martes, 28 de junio de 2016

AVANCE MILITAR HACIA ATRÁS


Y es ahora, desde 1999, cuando un sector de la Fuerza Armada controla otra vez el poder en Venezuela, impulsada por una egolatría descocada que desea pintar su absolutismo de comunista, buscando cerrarle todas las puertas al poder civil (la mayoría de los venezolanos) y buscando hacer imposible otra alternativa que no sea dictada por un militar de escasa formación. Es aquí donde cierta cúpula militar es tentada para el gran salto al pasado dictatorial, aquellos 125 años donde el país se congeló en el atraso para que los militares (hoy totalmente olvidados por su escasez de valor histórico-social) pudiesen disponer a sus anchas de los frutos de la corrupción más descarada. 

AVANCE MILITAR HACIA ATRÁS
-Alberto Rodríguez Barrera-

     Cuando muchos se preguntan por qué el gobierno chavista no da pie con bola para resolver aunque sea con mediana eficiencia las muy diversas problemáticas que acogotan la vida de los venezolanos, pocos prestan suficiente atención al hecho de que un muy alto volumen de militares han sido puestos al frente de las responsabilidades y las tareas pertinentes al espectro de la sociedad civil. La cifra de ingresos militares, sumando familiars y relacionados, es una gangrena que parte del dedo presidencial.

     No se trata de que los militares no sirvan para nada; se trata del Principio de Peter, donde se ubica a la gente en posiciones en las que no saben qué hacer. Los militares se forman para otras cosas igualmente importantes, constituyendo un sector sumamente pequeño (¿50, 100, 150 mil personas?) dentro de la sociedad. Pocas personas con cuatro dedos de frente dudan de que tan alto promedio de integrantes gubernamentales (¿3, 5 mil militares?) esté mejor capacitado que los cientos de miles de profesionales civiles, cuya preparación multidisciplinaria le ha costado a la nación mucho tiempo, dinero y dedicación; gracias a la “democracia civilista”, imbatible –entre otras cosas- en los cientos de miles de universitarios habilitados que dejaron atrás la triste realidad legada por el militarismo que ha mandó en Venezuela desde 1830, por más de 125 años; siendo evidencia del fracaso la escasa matrícula de 4 mil estudiantes universitarios que teníamos para 1945.
     Los militares estudian y se preparan para otras cosas. Y es un regreso al pasado dañino que hoy sean puestos en áreas tan sensibles como ministerios y niveles especializadas, como Interiores, Minfra, Salud, Ambiente, Defensa Civil, Cadafe, Ferrocarriles, Administración, Tecnología e Información, Corporaciones Regionales, PDVSA, Gobernaciones, Inavi, Fondur, Embajadas, Alcaldías y pare de contar.

     En el pasado hubo militares valiosos que hicieron labor de patria en cargos públicos variados, excepcionalmente. Hoy su despliegue gubernamental nos retrocede al desastre que fueron tantos años de militarismo, que plagaron nuestra historia hasta bien entrado el siglo 20, hasta que la democracia despertó en Venezuela y pudimos finalmente comenzar a salir de tan descomunal atraso, el cual puede constatarse sin el menor atisbo de dudas en cualquier recorrido que se quiera hacer por las estadísticas registradas (y multidisciplinarias) que delatan la evolución de Venezuela mejor que cualquier catarata de palabras huecas (a las cuales, por cierto, son tan aficionados una abundancia de “politólogos de botiquín” que tanto honor hacen a la costumbrista “habladera de paja”. Saludos, robolucionarios).

     La historia seca, sin adornos pajizos, nos indica lo siguiente: el civil José Vargas llegó a gobernar apenas durante un año (del 9 de febrero de 1835 al 8 de julio de ese mismo año; retomó el poder y llegó hasta el 24 de abril de 1836). Juan Pablo Rojas Paúl (mandó de 1888 a 1890, prohijado por el general Antonio Guzmán Blanco), siendo sustituido por otro civil, Raimundo Andueza Palacios (1890-1892). Lo demás fueron los generales Joaquín Crespo, Ignacio Andrade, Juan Vicente Gómez, Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita. Entre 1830 y 1945, sólo tres civiles ocuparon la presidencia, y por 5 años en total. Ninguno de ellos fue electo por el voto popular.

     De 1945 a 1948, gobernaron los civiles Rómulo Betancourt y Rómulo Gallegos, despertando el muy postergado sentido de la democracia. 

     Luego volvieron los militares otra vez por 10 años, otra vez con la barbarie dictatorial, ladrona y asesina, que tan bien representó Marcos Pérez Jiménez hasta 1958. De 1959 a 1999, gobernaron civiles elegidos por el voto popular, y Venezuela –con una velocidad histórica impresionante, increíble ante cualquier comparativa universal- se incorporó al siglo 20. (Baste o resumamos un detalle: en 1958 no había una empresa venezolana que extrajese un litro de petróleo.)

     Y es ahora, desde 1999, cuando un sector de la Fuerza Armada controla otra vez el poder en Venezuela, impulsada por una egolatría descocada que desea pintar su absolutismo de comunista, buscando cerrarle todas las puertas al poder civil (la mayoría de los venezolanos) y buscando hacer imposible otra alternativa que no sea dictada por un militar de escasa formación. Es aquí donde cierta cúpula militar es tentada para el gran salto al pasado dictatorial, aquellos 125 años donde el país se congeló en el atraso para que los militares (hoy totalmente olvidados por su escasez de valor histórico-social) pudiesen disponer a sus anchas de los frutos de la corrupción más descarada.

     En la actualidad, junto a los civiles que pululan haciendo bulto con soviética sumisión comunistoide, el “mapa estratégico” de esta minoría militarista y forajida está aquí: “Profundizar y acelerar la conformación de la nueva estrategia militar nacional”, definir los fundamentos y objetivos del “nuevo pensamiento militar venezolano”, para lo cual es preciso “borrar todo vestigio de la inyección que nos hicieron o nos aplicaron de la doctrina imperialista”. La compra de militares en marcha pasa también por vender la palabrita imperialismo, táctica tan característica como la eterna lloriqueante cantaleta del chavismo según la cual “alguien” está siempre queriendo aguarles la fiesta, echarles vainitas y postulándose graciosamente para ser inculpado como traidor a la patria.

     Así como el gobierno se llena la boca a cada rato hablando de sus labores de “inteligencia”, siempre escueta, siempre sin pruebas y siempre incapaz de capturar hasta el más insignificante ladrón de pantaletas, la inspiración del Jefe y de esta cúpula de militares atípicos los lleva siempre a importar sus grandes ideas de otros lares. En este caso, la “Doctrina Militar de la Revolución Bolivariana” proviene del mexicano Heinz Dieterich, quien dijo: “Muchos aspectos de la nueva concepción son secretos, como es lógico, pero es posible trazar una idea general del nuevo paradigma que sustituye el de la posguerra y del pensamiento estadounidense”; Dieterich alerta sobre “la amenaza militar de Estados Unidos contra Venezuela”, siendo su idea central: “La adopción en Venezuela de la sabiduría militar milenaria de lo que el libertador vietnamita Vo Gnuyen Giap, arquitecto militar del triunfo sobre el imperialismo francés y estadounidense, llamaba ‘Guerra del Pueblo, ejército del Pueblo’, es un extraordinario paso en la reconquista de las soberanías de la Patria Grande. Porque, al privarle al agresor del centro de gravedad de su ataque –la destrucción física del ejército convencional- se le quita la posibilidad de la batalla decisiva y de la victoria rápida y se le obliga a la guerra popular prolongada, en la cual no podrá prevalecer”. ¡Guácala, pupú!

     Esta gente –ese patuque chavista- nos está manejando a la patria en secreto, sin consultar siquiera con un referéndo (aunque fuera tracaleadito y peorrito) sobre si los venezolanos aprobamos un sistema socialista (que el jefe inventa realengamente), sin tomar en cuenta si los venezolanos queremos meternos en un hueco ensangrentado como fue Vietnam, sin pararle media perinola psíquica a la intención de convertir el sistema judicial venezolano en una Seguridad Nacional y, en síntesis, sin tener el más leve recuerdo de que todas sus acusatorias virulentas en contra de los males democráticos se han quintuplicado hoy horrorosamente, para decir lo mínimo. tanto así que al resto de los mortales venezolanos pareciera no quedarnos otra que aceptar un futuro de aguaceros sangrientos y charcos de supuración, donde sólo brillarán jueces desnaturalizados con imputaciones y decisiones rechifladas, tramposos de reconocida trayectoria manipulando elecciones y cedulaciones a conveniencia malandra, y todo junto a una dosis de presos y la muy presente y continuada metástasis dialéctica que a pasos agigantados avanza frenéticamente hacia etapas trogloditas.

     Y en cuanto a los militares… uno se pregunta si la capacidad de inteligencia ha llegado realmente a tocar fondo, ahí donde unos cuantos loquitos de la rapiña colocan bloquecitos lego construyendo una muy propia y díscola Muralla de Berlín o Cable de La Habana. Siendo así, camaradas: ¡olvídense de Bolívar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario