprecio del dinero, racismo, promiscuidad, autonomía étnica, drogas) contrarios a la respetabilidad de la clase media… Estas y otras rupturas de diques provocan e inundan, y rehabilitan la polivalencia protestataria (sin duda que una idea loca como las “universidades bolivarianas” o Vietnam reciben la suyo)…

     A diferencia de cubanos y chavistas, los norteamericanos no desean ser colonizados desde el interior, y perciben la comunidad nacional enraizada en sensibilidad contestataria y que no consiste en quebrar la personalidad cultural de regiones y grupos, sino que la acentúa al federalizarla. De este modo se evitan los grandes peligros de los períodos de cambio: que el objeto del cambio sea destrozado antes de que haya podido modificárselo, y que la revolución conduzca al subdesarrollo, donde se autoagotará.

     Los argumentos simplistas sirven sólo a mentes perdedoras que no saben ser ganadoras, y se arrebatan en la ceguera. Las declaraciones estúpidas se comentan y acogen con burlas, incluyendo la de fascistas, porque no ha sido Estados Unidos donde fueron posible Mussolini, Hitler, Franco, Stalin, Castro, los procesos de Moscú, los campos de concentración, las persecuciones políticas, la Gestapo, la policía secreta rusa, los fusilamientos generosos de adversarios políticos, el genocidio… Aunque quizás sí sea cierto que las causas del fascismo se admitan en Estados Unidos, como también los “gusanos” y los pobres escapados de Cuba, pero qué increíble que no sea ahí donde nacieron ni produjeron sus efectos o afectos; es una contradanza que intriga a pocos, paradoja de las costumbres; pero una de las maravillas de la historia contemporánea, incomprensible para el chavismo, es que este país ha servido para escapar de las oleadas de opresión de toda clase y de que no suceda al revés: pocos norteamericanos se han ido a instalar en otras partes…

     Pero el chavismo va más lejos, sin necesidad de recurrir al principio de la comparación (que jamás les conviene) y decretan que el fenómeno norteamericano, sea cual fuere, es el más espantoso de cuanto en el mundo hay. Para confirmar esto sacan a relucir los desvíos derechistas, que podían ser tan graves como muchas injusticias que cabalgan por el mundo y que los gringos igualmente cuestionan con una muy visible libertad. Pero la tristeza mayor del asunto es que los totalitarismos tienen absolutamente prohibido que se conozca nada de nada de sus propios abusos: quizás aprendieron de lo que le ocurrió a los nazis de la aniquilación.
     Lo que ahora el chavismo está muy dispuesto a borrar del mapa rojo son los innumerables recursos de que disponen los ciudadanos libres para defender sus derechos y libertades, y sobre todo de la energía con que ahora están más dispuestos a aprovecharse de ellos. El chavismo no puede ni sabe vivir ahí. A falta de una mayor represión policial, en la que trabajan, criticarán siempre las dulzuras y comodidades que siempre evoca la libertad. Los Mercales buscan no repetir el “método norteamericano” de amontonar enlatados, comida y otros enseres porque revisten el color del pecado satánico, además de que eso de “elegir” es malo, pese a que pueda venderse más y más barato. Y definitivamente: el capitalismo no se entiende.

     Otra cómica del chavismo –a cuenta de la cotorra de clichés periclitados- es que engordan prolíficamente con la creencia de que su antinorteamericanismo los llena de una superioridad intelectual y moral (digna de trogloditas) al negarse a comprobar o confirmar aquello que pueda fastidiar sus prejuicios, de ahí que desplieguen una sutileza sin limites en la interpretación desfavorable de cualquier realidad no dictada por su elitesca sapiencia. Para el chavismo de fábricas cerradas es imperdonable que Estados Unidos abriera la era del consumo de masas y alcanzara un nivel de vida que ninguna nación había alcanzado antes. Otra cosa sería que guste o no el género de vida concomitante. La vida es una puta, repetiría algún gringo antimperialista, anticomunista, antibushista, protestatario, antichavista y definitivamente antilocos...

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