Para el relativismo del chavismo nunca se aclaran los hechos, proliferan los errores, nada se puede cambiar, pierden en seguridad, oscilan abstractamente en lo incierto...¿Qué sentido tuvo regalarles cuidadas verdades de juventud que el destino crudo arrebató? Muchos hombres conservan sus verdades de juventud por toda una vida. No experimentan la insatisfacción infinita de Jaspers (o el chavismo); existir no siempre es equívoco para todos; tampoco el “esclarecimiento de la existencia” lleva más adelante, sólo es un intento enigmático que termina (según Jaspers mismo) en fracaso, cosa que el hombre sano no quiere, porque quiere que se le reconozca en sus realizaciones, cree en su capacidad y fuerza, y no a lo que Jaspers llama “debilidad de la razón”; el hombre sano quiere dominar la vida, no se puede consumir en la aceptación y en la pasividad. A estos reproches Jaspers sólo devolvía preguntas: ¿qué esperan mis opositores, un dogma, un caudillo, un dictador? ¿Se quieren deshacer de la libertad a favor de la obediencia? ¿Quieren tener ante sí a Dios en forma de instancias humanas para poder creer ciegamente en éstas?
LA DOBLE CARETA DEL CHAVISMO
-Alberto Rodríguez Barrera-
El hombre es más de lo que se expresa en el existir masivo del aparato tecnológico actual. Está la persistencia de la autoridad de los poderes espirituales, de la tensión entre libertad y autoridad: “Por eso el ser autónomo quiere los poderes conservadores, contra los cuales primero tiene que volver en sí cada vez como individuo” (Jaspers). Como en el ir y venir del chavismo, los valores históricos, tradicionales y objetivos primero son reconocidos –aunque tal formulación no es consistente- y luego son desechados de nuevo en un exceso de frases de abstracción vaga que sólo entregan piedras en vez de pan.
También en Jaspers estaba el prejuicio contra las iglesias; dijo que no les importaba nada la libertad; luego dijo que la iglesia es una condición de la existencia y “tradición de la libertad que continuamente surge”. Entre contradicciones sobrevive una magia hueca que se esfuerza por la verdad y la veracidad, que busca soluciones a candentes cuestiones humanas sin ver que preparan únicamente al fracaso; visión desconsoladora en una época desconsoladora. Tras las Guerras Mundiales y la bomba atómica, Jaspers vio el rotundo fracaso político de lo militar; “ En lo filosófico me quedaba la tarea de explicarme las precondiciones morales de la política y sus condiciones reales... en el punto de vista anticipado del ciudadano del mundo”.
Creyendo que sin regreso la vida del hombre está perdida y que el que siga viviendo como hasta ahora no ha entendido lo que amenaza, reflexionó inusitadamente objetivo: recalcó que el relativismo y el escepticismo no sirven para nada y habló del restablecimiento de las categorías eternas de los buenos derechos humanos, solidaridad... Veía dos caminos: la destrucción humana por la bomba atómica o por el totalitarismo; “El totalitarismo puede transformarse y destruirse a sí mismo desde adentro. La existencia humana puede asir nuevamente la libertad y en ella sus posibilidades”. Habla de un regreso imprescindible a partir de la libertad.
Pero el relativismo de Jaspers enseña que no quiere ligarse a algo absoluto desde el punto de vista del conocimiento, luego moralmente, ni siquiera por la proposición evidente 2 X 2 = 4; halaga la “soberanía” del espíritu subjetivo existencial, dependiente de sí mismo solamente...¿Se puede tener al relativismo como verdadero cuando declara que todo es relativo, hasta su propio dogma? ¿No se basa todo conocimiento en un estado de cosas, en el ser que encontramos y que, por tanto, no todo individuo encuentra de nuevo para sí, como quieren hacer ver relativistas y existencialistas?
Para el relativismo del chavismo nunca se aclaran los hechos, proliferan los errores, nada se puede cambiar, pierden en seguridad, oscilan abstractamente en lo incierto...¿Qué sentido tuvo regalarles cuidadas verdades de juventud que el destino crudo arrebató? Muchos hombres conservan sus verdades de juventud por toda una vida. No experimentan la insatisfacción infinita de Jaspers (o el chavismo); existir no siempre es equívoco para todos; tampoco el “esclarecimiento de la existencia” lleva más adelante, sólo es un intento enigmático que termina (según Jaspers mismo) en fracaso, cosa que el hombre sano no quiere, porque quiere que se le reconozca en sus realizaciones, cree en su capacidad y fuerza, y no a lo que Jaspers llama “debilidad de la razón”; el hombre sano quiere dominar la vida, no se puede consumir en la aceptación y en la pasividad. A estos reproches Jaspers sólo devolvía preguntas: ¿qué esperan mis opositores, un dogma, un caudillo, un dictador? ¿Se quieren deshacer de la libertad a favor de la obediencia? ¿Quieren tener ante sí a Dios en forma de instancias humanas para poder creer ciegamente en éstas?
Tanto ayer como hoy la discusión sobre el relativismo ha sido infructuosa; promulga un único dogma: todo fluye, todo está en movimiento, todo oscila. Pero Jaspers mismo no creía en eso; de ahí la inclinación a destruirse a sí mismo y a la filosofía relacional con él. Pero existe algo firme, un apoyo al que podemos aferrarnos; existe una primera verdad, un primer valor que el hombre pensante debe poner en la cumbre de su existencia, sea igualdad, voluntad de Dios o razón humana... Está en la tabla de valores máximos del siglo XX (de A. Brecht); no todos los valores se pueden derivar y comprender a partir de un primer valor, pero sucede que no sólo existe algo amplio, sino algo que une, porque como decía Husserl, ninguna verdad se da de manera aislada, ya que siempre aparece asociada con otras verdades, unida por relaciones de causa y efecto; y todo conocimiento auténtico se basa en la evidencia.
Jaspers: “La evidencia pertenece a la esencia del entendimiento como función de la captación de la exactitud temporal de lo universalmente válido”. Es una frase que también Aristóteles pudo haber escrito, pero éste no era ningún Platón o Heráclito o Jaspers. Y Aristóteles no estaba ni está solo en su tesis del ser de verdades evidentes. Toda la filosofía clásica, la tradicional, las profesa. Sólo a ciertos sofistas y a sus sucesores les fue reservado hablar de una verdad doble y descubrir las verdades evidentes. Tampoco es una solución de las dificultades señaladas del relativismo desplazar la contrariedad existencial a la divinidad para hacerla responsable por la verdad doble supuestamente existente; ni Jaspers deseaba poner a Dios como un embustero...
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