martes, 12 de julio de 2016

LA ECONOMÍA NO ES UN GARABATO, ESTÚPIDO



El dinero y los negocios, así como la economía, tienen en el castrocomunismo un significado que se acerca mucho a la rapiña, bien lejos de la intención de crear y mantener las condiciones adecuadas para una economía fuerte y sana. Es como una rebatiña guiada por vaivenes hormonales, como “kinos” que uno u otro gana sin el más mínimo esfuerzo, y que se traducen en la acumulación de lujos materiales. Pareciera que no tienen conciencia de los cambios modernos que persiguen las políticas económicas.


LA ECONOMÍA NO ES UN GARABATO, ESTÚPIDO
-Alberto Rodríguez Barrera-


“Porque la tiranía es una especie de monarquía que sólo tiene en mente el interés del monarca; la oligarquía el interés de los rico; y la democracia el interés de los necesitados...”
Aristóteles


     Con las gríngolas puestas sólo para ver un simple punto rojo bamboleando ante sus ojos, el castrochavismo vive ajeno a las esencialidades que hoy constituyen las estructuras económicas: productividad, competitividad, perspectivas gerenciales a largo plazo en vez de a corto plazo, mezcla industrial, el papel y la organización de la investigación, las relaciones gobierno-negocios, las relaciones industriales correctas, etc. El castromadurismo ignora que estas son las determinantes de la realidad económica; ellas son las que hoy deciden “la riqueza de las naciones”; no las inventivas cíclicas a corto plazo que –como la buhonería, gran obra del castrofascismo- es un mareo multiplicado de borrosos punticos rojos.

     Para la ciencia económica nacida en los años 70 del siglo 19, la varita mágica de los economistas fue “los beneficios para el consumidor”, cuestión que 100 años más tarde generó protestas contra la exacerbación de “el consumismo”. La realidad de hoy es que debilitar la concentración en el consumidor fomenta la manipulación de precios, el monopolio y la ineficiencia, lo que hace el castrocomunismo, perjudicando el empleo en vez de protegerlo, porque no toman en serio los impactos de la productividad y de la competitividad, atendiendo sólo a su centralización borracha.

     Los países que tienen éxito económico pasan de maximizar beneficios a corto plazo al consumidor a la política ideal de equilibrar el interés a largo plazo en la productividad y la competitividad, limitando cada una a la otra, porque la racionalidad económica indica que son los consumidores los que crean inversión, capacidad productiva y riqueza. Todo ello implica complejidades técnicas que no contienen los “cogidos a lazo” que en el castrofascismo “juegan” a “controlar” la economía. 

     Sabemos que el poder intelectual tiene pocos adeptos –y menos en el castromadurismo-, pero el futuro está en una sociedad más inteligente, más ilustrada, para la era postnegocios; es el resultado de una evolución que pasó del trabajo “con el sudor de la frente” al trabajo industrial y, finalmente, al trabajo intelectual. De los conocimientos como adorno pasamos al conocimiento como necesidad. El castrocomunismo aun no ha llegado al trabajo con el sudor de la frente, y ahí donde el mundo ya rompió con el pasado, hoy el pasaporte que vale es del conocimiento y la educación para el mundo de hoy y del mañana, ahí donde los “negocios” ya no son la principal avenida para progresar, como era antes. Hoy los empleos y las oportunidades están con el trabajo ilustrado, como nuevo grupo al que se desplaza la gravedad de la sociedad, con nuevos valores y expectativas.

     Las nuevas formas que evolucionan se basan en la información, en conocimientos que se han convertido en capital para el desarrollo, por más que el castromadurismo lo ignore. En todas las áreas laborales es el trabajador capacitado el que está fijando los valores y las normas de la sociedad, afectando lo que entendemos por conocimientos y la forma en que aprendemos y enseñamos. En esto hay un mar profundo sumamente diferente a la “escuela del castrochavismo” que aun cree que con sólo soplar se hacen botellas, y andan como el lobo feroz soplando para destruir.

No se trata de que los negocios sean un anacronismo que haya sucumbido ante el comunismo. Por el contrario: sucumbió el comunismo al desviarse del camino capitalista. Lo que ha sucedido es que hasta en los estudios universitarios la palabra “negocios” ha sido sustituida por “administración”. Ahora el acento está en la adopción de sistemas administrativos eficientes, y la facultad de administración en el mundo contemporáneo recalca conceptos y habilidades aplicables –y muy necesarias- para cualquier actividad bien organizada en la sociedad. Esto fue lo que falló en el derrumbe de la Unión Soviética, donde Gorbachov fracasó intentando restaurar el impulso económico en el subdesarrollo singular con que capituló la URSS.

     El éxito de la eficiencia administrativa permite darnos el gusto de satisfacer necesidades distintas no económicas: salud, educación, menos explotación laboral... Es una herramienta, no una forma de vida. Ya los capitalistas a que se refería Marx (Rockefeller, Krupp, J.P. Morgan), que eran dueños de los medios de producción, magnates de 1900, no existen; o mejor dicho, si hoy desaparecieran los super-ricos del mundo, la economía mundial ni pestañearía. Más importaría lo que suceda en las organizaciones sindicales que, como en Estados Unidos, son el bloque más grande de propietarios de la industria norteamericana.

     El conocimiento es lo que hace libre al trabajador, sea secretaria con un procesador de palabras, geólogo, entrenador de personal, ingeniero industrial, matemático, contador, enfermera, vendedor; no dependen del empleador, y lo que saben tiene múltiples aplicaciones. 

     La ineficiencia administrativa del castromadurismo es que –más que la generación de empleos y la capacitación- priorizan el volumen de buhoneros y de “becarios” para que actúen como “sirvientes” sumisos. Pero era antes y excepcionalmente que se podía llegar a la cima sin instrucción, como con Henry Ford (obrero), J.P Morgan (desertor universitario), Gottlieb Daimler (obrero). Hoy, los “negocios” del castrocomunismo tienen la cima en un enriquecimiento ajeno a los negocios de eficiencia administrativa, como corresponde a los “negocios” enraizados en la falta de talento, de aspiraciones sociales y de perseverancia. Cuando hay conocimientos genuinos, la única subordinación está en el desempeño.

1 comentario: