APUNTES SOBRE
AUTORITARISMO,
TOTALITARISMO, TERRORISMO Y
CASTRISMO
-Alberto Rodríguez Barrera-
El autoritarismo es la defensa y justificación de un gobierno basado en
órdenes que son respaldadas por amenazas y castigos por desobediencia. Los
defensores de sistemas de gobierno autoritarios creen que la autoridad del
gobernante es su propia justificación y que sus prácticas deben ser aceptadas
por sus súbditos, sin consulta o persuasión, por la autoridad investida en
ellos por teoría política o social, por procesos abstractos de desarrollo
histórico, o por Dios.
Dentro de este esquema funciona la llamada
personalidad autoritaria, un tipo de personalidad caracterizada por extrema
obediencia y respeto incuestionable por la autoridad. Estas características
definitorias son generalmente acompañadas por rigidez, convencionalismo,
prejuicios e intolerancia de la debilidad o la ambigüedad.
El totalitarismo encuentra ejemplos
teoréticos en el nazismo, el fascismo y el comunismo soviético: sistema
político dominado por un solo partido e ideología en el que todas las
actividades políticas, económicas y sociales son absorbidas y subsumidas y toda
disidencia suprimida por terrorismo policial.
Esencial para el totalitarismo es el
monopolio total del flujo ordinario de información y de argumentos públicos.
Esta visión era muy corriente en el período 1930-1950 entre marxistas
intelectuales disidentes que hablaban de la nazificación de los partidos,
sindicatos, universidades, asociaciones profesionales y otras de la Alemania
nazi, y en el grado de control central ejercido por la dictadura stalinista en
la Unión Soviética. El totalitarismo debe mucho a teorías orgánicas del Estado.
Escritores posteriores han tendido a
colocar énfasis en el grado en que rivalidades por el liderazgo, faccionalismo
y el desarrollo –en industria, ciencias aplicadas, o las fuerzas armadas- de
centros separados de poder e influencia y jerarquías paralelas al partido pero
esenciales para el Estado, preservan un elemento de pluralismo y modifican la
temprana imagen monolítica del Estado totalitario.
El terrorismo es la política o actividad
de utilizar el terror para romper el espíritu de resistencia a un particular
movimiento político inculcando el temor a la muerte, mutilación, y tortura, o
acciones similares contra resistentes familias o dependientes. Como política
carece de realidad hasta que se producen suficientes ejemplos para que el
terror se vuelva efectivo. El terrorismo puede ser tanto oficial como contrarevolucionario
(uso que le dieron Hitler y Mussolini), así como también revolucionario.
El terrorismo es esencialmente el arma de
una minoría que no encuentra ningún chance de éxito por persuasión. Si el
terror revolucionario ha de ser exitoso, debe primero imponer su voluntad en
aquellos que desea liderizar hacia la batalla. Es un término fuertemente
peyorativo, pero figura mucho –y generalmente con alguna razón- en la
propaganda oficial contra insurgentes.
El castrismo es una mezcla de tradición
revolucionaria latinoamericana e ideología comunista creada por Fidel Castro.
Nació sin ideología o teoría clara. La fusión del movimiento
guerrillero-caudillesco con el comunismo llegó en 1961, cuando Castro abrazó al
comunismo y legitimó su poder en términos de ideología marxista-leninista.
El castrismo se ha mantenido fuertemente
atado al carisma personal, más que la impersonal mística del Partido, y su
disciplina aún está basada en el principio de jefatura (liderazgo personal). No
se trata de una desviación del leninismo, como el maoismo o el titoismo, sino
de un cultivo externo, que se unió al movimiento de la internacional comunista
con la aspiración de proveer un modelo específicamente cubano para los
movimientos revolucionarios latinoamericanos.
En vez de esperar condiciones de
objetividad marxista o subjetividad leninista, el castrismo propuso crearlas
estableciendo movimientos guerrilleros, que se desarrollarían de puntos focales
de insurrección en el campo, para luego conquistar todo el continente
latinoamericano.
Tanto Castro como el Ché Guevara prescindieron de las ideas de
etapas revolucionarias determinadas por clases. Como vástagos de las clases
medias, visualizaron la revolución como prolija lucha de guerrillas, inclinada
políticamente hacia la explotación de los males sociales (particularmente hacia
los campesinos) y el sentimiento antiyanki latinoamericano. Fracasaron, aunque
manteniendo influencia en movimientos extremistas.
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