martes, 16 de febrero de 2016

REVOLUCIÓN Y DICTADURA DEL PROLETARIADO



APUNTES  SOBRE  REVOLUCION  Y  DICTADURA  DEL  PROLETARIADO

-Alberto  Rodríguez  Barrera-


     En un principio, el término revolución (que quería decir rotación o giro) fue aplicado por Copérnico al movimiento de los cuerpos celestiales de su tratado De Revolutionibus Orbium Coelestium, y en el siglo 17, después de la revolución astronómica,  comenzó a ser aplicado metafóricamente a los levantamientos políticos y sociales.

     De ahí se ha desarrollado para significar cualquier cambio fundamental o completo en el modo de producción (revolución industrial, revolución tecnológica, etc.), en el sistema político y social (revolución francesa, revolución rusa, etc.) o en algún aspecto social, intelectual o cultural de la vida (revolución científica, revolución cultural, etc.).

     Pero es súbitos cambios radicales en la estructura política, social y económica de la sociedad lo que forma la materia de las teorías revolucionarias y de las teorías de revolución. Estas se refieren no sólo a meros cambios de gobernantes (“revoluciones de palacio”), sino a cambios de clases gobernantes, de métodos de gobierno, y de instituciones sociales, con las pasiones y acciones que llevan a esos cambios, y con sus consecuencias.

     Las teorías revolucionarias, como el marxismo o el leninismo, no sólo abogan por la revolución; también tratan de explicar cómo se suceden. La aproximación marxista clásica buscaba las “causas” de revolución en el desarrollo de “las fuerzas de producción” que, al chocar con “las condiciones de producción”, engendraban lucha de clase industrial hasta el punto de explosión. El leninismo trasladó el énfasis de las condiciones “objetivas” para las “subjetivas” de la revolución, acentuando el papel de la organización revolucionaria, el Partido.

     La mayoría de las teorías sociológicas contemporáneas se focalizan en la necesidad de modernización como causa-raíz de las revoluciones modernas; señalan hacia la confluencia de las aspiraciones de la “intelligentzia” avanzada y las miserias del “campesinado atrasado”.

     Sin embargo, las teorías de revolución que se concentran en subdesarrollo fallan al explicar la ausencia de desarrollos revolucionarios en algunos países atrasados y su presencia en los industriales. Por otra parte, la experiencia del siglo 20 indicó el abandono de la creencia de que las etapas del desarrollo social que llevan a la revolución se conforman de acuerdo a un sistema regular (predecible) de “leyes”.

      Tal creencia no sobrevive en “revoluciones del subdesarrollo” ni en las teorías que separan  “objetivo” y “subjetivo” como condiciones para una revolución, separación que va más allá del voluntarismo leninista, y que hace del viejo debate marxista –sobre relaciones entre revoluciones burguesa y socialista- algo obsoleto.

     Algunos analistas contemporáneos del fenómeno revolucionario van más allá de la relación entre revolución y desarrollo económico (Marx), subdesarrollo (Lenin) y “sobre-desarrollo” (la nueva izquierda), o hasta de la cuestión de modernización. Su visión de revolución trasciende causas puramente económicas y de determinismo sociológico. Enfatizan la recurrencia de motivos utópicos y milenarios en la historia, y buscan elementos milenaristas en movimientos seculares contemporáneos. En esta perspectiva,  la historia de la idea revolucionaria puede dar más luces sobre el fenómeno de revolución que lo que hacen las teorías revolucionarias existentes o las actuales teorías de revolución.

     El concepto marxista de dictadura del proletariado*, por otra parte,  se utilizó para definir el ejercicio del poder del Estado en el período entre revolución socialista y el establecimiento de una sociedad socialista. Su interpretación ha sido objeto de considerable controversia y ha tenido una evolución significativa. La idea se deriva de la minoritaria “dictadura revolucionaria” del socialista y revolucionario francés Auguste Blanqui, y fue adoptada por Marx para su propio esquema socio-histórico.

     Marx, sin embargo, nunca aclaró el papel de la élite** revolucionaria y la relación entre “dictadura del proletariado” y “gobierno de la clase trabajadora”. Tampoco explicó lo que quería decir con “dictadura”, que solía intercambiar con “gobierno”.

     Esta ambigüedad ha sido como un muro de contención entre sus seguidores reformistas y revolucionarios. Los primeros citan la opinión de Marx (Amsterdam, 1872) sobre que “los trabajadores podrían obtener sus fines por medios pacíficos” en países tales como EE UU, Inglaterra y Holanda. Los marxistas revolucionarios, sin embargo, se refieren a los escritos tempranos de Marx e insisten en la necesidad universal de una dictadura revolucionaria.

     Los intentos de aplicar la fórmula marxista en la práctica leninista llevaron a una erosión de su componente social y a agregarle un significado adicional al componente político. En efecto se hizo sinónimo con la dictadura del Partido Comunista. En teoría, de acuerdo con Engels, al tomar el poder “el proletariado se anula a sí mismo como clase”; en la práctica, el Partido gobierna en su nombre.

     Apartando esta ambigüedad, una dificultad adicional para los marxistas que usan la fórmula es el hecho que debía hacerse para calzar en el caso de los países económicamente atrasados como Rusia y China, donde el “proletariado” formaba una pequeña, y hasta insignificante, parte de la población. Tanto Lenin como Mao la desarrollaron para que sirviera a sus propios propósitos, como lo han hecho otros gobernantes comunistas.

     Hoy, de hecho, la dictadura del proletariado carece de cualquier significado sociológico específico. Su importancia es primariamente política, sirviendo como dogma ideológico para justificar el gobierno comunista. Los partidos comunistas han abandonado oficialmente el concepto, reteniendo la fórmula de hegemonía de la clase trabajadora.


*Proletariado: la palabra apareció por primera vez (del latín proletarius, de proles, progenie) en la constitución servia del siglo 6 antes de Cristo, en la cual se requerían servicio militar e impuestos de los terratenientes y otras clases. Los que no podían servir al Estado con su propiedad lo hacían con su prole; de ahí la idea de servicio por medio del trabajo. El término reapareció en los siglos 15 y 16 para designar hombres sin tierra que vivían vendiendo su poder laboral. Se asocia fundamentalmente con Marx. En su Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1843), habla del proletariado como una “clase en cadenas radicales” y termina con la peroración: “La filosofía no puede ser realizada sin la abolición del proletariado, el proletariado no puede abolirse a sí mismo sin realizar filosofía”. Y el Manifiesto Comunista (1848) comienza con la sonora declaración: “La historia de toda la sociedad humana, pasada y presente, ha sido la historia de lucha de clases. Hombre libre y esclavo,  patricio y plebeyo, señor y siervo… la era burguesa…ha simplificado los antagonismos de clase… la sociedad se divide en dos grandes clases hostiles…burguesía y proletariado”. El término aparece menos en Das Kapital (1867-94).

**Elite: nombre colectivo para quienes ocupan una posición de superioridad dentro de una sociedad o grupo por virtud de cualidades (reales, exigidas o presumidas) de excelencia o distinción. La historia del término debe mucho al uso dado por el economista y sociólogo italiano Vilfredo Pareto (1848-1923) y sus observaciones relacionadas con (1) la élite diferenciada de grupos no-élite dentro de un orden social y (2) las divisiones dentro de la élite, como élite gobernante y élite no gobernante. Mucho debate ha ocasionado lo concerniente a las funciones y apoyos sociales de las élites políticas, los tipos de esas élites como se encuentran en diferentes sociedades, su cohesión y su relación con clases gobernantes. La  frase élite de poder fue acuñada por el sociólogo norteamericano C. Wright Mills para aquellos que están a las cabezas de las mayores jerarquías institucionales de la sociedad moderna (las corporaciones, los militares y el Estado), y que, a través de intereses compartidos, se vuelven “un intrincado juegos de camarillas sobreimpuestas (compartiendo)  decisiones que al menos tienen consecuencias nacionales”. La teoría ha sido criticada por marxistas y liberales por su foco en élites en vez de clases, por predicar una teoría conspiradora del poder***, por  confundir arenas de acción con instituciones, entre otras cosas.

***Poder: es uno de los conceptos centrales de teoría política que los sociólogos han buscado definir diferenciándolo de autoridad y de fuerza. Poder es la habilidad de su poseedor para precisar sumisión u obediencia de otros individuos a su voluntad, sobre cualquier base. Pero, como destacó Rousseau en el Contrato Social (Libro 1, capítulo 3): “El hombre más fuerte nunca es lo suficientemente fuerte para ser siempre el amo a menos que transforme su poder en derecho y obediencia en deber”. La autoridad es un atributo de la organización social (una familia, una corporación, una universidad, un gobierno) en que el mando tiene inherencia en el reconocimiento de alguna competencia mayor alojada en la persona o en el cargo mismo. Las relaciones entre estados –en ausencia de un cuadro común de ley o consenso- son generalmente relaciones de poder. Las relaciones entre individuos o grupos, si regularizadas y sujetas a reglas, tradicionales o legales, tienden a ser relaciones de autoridad. La fuerza es una compulsión, a veces física (cuando se vuelve violencia), invocada por los esgrimidores de poder y autoridad. La fuerza puede ser utilizada en apoyo a la autoridad. Y la amenaza de la fuerza a menudo se ubica tras el uso del poder para imponer la voluntad del poseedor. Pero hay uso de poder sin fuerza (Ghandi). En la teoría social contemporánea, el componente importante en el ejercicio de la autoridad es la legitimidad, el justo gobierno o ejercicio del poder, basado en algún principio (consenso) conjuntamente aceptado entre el gobernante y los gobernados.


     

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