jueves, 16 de junio de 2016

DE CUANDO NO SE REGALABA EL DINERO DE LOS VENEZOLANOS (LA ESTABILIDAD SOSTENIBLE)


También había consciencia para rechazar las acusatorias falsas según las cuales los campesinos se bebían en aguardiente los préstamos recibidos y el gobierno hacía préstamos no recuperables sino donaciones y regalos. Las cifras también desmentían esta especie: la inversión se iba triplicando cada año debido al alto nivel de recuperación de los préstamos, y se le decía a los adversarios y a la población en general que el gobierno no estaba regalando los dineros públicos, porque no eran suyos. Rómulo lo decía así, desde un acto de entrega de tierras, por radio y televisión: “Cometería una acción dolosa, punible, merecedora de que los miembros de este gobierno fueran enjuiciados y encarcelados, si regalara el dinero de los contribuyentes y no los prestara. Díganle ustedes los campesinos a sus compañeros que yo me siento orgulloso como venezolano y como gobernante de esa honradez y de esa puntualidad con que pagan sus préstamos”.
A esto se agregaba la política de mercadeo, esfuerzo que se hacía para no beneficiar al camionero transeúnte sino para hacer más efectivo los resultados positivos y el sudor y el esfuerzo del trabajo del campesino y su familia se consolidara en una estabilidad sostenible... 



DE CUANDO NO SE REGALABA EL DINERO DE LOS VENEZOLANOS 
 (LA ESTABILIDAD SOSTENIBLE)
-Alberto Rodríguez Barrera-


     En mayo de 1962, la patria se defendía construyendo, pero también rechazando la ola antidemocrática de militares reaccionarios y facciones seudoizquierdistas efectivamente golpistas y que seguían funcionando en el Congreso Nacional, donde en plena libertad decían, jaquetona y desafiantemente: “Y desde esta tribuna, a nombre del Comité Central del Partido Comunista quiero manifestar que nuestro partido recoge el programa del 4 de mayo (el porteñazo) y que nuestro partido continuará ahora luchando por hacer realidad el programa democrático de las Fuerzas Armadas del 4 de mayo en Carúpano”. 

     También los jóvenes fabricantes de bombas molotov y aceitadores de armas conciliaban perfectamente sus “contorsiones en el Club del Twist” como trasplante a Venezuela de los métodos del “justorrigorismo”, del personaje Justo Rigores de “La Brizna de Paja en el Viento” de Rómulo Gallegos, porque eran los métodos de Fidel Castro, quien nunca tuvo contacto con los libros y jamás se había preocupado por los problemas de América. Con Gallegos precisamente, recordaba Betancourt cuando vivía en Cuba (1950-52) que Castro, ahora “cruzado de la liberación de los humildes”, era sólo un jefe de pistoleros de la Universidad de La Habana, “siempre en un filo de cuchillo entre el Robin Hood de la leyenda inglesa y el atracador puro y simple”.


     Bolívar hablaba de “locos conduciendo a ciegos y caminando por tierras escarpadas”, y el grave desvío histórico de los golpistas realengos venezolanos creía vivir en una democracia laxa, blanda y bobalicona, cosa que se iba demostrando que no era, ya que la democracia los superaba en una acción revolucionaria, democrática y popular.

     Vaya un sólo ejemplo: contra viento y marea, finalmente Venezuela –después de cuarenta años de ser espectadora pasiva de la extracción, refinación y comercialización del crudo- tenía (desde 1959, también finalmente) su propia empresa estatal de petróleo: La Corporación Venezolana de Petróleo (futura PDVSA). Finalmente perforábamos nuestros propios pozos en el Zulia y en Barinas, por primera vez extraíamos 20 mil barriles diarios (además de incorporar en 1961 a la reservas nacionales 8 millones de metros cúbicos de petróleo). Era imposible (además de estúpido) hablar de nacionalización cuando recién comenzábamos a trasladar el crudo a El Palito, se ampliaba la refinería de la Petroquímica y nos preparábamos para distribuir gasolina venezolana producida por capital estatal venezolano, con técnicos venezolanos y con obreros venezolanos, para los venezolanos; recién se habían frenado las “concesiones”, palabra de definido y definitivo acento colonial, y se otorgaban contratos de servicio a compañías europeas y norteamericanas, coexistiendo la producción privada con la producción estatal. ¡Y creamos la OPEP!


     Así como la Confederación de Trabajadores de Venezuela contaba con 1.200.000 trabajadores respaldando la acción de gobierno y así como los trabajadores del petróleo ya tenían condiciones de salario y de vida que se igualaban a las de Estados Unidos y muy superiores a las de la Unión Soviética, con el apoyo de los campesinos finalmente se comenzaba a desarticular el sistema latifundista, con el gobierno adquiriendo la tierra a los particulares, respetando las tierras cultivadas, de quienes habían hecho inversiones en el campo y no las hipotecaban para vivir en la ciudad sino que se fueron al campo para incrementar la producción agrícola y ganadera del país, habiéndose además asentado en dos años y medio 50 mil familias en un 1 millón 500 mil hectáreas, con otras cuantiosas y valiosas inversiones correspondientes a servicios para los asentamientos campesinos, a dragados, a preparación de tierra, a caminos de penetración.

     Era esta una política firme y consecuente que se acompañó con el vigor organizativo del movimiento campesino, donde se habían creado ya 2.233 sindicatos en representación de 750 mil campesinos organizados y de 21 seccionales efectivas y no fantasmales de la Federación Campesina, a quienes se les hablaba con pedagogía democrática para que no esperaran todo del Estado, exigiéndoles su esfuerzo para la autoconstrucción de sus propias viviendas, con la ayuda del Instituto Agrario Nacional, así como se les señalaba que el gobierno no podía ser una especie de nodriza de todos los venezolanos y se les pedía volcarse sobre el surco para contribuir a la construcción de los caminos vecinales, al mejoramiento de la población donde vivían, con préstamos del Banco Agrícola y Pecuario en favor del campesino y en favor del sector industrial pertinente. Todo fundamentado en cifras y hechos precisos y constatables que omitiremos aquí.


     También había consciencia para rechazar las acusatorias falsas según las cuales los campesinos se bebían en aguardiente los préstamos recibidos y el gobierno hacía préstamos no recuperables sino donaciones y regalos. Las cifras también desmentían esta especie: la inversión se iba triplicando cada año debido al alto nivel de recuperación de los préstamos, y se le decía a los adversarios y a la población en general que el gobierno no estaba regalando los dineros públicos, porque no eran suyos. Rómulo lo decía así, desde un acto de entrega de tierras, por radio y televisión: “Cometería una acción dolosa, punible, merecedora de que los miembros de este gobierno fueran enjuiciados y encarcelados, si regalara el dinero de los contribuyentes y no los prestara. Díganle ustedes los campesinos a sus compañeros que yo me siento orgulloso como venezolano y como gobernante de esa honradez y de esa puntualidad con que pagan sus préstamos”.


     A esto se agregaba la política de mercadeo, esfuerzo que se hacía para no beneficiar al camionero transeúnte sino para hacer más efectivo los resultados positivos y el sudor y el esfuerzo del trabajo del campesino y su familia se consolidara en una estabilidad sostenible; se compraba el maíz y las caraotas y los otros frutos principales de la producción agrícola del campesino a precios estabilizados, dándole impulso a la política de los acueductos rurales, dándole agua a los campesinos sedientos y para que fueran menos los campesinos atormentados en sus noches por el chipo o chupón, para que pudieran vivir en casas decentes e higiénicas y no en las pocilgas miserables en que durante 150 años de vida republicana vivió.

     Pero ahí no quedaba todo el inmenso esfuerzo que se hacía, no eran suficientes los 6.000 kilómetros de carreteras que se habían construido en dos años y medio, además de caminos de penetración y vecinales; se continuó la construcción de caminos para que no siguieran “embotellados” los campesinos y tuvieran acceso a los mercados de compra y de venta; igualmente era evidente lo que se hacía en la educación rural; y en electrificación ya iban siendo muy pocos los caseríos venezolanos donde se seguía utilizando la lámpara de kerosene y la vela de esperma. (La política de desarrollo integral se hacía igualmente a favor del obrero urbano, del crecimiento de la empobrecida clase media, de la industrialización y desarrollo económico de Venezuela, de nuestra independencia económica.)


     El empeño por cumplir hasta la última letra con lo que se le ofreció al electorado no se modificó por parte del Gobierno de Coalición, consciente de la labor histórica que se había puesto en un programa democrático, popular, nacionalista y antiimperialista. Y las fuerzas empeñadas en derrocarlo estaban ciegas a la realidad que vivía el país, estando como estaban constituidas por los remanentes indigeridos de los dictatorialistas y el desfase de una izquierda manipulada desde la URSS vía Cuba. En su transición al arrepentimiento, que ya en capítulos pasados hemos señalado en sus propias palabras, quedaría también fuera de la vista –como los acueductos y las cloacas- muchas verdades evidentes, pero alrededor de 100 muertos fueron víctimas de una emboscada, asesinados por la espalda por francotiradores insurgentes; eran militares, infantes de marina, campesinos, gente del pueblo que estaba cumpliendo con su deber patriótico de servicio militar, quienes guiados por aventureros y respondiendo a imperativos disciplinarios fueron conducidos con engaños a la asonada, a la muerte.

     Venezuela se preguntaba si era aceptable que fuese en automóviles con placas del Congreso que se transportaran armas para la guerrilla, si era tolerable que partidos políticos que tenían representación parlamentaria aparecieran abierta y desafiadoramente implicados en conjuras que significaban sangre de venezolanos derramada, y trastorno para la marcha normal del desarrollo económico del país. Rómulo, aguantando el chaparrón, dijo: “Esa respuesta vendrá”.


     Betancourt fue escogido como Presidente no sólo porque tenía un programa coherente de bien público, fruto de años de trabajo por parte de la dirigencia histórica de Acción Democrática. Había una trayectoria de servicio constante, leal a la República y leal a la democracia. Y Rómulo no estaba hecho de alfondoque quebradizo, venía de una lucha por establecer y defender las instituciones de Venezuela y –para defender el derecho de los venezolanos a vivir libre y democráticamente- haría lo que fuese necesario hacer. Tras 35 años de vida pública y de entrega constante a su país, se encaminaba a presidir unas elecciones absolutamente imparciales y totalmente libres, para traspasar la banda presidencial a quien representara a la mayoría del electorado. Entonces era verdad que no se permitirían más derramamientos de sangre “por estos obcecados en el derrocamiento de un régimen inderrocable, porque lo apoyan la inmensa mayoría del pueblo y la lealtad de las Fuerzas Armadas”.

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